INTERNACIONAL
CRISIS EN BOLIVIA

Hace 14 años, Evo Morales lideró su propio "golpe" contra el anterior presidente

Antes de convertirse en Presidente, el líder indígena había organizado las manifestaciones que derrocaron a sus dos antecesores bajo el ala protectora del chavismo venezolano.

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Evo Morales y el fallecido líder cubano, Fidel Castro. | CEDOC

Pasaron 14 años –y tres presidencias de Evo Morales– y América Latina parece haber olvidado los inicios de Evo Morales, el líder indígena que se convirtió en el presidente de su país y pretendía perpetuarse unos seis años más en el poder. La llegada de este líder cocacolero, de pobre oratoria y escasa instrucción cultural, al puesto máximo del poder de su país se desarrolló casi de forma idéntica a las circunstancias que rodearon su estrepitosa caída.

Para mediados de 2005, Morales, líder del Movimiento Al Socialismo (MAS) era uno de los dirigentes que exigía duramente la renuncia del entonces presidente, Juan Carlos Mesa, asediado por una política económica que había desatado la ira popular, además de la disolución del Congreso nacional, el adelanto de las elecciones generales y la estatalización inmediata del gas y el petróleo.

En circunstancias parecidas se perpetró la caída de Morales 14 años después, en lo que la izquierda latinoamericana tildó de “golpe de Estado”.

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El derecho de la población a armarse

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El MAS, que entonces era la segunda fuerza más poderosa del congreso, había expulsado con sus protestas al presidente constitucional Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003. Morales, crecientemente radicalizado, había declarado públicamente que los colectivos indígenas y populares tenían derecho a dotarse de una fuerza armada para defenderse de la represión gubernamental, y había llamado a la población a impedir la salida de la capital del presidente porque debía "ser juzgado por delitos de lesa humanidad" y "estar 30 años en la cárcel". Unos pocos años antes, los medios lo habían acusado de planear los desmanes callejeros dentro de una atribuida conspiración para subvertir el poder legítimo y desestabilizar la democracia, si bien los participantes en las protestas insistieron en su carácter espontáneo.

El 3 de junio Mesa, acorralado, realizó un último intento para aliviar la tensión decretando la convocatoria de elecciones a la Asamblea Constituyente, pero Morales y los demás dirigentes de las protestas replicaron con un recrudecimiento de los cortes de calles y rutas y las movilizaciones en todo el país. Por su parte, los dirigentes del Comité Cívico de Santa Cruz –que ahora lideraron la presión para la renuncia de Morales– y de organizaciones empresariales del oriente boliviano acusaron al presidente Mesa de usurpar las funciones parlamentarias. La verdad era que la maniobra de Mesa presentaba serias dudas de constitucionalidad.

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En La Paz, comenzó a hacerse sentir el desabastecimiento de alimentos y combustibles y la población perdió la paciencia. En estas circunstancias, el 6 de junio de 2006 por la noche, Mesa comunicó a la nación su renuncia irrevocable. Tras referirse al "momento tan dramático y tan difícil" que estaba viviendo Bolivia y "expresarle a la patria mi disculpa" si no había sido "capaz de conducirla adecuadamente", el presidente declaró: "Es por esto que creo que mi responsabilidad es decir: hasta aquí puedo llegar (…) mi decisión es presentar mi renuncia al cargo de presidente de la República".

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"Mi responsabilidad termina el día en que el Congreso Nacional toma la decisión [de investir a un sustituto]. Por lo tanto, quiero que sepan que no estoy dejando mi responsabilidad, estoy aquí y estaré aquí. No está en mis ideas viajar a Miami o a Washington", aclaró Mesa. Con miles de manifestantes en las calles, convencidos de que la renuncia presidencial no era suficiente, Evo Morales exigió públicamente a los presidentes de las cámaras de Senadores y de Diputados que renuncien a la sucesión constitucional a la que tenían derecho en caso de que el puesto de Jefe de Estado quedara vacante, para hacer viable una convocatoria a comicios generales.

Para cuando el presidente constitucional renunció, Morales se había convertido en el líder de los pobres y en el favorito para ocupar el puesto, y muchos sospecharon que lo logró gracias a la ayuda de Hugo Chávez, el presidente venezolano, que soñaba con refundar el imperio bolivariano. Su movimiento, por entonces incipiente, buscaba crear una gran unidad latinoamericana, no geográfica sino política, para oponerse a otro "imperio", el de los Estados Unidos, y Chávez financió su proeza con petróleo. Cuando ascendió al poder, tras la caída de Mesa, Morales era un confeso chavista.

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