El gobierno de Francia, a cargo de Emmanuel Macron, expresó que el lenguaje inclusivo constituye un obstáculo para "la lectura y la comprensión de la escritura" de los alumnos, por lo que no puede ser utilizado como alternativa.
La circular del ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, prohibió entonces la utilización de lenguaje inclusivo en todas las escuelas y establecimientos dependientes de esa área del gobierno.
Según informó RFI, el argumento del ministro ronda en la “complejidad” e “inestabilidad” de este uso del lenguaje que constituyen "obstáculos para la adquisición del lenguaje y la lectura" y afecta a la lectura en voz alta y a la pronunciación al no ser posible una transcripción oral de ese tipo de grafías.
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Por esta razón, el documento destaca que "conviene proscribir el uso de la llamada escritura inclusiva, que utiliza el punto medio para mostrar simultáneamente las formas femenina y masculina de una palabra utilizada en masculino cuando se emplea en sentido genérico".
“La escritura inclusiva modifica el respeto de las normas habituales de concordancia previstas en el marco de los programas de enseñanza", indica el texto publicado en el Boletín Oficial el pasado jueves 6 de mayo, en el que se establece la prohibición.
Sin embargo, la circular aclara que la feminización de las funciones debe aplicarse cuando son ejercidas por mujeres: "el título de las funciones ejercidas por una mujer debe feminizarse sistemáticamente según las reglas establecidas en la guía de ayuda a la feminización de los nombres de las profesiones, títulos, grados y funciones elaborada por el Centro Nacional de Investigación Científica y el Instituto Nacional de la Lengua Francesa".
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Cabe destacar que el lenguaje inclusivo no funciona al igual que en español, dado que no usan la “e” sino que incorporan un sufijo femenino en un sustantivo masculino a través de un punto. Por ejemplo, en vez de “artisans” (artesanos) o “agriculteurs” (agricultores), se escribe “artisan·e·s” y “agriculteur·trice·s” (la “e” es la marca del femenino).
En ese sentido, días atrás, el funcionario sostuvo que "poner puntos en medio de las palabras es una barrera para la transmisión de nuestra lengua para todos, por ejemplo, para los alumnos disléxicos". "Tenemos el enorme reto de consolidar los conocimientos fundamentales y la escritura inclusiva se interpone en este reto", justificó.
Contrario a esta postura, el sindicato de Educación SUD dijo en un comunicado que "exigía al ministro que dejara de intentar imponer su actitud retrógrada a la comunidad educativa", y pidió "al personal que hiciera caso omiso de estas instrucciones de otra época y que ejerciera su plena libertad pedagógica según su situación profesional".
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En los últimos años, grupos feministas expresaron que el lenguaje actual implica una “invisibilización” de las mujeres y defendieron el uso del lenguaje inclusivo.
Sin embargo, el ministro no es el primero en querer prohibir este uso, sino que siguió la línea de la Academia francesa de la Lengua, que en octubre de 2017 lo consideró “una aberración”. Un mes después, el entonces primer ministro, Édouard Philippe, ordenó prohibirlo en los textos y actas oficiales.
En el caso de nuestro país, el lenguaje inclusivo, pese a cierto rechazo académico, está más aceptado, y mismo varios organismos e instituciones públicas como el PAMI, la ANSES, la Universidad de Buenos Aires y el Banco Central ya lo utilizan.
CFT/FF