INTERNACIONAL

El Muro de Berlín en Perfil: la historia de cómo llegaron los bloques a la editorial

El 9 de noviembre de 1989 caía este símbolo de la vergüenza que dividió en dos a Alemania, país ya dividido por la II Guerra Mundial. El fragmento más grande del muro fuera de Alemania está en Editorial Perfil.

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Fragmentos del Muro de Berlín en Editorial Perfil | Cedoc Perfil

Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), a lo largo de 28 años y casi tres meses la ciudad de Berlín, en Alemania, estuvo partida en dos por un muro de hormigón al que el mundo conoció como el muro de la vergüenza, tal como lo bautizaron los medios. 

Aquella pared, que primero fue de ladrillos y luego de concreto armado, con hierros de acero y alambres de púa, iba desde el norte, separando los barrios de Reinickendorf y Pankow, atravesaba el centro histórico frente a la Puerta de Brandenburgo y Potsdamer Platz y llegaba al sur, dividiendo Neuköln y Treptow. Todo, con guardias armados hasta los dientes y perros entrenados para cazar o matar que dejaron la foto que entonces, como hoy, horroriza al mundo.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi, derrotada, quedaba bajo el control de los cuatro países vencedores y dividida en cuatro sectores. El oeste lo administraba Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, y el este lo ocupaba la Unión Soviética. En el centro de esta última, Berlín repite la fórmula y los vencedores se reparten el botín. Comienza la guerra fría.

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A 30 años de la caída del Muro, Berlín sigue inmersa en el cambio

El 23 de mayo de 1949, los aliados occidentales apoyaron la fundación de la República Federal de Alemania (RFA) de lado occidental mientras que los soviéticos hicieron los mismo el 7 de octubre con la comunista República Democrática de Alemania (RDA), del lado oriental.

De 1949 a 1960, unos tres millones de alemanes orientales cruzaban la frontera en busca de una mejor vida; y solo en junio de 1961, 160 mil abandonaban la Alemania comunista. Alarmados por este éxodo, el presidente de la Alemania Democrática Walter Ulbricht pacta con el Kremlin y el 13 de agosto de 1961 se levanta el Muro de Berlín.

Un muro provisional de 160 kilómetros rodeaba Berlín oeste. Esa misma noche, muchos berlineses ya no pudieron volver a sus hogares y a la mañana siguiente más de 50 mil habían perdido el trabajo, dejando del otro lado hogares, familias y amores. Todo separado por lo que sería un bloque de hormigón de 42 kilómetros de largo en Berlín y de 160 kilómetros rodeando su parte oeste separándola de la RDA. Un muro de 3.60 metros de altura que pasó por varias etapas para lograr que la amenaza de morir si alguien intentaba cruzarlo fuera cada vez peor.

Las autoridades de Alemania Oriental ampliaron el muro a partir de 1962, construyendo una segunda barrera a 100 metros que creaba la conocida “franja de la muerte”, porque si alguien cruzaba la primera barrera debería sobrevivir a los disparos de los guardias y a los perros. Luego, en 1965 se comenzó a construir la llamada “tercera generación” del muro que incluía una barrera alta de concreto imposible de escalar, circular y resbaladiza. Escapar era, literalmente, suicidarse.

Tuvieron que pasar 28 años, 2 meses y 27 días para que el 9 de noviembre de 1989 el mundo entero viera caer la vergüenza a golpe de cinceles, picos, martillos y lo que hubiera a mano. Porque tras el anuncio de que Alemania oriental abriría sus puertas con la inmediata emisión de visados de salida, miles de ciudadanos del este llegaron en oleadas a los puntos de control para cruzar la frontera. Y esa fue, como la definieron, “la noche más feliz de Alemania”.

En cada trozo de este muro está encerrada una de las historias más vergonzosas de la humanidad. Cada año para esta fecha, miles de personas llegan a Alemania y se detienen en la East Side Gallery de Berlín para ver el fragmento más grande que queda de ese símbolo negro, cerca de 1.300 metros de bloque pintado por artistas de todo el mundo.

Hoy hay bloques en más de 40 naciones, y en la Argentina, Editorial Perfil tiene en su edificio de Barracas, Ciudad de Buenos Aires, uno de los tramos mejor conservados y más extensos del muro. La idea de traer al país esa parte de la historia fue iniciativa de Jorge Fontevecchia, Ceo de Perfil Network.

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“En aquella época, la editorial estaba a punto de lanzar la revista Noticias. Pensamos que la caída del muro era un hecho de mucha relevancia para la libertad de expresión. Me pareció importante traer una parte del muro a la Argentina como símbolo y llamé al embajador de Alemania Oriental para preguntarle si era posible”, contaba por entonces Jorge Fontevecchia.

Una semana después, recibió una llamada del embajador, quien le dijo que no estaban entregando partes del muro pero que podían hacer una excepción a cambio de que construyeran una escuela en Alemania, algo que en ese momento costaba 10 mil dólares. El traslado del muro desde Berlín hasta Buenos Aires, sin embargo, costó mucho más que esa cifra.