La llegada al poder del flamante presidente paraguayo, el ex obispo Fernando Lugo, es casi milagrosa. Sin una carrera política en la que apoyarse, el ex religioso logró imponerse por sobre la candidata del oficialismo, Blanca Ovelar, y así poner fin a los 61 años de gobierno del conservador Partido Colorado.
Lugo nació en 1951, en un barrio humilde del distrito de San Pedro del Paraná, del departamento de Itapúa. Su vocación religiosa se manifestó desde chico, hasta que en 1970 ingresó al Noviciado de los Misioneros del Verbo Divino para convertirse en sacerdote.
Una vez terminados sus estudios, viajó a Ecuador adonde trabajó de cerca con comunidades muy humildes. Años después, se trasladó a Roma para completar su educación.
De vuelta en Paraguay, en 1994, fue nombrado obispo de la diócesis de San Pedro, la región más pobre del país. Allí comenzó el contacto directo con los sectores más humildes, que eventualmente lo llevarían a la Presidencia.
Su candidatura se definió a fines del 2006, con la conformación de la Alianza para el Cambio. Ese mismo año, el Vaticano determinó su suspensión por considerar que el sacerdocio es incompatible con la carrera política.
Durante la campaña presidencial, el oficialismo -representado por el Partido Colorado- denunció que el presidente venezolano Hugo Chávez había aportado fondos para asegurar el triunfo de Lugo y, días antes de las elecciones, el ex presidente, Nicanor Duarte Frutos, afirmó que grupos de militantes chavistas se habían instalado en hoteles de Asunción con el objetivo de generar hechos de violencia.
Sin embargo, la jornada electoral se llevó a cabo en forma pacífica y Lugo se impuso con más del40% de los votos. Su victoria implicó un histórico giro hacia la izquierda en Paraguay, país que durante los últimos 61 años estuvo gobernado por el hegemónico Partido Colorado que hasta respaldó la dictadura de Alfredo Stroessner, que duró 35 años.