Una noche primaveral de 1941, Manolis Glezos escaló hasta la cima del Partenón de Atenas, arrancó la bandera de la ocupación nazi y escapó sin ser detectado. El hurto se convirtió en uno de los símbolos de la resistencia griega contra las tropas alemanas, y el joven Manolis, que por entonces tenía 18 años y militaba en el comunismo, se transformó en un héroe anónimo. Casi 75 años después, el hombre mantiene su espíritu de resistencia, pero ya no contra los nazis, sino contra el acuerdo entre Grecia y la troika: el anciano Glezos es el “patriarca” del ala dura de Syriza.
A sus 92 años, acaba de dejar el escaño que ocupaba en el Parlamento de Estrasburgo. Fue el eurodiputado más longevo y el candidato más votado de Grecia en las últimas elecciones. Al asumir, había prometido que sólo permanecería un año en el cargo debido a su avanzada edad.
Para los amantes de la historia, Glezos es un mito viviente. Fue detenido y torturado por la policía hitleriana. Contrajo una grave tuberculosis. Se fugó. El gobierno griego títere de los nazis volvió a apresarlo. Otra vez escapó. Tras el estallido de la guerra civil en 1948, fue condenado varias veces a muerte, pero se salvó por la presión internacional. Pudo haber asesinado a Winston Churchill durante un operativo partisano que fue cancelado a último momento. La dictadura de los coroneles lo envió una vez más a la cárcel y finalmente al exilio. Volvió a Grecia en 1975, con el retorno de la democracia, y desde entonces ha sido una voz incontestable para la izquierda radical helena.
Es un crítico feroz del acercamiento entre Atenas y Bruselas. Semanas atrás, publicó un manifiesto en el que se despachó contra Tsipras por su disposición a negociar. “El cambio de nombre de la ‘troika’ a ‘instituciones’, el de ‘memorando’ por ‘acuerdo’ y el de ‘prestamistas’ por ‘socios’ no cambia la realidad”, advirtió entonces, y pidió a “todos los miembros y simpatizantes” de Syriza que decidieran “en reuniones extraordinarias en todos los niveles de la organización” si aceptar o no la decisión del Ejecutivo. “Pido disculpas al pueblo griego por haber contribuido a crear esta ilusión”, disparó. Fue, de ese modo, un precursor de la ruptura en el seno de Syriza que se consumó ayer.