Alexei Navalny, líder de la oposición rusa y director de la Fundación Anticorrupción en Moscú, murió ayer en prisión, a los 47 años. En octubre de 2020, dos meses después de haber sido envenenado por el agente nervioso Novichok, habló con Tikhon Dzyadko, el editor en jefe de Dozhd TV, la única cadena de televisión independiente que quedaba en Rusia en ese momento. Estos son los fragmentos más significativos de esa entrevista.
—Hace poco, la Unión Europea aprobó sanciones contra seis personas y una entidad rusa, en conexión con el envenenamiento que usted sufrió en agosto. Las medidas alcanzan a representantes de la presidencia, de los servicios secretos y de las instituciones donde es posible que se haya fabricado el Novichok. ¿Cree que las acciones fueron suficientes?
—Mi deseo es que haya una investigación en territorio ruso, o al menos algo parecido a una investigación. Porque lo que está sucediendo ahora mismo parece ser otra señal de que en nuestro país no se puede confiar en la Justicia.
En cuanto a sanciones o listas negras, mi posición siempre ha sido que si los países desarrollados quieren ayudar a Rusia y a los ciudadanos rusos, y ayudarse a sí mismos, deben cortar los canales por los que sale el dinero sucio desde Rusia.
Los asesinos, y los que dieron la orden, deben ser juzgados como criminales. Pero lo que realmente se necesita es expulsar de Europa a todos los oligarcas: los Usmanov, los Abramovich, los Shuvalov, los Peskov y todos esos propagandistas que se enriquecen y transfieren dinero a Europa mientras se tienen a los rusos en la pobreza y la degradación. Contra esa gente hay que luchar. No sé qué medidas tomarán los países europeos en respuesta a mi envenenamiento, pero me gustaría que se concentren en castigar no sólo a los sicarios que ejecutan las órdenes, sino a los grandes corruptos que ocultan en Berlín, Londres y París el dinero que se robaron.
—Pero es indudable que algunos funcionarios europeos lo habrán consultado acerca de a quiénes sancionar. ¿Ayudó usted a elaborar alguna lista de esas personas?
—No, no hace falta que yo haga más listas. Basta consultar cualquiera de las investigaciones de la Fundación Anticorrupción, que en su mayoría hablan exactamente de eso: de cómo algunas personas, que se dicen patriotas, roban sumas enormes con las que se compran propiedades lujosas en Manhattan o Mayfair. Mi lista es mi canal en YouTube. Cualquiera puede entrar ahí, tomar los nombres y añadirlos a cualquier lista anticorrupción.
De hecho, no estoy en comunicación con funcionarios aquí en Berlín o en el resto de Europa. Las únicas personas con las que hablo son médicos. No creo que Europa y sus funcionarios necesiten mi ayuda.
Las sanciones de la UE no tienen que ver con mi persona, sino con el hecho de que en Rusia hay un programa activo para el desarrollo de armas químicas y su uso en la eliminación de opositores políticos.
El ocultamiento.
—Mientras estaba en el hospital, algunos medios publicaron que funcionarios rusos solicitaron acceso consular para verlo. ¿Hubo finalmente algún encuentro con esos funcionarios?
—Es gracioso. Hasta donde sé, es probable que hayan pedido acceso mientras estaba en coma. No necesito asistencia consular, lo único que necesito es que en Rusia haya una correcta investigación del intento de asesinarme.
Si no van a iniciar un proceso penal, porque la posición oficial en todos los niveles es que no hubo intento de asesinato, entonces quiero que me den la ropa que tenía puesta cuando me envenenaron. Todo indica que el Novichok se aplicó sobre la ropa, que quedó en el hospital de Omsk. También quiero mis registros médicos. Y me gustaría mucho ver las grabaciones de video que los funcionarios del Ministerio del Interior confiscaron en el hotel de Tomsk, donde es probable que haya sido el envenenamiento. Nadie sabe dónde están esas grabaciones. Si no hay proceso penal, que aparezcan los videos. Quiero ver quién entró a mi cuarto de hotel. Lo que está haciendo el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso es una maniobra de distracción.
—¿Cree que habrá alguna forma de investigación?
—Yo daba por sentado que al menos iban a fingir que se hacía una investigación. Pero hasta ahora no hubo ni siquiera una de mentira. Eso, para mí, es otra confirmación de que la orden la dio el presidente ruso, Vladimir Putin.
Las huellas de Putin.
—“Le Monde” publicó un artículo que cita la conversación de Putin con el presidente francés Emmanuel Macron. Allí Putin dijo algo así como que “Navalny es un ciberagitador, y es posible que el veneno lo haya ingerido por voluntad propia”. ¿Qué pensó al leer esto?
—Pensé que no me equivoqué al suponer que fue orden de Putin. La forma en que lo niega lo pone en ridículo. Putin miente en beneficio propio, está tratando de justificarse. Esto no fue un hecho inesperado. Fue un proyecto personal de Putin, que fracasó, y ahora está tratando de protegerse, y eso incluye esta mentira gigantesca. Al tipo lo pescan con una pistola humeante apuntada a mi cabeza, erró el disparo y dice que no fue él, que fue un intento de suicidio.
