Jair Messias Bolsonaro está a un paso de ser electo presidente de Brasil. Según el último sondeo de Datafolha, tiene un 59% de intención de voto de cara a la segunda vuelta presidencial del 28 de octubre. Pero su probable llegada al Palacio del Planalto no estará exenta de pujas y divisiones entre los sectores que lo apoyan. Entre ellos, hay dos grupos que ya no esconden sus divergencias: los economistas neoliberales comandados por Paulo Guedes, que estará a cargo de la cartera de Hacienda, y los militares, representados por el candidato a vicepresidente, Hamilton Mourao, y el general Augusto Heleno.
Los primeros postulan una desregulación de la economía y la privatización de empresas estatales, como Petrobras y Eletrobras, mientras que los uniformados, de ideología nacionalista, tienen una mirada desarrollista y estatista. Esa divergencia fue expuesta esta semana en un artículo publicado por Folha de S. Paulo, titulado “Giro de 180 grados en el área energética y polémica en el grupo de Bolsonaro”. “Las tensiones económicas en el equipo del candidato pueden, por cierto, convertirse en un problema para el futuro gobierno”, afirmó a PERFIL José Alvaro Moisés, profesor de Ciencia Política de la Universidad de San Pablo.
El propio Bolsonaro se manifestó la semana pasada en contra de la privatización total de Eletrobras y Petrobras, una de las propuestas más simbólicas de Guedes, en su esfuerzo por conquistar el centro del espectro político y derrotar a Haddad. “Nadie quiere que a Petrobras le vaya mal, pero tampoco puede beneficiarse del monopolio”, dijo en una entrevista con TV Band, en relación con la política de precios de combustibles de la empresa, que controla el 99% de la refinación en Brasil.
Apertura vs. gradualismo. Guedes, un economista liberal de la Universidad de Chicago, propone la privatización de todas las empresas estatales para reducir el déficit fiscal y atraer inversiones extranjeras. “Tenemos claro a dónde queremos llegar: descentralización y reducción del papel del gobierno en la economía, principalmente en el sector eléctrico”, afirmó el ingeniero Luciano de Castro, que asesora, junto a Guedes, al líder de las encuestas. Según el diario paulista, él es uno de los técnicos que le recomendó a Bolsonaro “liberalizar la economía”.
El sector de Guedes quiere reducir el papel del Estado; los militares fortalecerlo.
Los militares, en tanto, proponen “gradualismo” a la hora de implementar reformas y defienden una política petrolera que considere a Petrobras como un activo estratégico. El general de reserva Oswaldo Ferreira, ingeniero del Ejército y uno de los coordinadores del plan de gobierno de Bolsonaro, fue señalado por la prensa como el futuro ministro de Transporte e Infraestructura. Según afirmó, una de las metas del Ejecutivo, en caso de ganar el candidato del Partido Social Liberal (PSL), será reanudar las obras públicas “que fueron detenidas” por el Lava Jato. Si bien concuerda con el programa de concesiones implementado por el presidente Michel Temer y con la privatización de la refinación y distribución del petróleo, Ferreira es más cauto con la venta del resto de las unidades de negocios de Petrobras.
“Bolsonaro abrazó en la campaña la visión liberal de Paulo Guedes para ganar el apoyo de la elite económica. Me parece que la alianza con Guedes es solo una estrategia electoral para proyectarse como un candidato económico liberal. Pero si observamos la retórica de Bolsonaro en los últimos veinte años y cómo votó en el Congreso, veremos que es un nacionalista económico, al igual que otros cuadros de las Fuerzas Armadas”, explicó Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas.
“Partido militar”. En el flamante Congreso habrá 31 diputados y 4 senadores que son militares o policías. En 2014, los uniformados ocupaban solo 18 escaños. Si un ex capitán llega al Palacio del Planalto, un general a la vicepresidencia y otros compañeros de armas a influyentes ministerios, los militares creen que podrían reeditar el “milagro económico” de la década de 1970, cuando la dictadura impulsó una política económica desarrollista. Pero antes deberán ganar las elecciones y, luego, medir fuerzas con Guedes y los CEO que lo acompañan.
La portación de armas
Entre las propuestas más polémicas que Jair Bolsonaro comenzó a preparar para un eventual gobierno se destaca la autorización para portar armas en el país.
El candidato de ultraderecha planea reformar el Estatuto del Desarme en vigor, que fija restricciones para la venta y la portación de armas, e implantar un régimen que liberalice la comercialización de las mismas, informó la radio CBN, del grupo de medios Globo.
Capitán retirado del Ejército, Bolsonaro ha hecho de la portación de armas una de las banderas de su campaña e incluso de sus actos proselitistas, en los que saluda a sus seguidores con los dedos imitando la forma de pistola. Ha defendido también la “mano dura” policial, e impulsa un proyecto por el cual ningún policía que mate a un sospechoso en acto de servicio pueda ser procesado. Días atrás visitó una de las bases de la fuerza de choque de la policía carioca, el BOPE, cuya brutalidad reflejó la saga de películas Tropa de elite, y aseguró a sus integrantes que, de ganar las elecciones, “en enero tendrán a uno de ustedes en Brasilia”.