Los líderes de las dos Coreas, Kim Jong-un y Moon Jae-in, sellaron ayer una histórica cumbre con un acuerdo para lograr “la completa desnuclearización” de la península, al tiempo que dieron el puntapié inicial para la firma de un tratado de paz que culmine con una guerra que lleva casi setenta años. Tras la firma del texto, el líder norcoreano dijo que se esforzará “por lograr la paz” y “por cumplir lo escrito en la declaración”, aunque no aludió a la continuidad o interrupción de su programa de armas atómicas, al que el régimen considera garante de su supervivencia. El gran interrogante apunta a desentrañar si Kim dará un giro de 180 grados en su política exterior o, en cambio, busca ganar tiempo y revertir las asfixiantes sanciones económicas.
“Sur y Norte confirmaron su meta común de lograr una península libre de armas nucleares a través de la completa desnuclearización”, rezó la declaración conjunta firmada por ambos líderes tras sus conversaciones en la zona desmilitarizada de la frontera. “Las dos Coreas declaran el final de los 65 años transcurridos desde el armisticio” y apuestan por sustituir este por “un tratado de paz”, agregó el comunicado conjunto.
Seúl reconoció el valor de los gestos adoptados por el régimen de Pyongyang, que recientemente anunció que congelará sus pruebas nucleares y cerrará su centro de pruebas atómicas.
Pese al optimismo que revelan las imágenes de la cumbre –la tercera desde que estalló la guerra en 1950–, aún persisten las dudas sobre el compromiso de Pyongyang respecto de su desarme nuclear. “Todavía es incierto si el régimen norcoreano define la desnuclearización de la misma manera que los Estados Unidos (es decir, completa, verificable e irreversible). Y no está claro si Corea del Norte cree que puede conservar sus armas nucleares y al mismo tiempo recibir asistencia económica y energética a cambio de la reducción de la tensión”, consideró Victor Cha, especialista en Corea del Center for Strategic and International Studies y uno de los nombres que Trump evaluó –y desechó– para la embajada norteamericana en Seúl.
Ese optimismo atemperado incluye el recuerdo de las dos cumbres intercoreanas precedentes, celebradas en 2000 y 2007, donde también se aludió a la “desnuclearización”, pero nunca se concretó en la práctica. Además, juegan en contra las fracasadas conversaciones a seis bandas de la década pasada, suspendidas después de que Pyongyang pusiera todo tipo de trabas para que se inspeccionara su arsenal y sus instalaciones atómicas.
El presidente surcoreano acordó asimismo visitar Pyongyang el próximo otoño –entre septiembre y diciembre– para mantener el actual acercamiento entre ambos países. También la necesidad de retomar la cooperación económica, congelada desde 2016 a raíz de las pruebas de armas de Pyongyang.
Pasado. Norte y Sur concluyeron la Guerra de Corea el 27 de julio de 1953 con un armisticio firmado por las tropas norcoreanas, el ejército de voluntarios chino y Washington, y nunca fue reemplazado por un tratado de paz definitivo. “El Sur, el Norte y Estados Unidos avanzarán activamente con la organización de cumbres a tres o cuatro bandas con vistas a establecer un sistema de paz permanente y estable”, agregó la declaración, que dejó abierta la posibilidad de la participación de China en el próximo paso diplomático.
Kim y Trump se comprometieron a celebrar otra cumbre en mayo o junio, la primera con un mandatario estadounidense (ver página 38). Ese encuentro, inesperado meses atrás, cuando Pyongyang disparaba misiles balísticos y Trump amenazaba con responder con “fuego y furia”, definirá si la distensión prospera o naufraga antes de llegar a la orilla.