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opinión

Le tocó el Grupo de la Muerte

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Cohesión. Los demócratas respaldaron a Biden para desalojar a Trump de la Casa Blanca. | afp

Cuando termine el reality electoral, mediático y judicial, Joe Biden tendrá una enorme tarea por delante. Si la Justicia no mete la cola, su presidencia nacerá tras un parto largo, complicado y doloroso. Lo que viene será aún más difícil que lo que queda atrás. Las crisis económica, política, social y sanitaria se ciernen sobre los hombros de un político que llega a la Casa Blanca en el ocaso de su carrera. Biden no tendrá tiempo de disfrutar de las mieles del poder, ocupado en entablar múltiples y simultáneas batallas con la oposición, su partido, la Corte Suprema, probablemente el Senado, y una ascendente China. 

El adversario más evidente es el trumpismo, que pasará de la Casa Blanca a los foros de 4chan. Radical, contestatario y peligroso, desafiará a Biden antes de pisar el Salón Oval. Buena parte de los 70 millones que votaron por Donald Trump considerará que las elecciones fueron ilegítimas y fraudulentas. El desenlace de los próximos días marcará a fuego su resiliencia y sus chances de volver al poder. Su poderosa fuerza social no desaparecerá y quien la lidere partirá en la pole position en las primarias republicanas de 2024.

Biden gobernará un Estados Unidos altamente polarizado, donde la disputa política es un juego de suma cero que no se libra sólo en los despachos del Capitolio, sino en los estudios de televisión, las calles y las redes sociales. Pocos conocen Washington como él, pero muchos entienden el país mejor que él.

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Antes de asumir, se jugará buena parte de su agenda legislativa –el paquete de estímulo fiscal, su prioridad más urgente– en la segunda vuelta de las dos bancas al Senado de Georgia. Si los demócratas pierden, la Cámara alta será una máquina de impedir comandada por Mitch McConnell, su futuro azote institucional. 

Esos obstáculos condicionarán su relación con el ala progresista del Partido Demócrata, liderada por el senador Bernie Sanders y la representante Alexandria Ocasio-Cortez. Las tensiones serán programáticas (cobertura de salud universal, Green New Deal, Court Packing y promoción de los derechos humanos en la política exterior), pero también pujas por poder. La salida de Trump de la Casa Blanca amenaza con destrozar la indispensable cohesión partidaria. El futuro presidente dispondrá de una mayoría ajustada en la Cámara de Representantes, una eventual minoría en el Senado, y una Corte Suprema de mayoría conservadora.

La polarización política y los problemas de gobernabilidad condicionarán su margen de maniobra, en un escenario de recesión económica y pandemia. Según informó ayer el Departamento de Trabajo, el desempleo cayó al 6,9% en octubre, tras la creación de 638 mil puestos de trabajo, pero aún está lejos del 3,5% registrado en febrero pasado. Otra de sus prioridades apuntará a gestionar mejor la crisis sanitaria y asegurar la provisión de una vacuna. Hasta el momento, 9,6 millones de estadounidenses se infectaron y 235 mil murieron por coronavirus. Esas cifras serán mucho más elevadas en enero de 2021. A ese urgente contexto se suman las limitaciones de un presidente que es percibido como un “pato rengo”. Cuando culmine su mandato tendrá 82 años y probablemente no buscará la reelección.

Biden enfrentará también un panorama internacional adverso. La competencia estratégica con China orientará su política exterior, en un contexto de declive de Estados Unidos, ascenso de Beijing y transición de poder de Occidente a Asia. Como sucedió con Barack Obama en el último año de su mandato, las limitaciones domésticas que enfrentará Biden pueden empujarlo a enfocarse en los asuntos internacionales, un campo que conoce en profundidad.  Restablecer las alianzas con sus socios de la OTAN y aceitar los vínculos con India, Australia, Japón y Corea del Sur pueden ser una vía para contener al gigante asiático.

Biden todavía no empezó a jugar por los puntos, pero tiene por delante un fixture complicado. En términos futboleros: le tocó el Grupo de la Muerte.