—Usted tiene una de las mejores estructuras de investigación en Rusia. Si no hay una investigación oficial en la Federación Rusa, ¿llevará adelante la Fundación Anticorrupción alguna clase de investigación propia?
—Me gustaría saber quién lo hizo. Sin duda tenemos el mejor grupo de investigación en Rusia, y puedo decir sin falsa modestia que es probablemente uno de los mejores del mundo. Pero hablando con franqueza, nuestras posibilidades están limitadas. Habría que ver mi expediente de seguimiento, porque me tenían vigilado. Por lo que entiendo, hubo un registro extrañamente detallado de mis movimientos, que al parecer lo armó una sección del Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia a la que le encargaron vigilarme. Me observaban en forma constante y sistemática.
Así es como opera el poder. Estamos hablando de miembros de los servicios secretos. Todo ese aparato ahora está ocupado en ocultar y destruir pruebas. Por eso no hay videos, no hay ropa, no hay nada.
Vuelta al trabajo.
—Todos estos años, a usted le preguntaron muchas veces si tenía miedo de que lo mataran. Ahora realmente trataron de matarlo. ¿Cómo se siente? ¿Se vengará?
—Parece que sobreviví y, por raro que parezca, no siento amargura. Ver a la muerte de cerca es una experiencia valiosa. Por supuesto que no pienso nada bueno de los que trataron de hacerlo, pero no ando pensando en estrangularlos con mis propias manos. Ansío justicia para mí y para todos los que me rodean, pero eso es porque un país no se puede considerar normal si un intento tan descarado de asesinato no se investiga. Seamos francos: yo soy una persona bastante conocida, pero, ¿qué hubiera pasado si yo fuera un activista común y corriente contra un oligarca local o un gobernador en alguna región de Rusia? ¿Qué hubiera pasado si fuera un activista en algún lugar del Cáucaso? Cuando un delito de alto perfil con una víctima más o menos famosa, como yo, queda impune, ¿qué puede esperar esa gente? Si ni siquiera yo puedo obtener justicia, o al menos una investigación, no hay esperanzas para ningún ciudadano ruso. ¡Por eso exijo justicia! En cuanto a vengarme por mano propia, no tengo ese deseo.
—¿Cambiará usted su estrategia y la de la Fundación Anticorrupción? Es obvio que ahora hay mucho más en juego. Hasta el día en que lo envenenaron, usted llevaba adelante investigaciones, hacía campaña por el “voto inteligente” (votar por cualquier candidato que se oponga al partido gobernante “Rusia unida”) y participaba en mitines. Ahora que la situación cambió, ¿cómo cambiará sus actividades?
—Hay más en juego en el sentido de que estamos viendo la decadencia del régimen. Ya sabíamos que nos enfrentábamos a rufianes que están obsesionados con el poder y el dinero, y que aparentemente no tienen escrúpulos. Pero ahora sabemos más que nunca que su instrumental incluye el asesinato político y la intimidación por métodos extraordinariamente peligrosos.
La estrategia básica sigue siendo la misma: tenemos que buscar el apoyo de la gente. Tenemos que exigir el derecho a participar en elecciones libres como candidatos. Vamos a seguir organizando mitines.
Mis prioridades actuales son la recuperación, la rehabilitación y el regreso a Rusia. Luego volveré a trabajar con mis colegas en las oficinas regionales de la Fundación. Nos adaptaremos a lo que vaya surgiendo y a cualquier novedad política, por ejemplo, si se anuncia una elección presidencial. Siempre tratamos de sacar fuerza de la flexibilidad. El Kremlin está cambiando, y nosotros también cambiamos.
—A la luz de lo que ve en Rusia, ¿piensa cambiar algo en relación con su seguridad personal? ¿Está considerando la posibilidad de que su familia se quede en el extranjero?
—No, no estamos analizando la cuestión. Yulia (esposa) apoya mi trabajo, y es seguro que volveremos.
No se puede competir con el Estado en materia de seguridad. Soy realista. Sé que aunque me rodeara de treinta guardias, mañana podrían detenerlos por participar en una marcha no autorizada mientras me escoltan. Después las autoridades pueden detenerme y echarme siete frascos de Novichok encima. Puede que hoy tenga una actitud más fatalista que antes. Sólo hago lo que considero correcto, y pido el apoyo de la gente.
—¿Se ha imaginado ya cómo será su regreso? Hay toda clase de expectativas. Algunos esperan que celebre un gran mitín, otros dudan de que le permitan volver a Rusia.
—¿Cómo podrían impedirme entrar a Rusia? Soy ciudadano de Rusia. No me pueden negar la entrada. Por supuesto que imagino que las autoridades buscarán impedir mi regreso, sobre todo van a tratar de intimidarme con alguna clase de proceso penal. Pero ya hace mucho que esas amenazas dejaron de preocuparme. No me asustaban antes, y ahora me asustan todavía menos.
Pero respecto de cómo me imagino mi regreso, para empezar, no pienso en ello. No estoy haciendo ningún plan. Puede que en mi vida haya habido algunos acontecimientos dramáticos, pero sólo soy un político ruso que ahora se encuentra temporalmente en Berlín para recibir tratamiento médico. Me recuperaré y cuando esté bien volveré a Rusia en clase económica, tomaré un taxi, iré a casa, y a la mañana siguiente iré al trabajo. Eso es todo.