Depredadores sexuales, financieros tramposos, espías e incluso algún asesino. Aunque es en el jardín terrestre donde la Iglesia católica proclama a sus santos, el Vaticano tiene muchos demonios agazapados entre sus muros.
“La Iglesia es santa, pero está compuesta de pecadores”, dice el historiador Martin Dumont citando una homilía del papa Benedicto XVI.
En el siglo XXI, las agresiones sexuales cometidas por eclesiásticos contra menores y religiosos son los crímenes más graves a los que se enfrenta la Iglesia católica. Y el principal asunto que abordará el sucesor del papa Francisco será continuar el trabajo de investigación, verdad y reparación ampliamente desarrollado bajo su pontificado.
El papa argentino, que retomó el bastón del peregrino de su predecesor alemán, había atacado otras formas de depravación, en particular los delitos financieros.
Aunque no es el único en ser cuestionado, un hombre simboliza hoy el gran trabajo de limpieza: el cardenal italiano AngeloBecciu. El más alto eclesiástico jamás condenado por el tribunal penal del Vaticano, este exconsejero de Jorge Bergoglio encarna el pecado de la venalidad y prevaricación que durante siglos fue la llaga del poder central de la Iglesia, cuyas cajas fuertes llenas de oro escapaban a cualquier control.
Bajo la presión de sus pares, el cardenal anunció el martes que renunciaba a participar en el cónclave.
Harén y orgías. Al futuro papa le queda mucho por hacer. La ambición, el dinero y el estupro tienen un lugar preferente en la gran novela negra del Vaticano.
Desde sus orígenes, hace dos milenios, la Iglesia de Roma conoció “períodos verdaderamente escandalosos en materia de costumbres”, analiza un alto prelado que pidió el anonimato. Esos escándalos han sido tan numerosos que solo se pueden abordar algunos entre los más emblemáticos.
El Estado más pequeño del mundo alberga la curia –el gobierno de la Iglesia–, sus institutos, obras y museos, viviendas para los religiosos y laicos, y la Guardia Suiza, encargada de la seguridad del soberano pontífice y su territorio.
Una comunidad humana, con sus buenos y malos espíritus. Aunque el papa es el guía espiritual de más de 1.400 millones de fieles en el mundo, él y sus legiones, de carne y sangre, no son infalibles.
Solo hay que remontarse al siglo X para encontrarnos con Juan XII, que se dice transformó el Palacio de Letrán en Roma en un harén. Cinco siglos más tarde, Alejandro VI Borgia organizó una orgía para las bodas de su hija.
Los papas reyes. “Los papas del Renacimiento no eran grandes modelos. Eran antes que todo guerreros, gente que defendía un territorio”, señala el alto prelado. Las dinastías papales –Médici, Pamphili, Borgia– eran muy ricas y otorgaban a los allegados prebendas y propiedades.
“El nepotismo fue uno de los cánceres de la Iglesia en esa época”, cuando los pontífices se comportaban como “papas reyes”, añade el prelado romano.
“La primera cosa que hacía un papa cuando llegaba al poder era enriquecer a su familia y empobrecer a las otras, cuando no las mataba”, añade.
Siglos más tarde, el problema del dinero se encontró de lleno en el centro del Banco Ambrosiano, que reciclaba el dinero de la mafia. En 1982, quebró esta filial del Instituto para las Obras de Religión (IOR). Y Roberto Calvi, su director, fue encontrado ahorcado el mismo año debajo del puente Blackfriars, en Londres.
Un comandante de la Guardia Suiza, Alois Estermann, conocerá igualmente un destino funesto. En 1998 fue asesinado con su mujer en su apartamento del Vaticano por uno de sus hombres, que se suicidó luego. ¿Acto desesperado de un soldado afectado? ¿Falla de un servicio de espionaje extranjero? ¿Drama de infidelidad? El misterio continúa.
Cualquiera que sea el tipo de caso o la época, las fallas del papa y su corte chocan con el “exigente” discurso moral de la Iglesia, dice Martin Dumont.
Es lo que ocurrió con Martín Lutero, que denunció en la Iglesia “una Babilonia” alejada de su misión y provocó el cisma que llevó al nacimiento del protestantismo en el siglo XVI.