Si algo da réditos para un sector de los políticos chilenos es denunciar intromisión argentina en algún aspecto. Este rasgo, que suele estar acompañado por la exacerbación de las supuestas diferencias entre ambos países, atañe más generalizadamente a los partidos y medios de derecha, pero también al núcleo más populista de la Concertación, que dobla la apuesta en la competencia.
El último capítulo de esta zaga fue la reacción sobre una expresión de la ministra de Defensa, Nilda Garré, acerca de los honores brindados por el Ejército y un sector de los chilenos al dictador Pinochet. Dijo Garré: "Me dolió que todavía haya sectores en el Ejército chileno que quieran homenajear a un personaje tan siniestro como Pinochet...(En Argentina) hay una mayor profundidad en todo el proceso de democratización de las Fuerzas Armadas".
Al parecer, la ministra argentina agravó el pecado de la intromisión. No sólo expresó su sentimiento sobre esas muestras de amor al millonario ex presidente que causaron, más que dolor, perplejidad en las afueras de Chile, sino que también insinuó que en el terreno de pensar y asimilar las atrocidades del pasado, a los argentinos les va un poco mejor.
Encabezó una andanada Patricio Hales, titular de la comisión de Exteriores de Diputados y miembro del Partido Por la Democracia (PPD), el tercero y más populista de la coalición gobernante. “No acepto estos consejeros como la ministra argentina, no nos pueden juzgar, menos quienes tienen una tremenda viga en el ojo”.
El legislador aludió incluso a la ley de Punto Final (inconstitucional según la Justicia argentina), “con la que terminaron haciéndose los lesos”, como si hubiera alguna hendija para negar que en materia de enjuiciamiento y verdad, la Argentina transita desde 1983 un camino sustancialmente más profundo que el de otros países.
“Opinóloga”, “intromisión inadmisible”, fueron otras expresiones de legisladores. La frase del senador Juan Antonio Coloma de la (¿ex?) pinochetista UDI no tiene desperdicio: "La forma grosera en que la ministra de defensa se inmiscuye en los asuntos chilenos refleja que hay un afán
imperialista por parte de algunos argentinos que sienten que tienen todo el derecho a entrometerse en lo que no les corresponde".
La ola fue creciendo hasta que el canciller Alberto Van Klaveren dio el parte oficial el martes pasado: “Las declaraciones (de Garré) no nos parecen muy afortunadas ni muy apropiadas".
¿Intromisión? Los delitos de lesa humanidad son de jurisdicción universal y el legado que dejan sus perpetradores no sólo puede, sino que debe ser utilizado como lección en todos los países. Así lo entendieron decenas de gobiernos, como el de Lula da Silva, que sintieron la necesidad de expresar
su aborrecimiento por el dictador en un comunicado oficial, o la casi totalidad de los partidos de derecha europeos que opinó en el mismo sentido.
Un dato es sintomático: La dirigencia de Chile logra más unidad y claridad para rechazar una supuesta y menos que tenue intromisión argentina que para llamar a Pinochet por su nombre. Quien sufrió torturas, exilio y muerte y preside el país, viste luto por el ex gobernante, permite honores del Ejército, habla con medias palabras y parece casi prescindente entre dos
bandos. Y conste que muchos chilenos sí saben de qué se trata, más que su dirigencia. Basta caminar las calles de Santiago.