Cuando Pablo Iglesias bajó de un taxi en la puerta de los estudios de Atresmedia, todavía no había ganado el debate presidencial en España. La jugada simbólica fue a dos bandas: contra Uber y, también, contra la opulencia de sus rivales, que llegaron en autos de alta gama, entre ellos el Lexus de 160 mil euros de Albert Rivera. “Es un gesto a las familias del sector”, dijo al marcar el primer gol desde el vestuario.
Los tertulianos de la televisión aún no habían destacado su tono moderado, sobrio y propositivo cuando forzó en el primer minuto al presidente Pedro Sánchez a aclarar que no pactaría con Ciudadanos. Minutos después, llamó “maleducado” a Rivera, en la enésima interrupción del líder de Ciudadanos, que se afanaba por disputar el liderazgo de la derecha con Pablo Casado, del Partido Popular.
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Los medios de comunicación coincidieron en declarar a Iglesias como el claro ganador de los dos debates, emitidos el lunes por Televisión Española y el martes por Antena 3 y La Sexta. Para lograrlo, el líder de Podemos contó con dos “refuerzos” argentinos. Pablo Echenique, secretario de Organización del partido, fue el más visible de ellos. En las sombras del estudio de televisión, en tanto, estaba Pablo Gentili, ex secretario ejecutivo de Clacso y flamante jefe de gabinete de Iglesias, vinculado ideológicamente al Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva.
Echenique milita en Podemos desde su fundación y es, tras la caída en desgracia de Iñigo Errejón, el dirigente más visible luego del propio Iglesias y de Irene Montero, candidata al Parlamento. Gentili, vinculado al Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva, se mudó a Madrid hace tres meses, contratado por el candidato a presidente por su experiencia política. “Pertenezco a una generación de personas que entraron en experiencias progresistas con treinta y pico y ahora tienen más de 50. Hemos hecho algo que es lo que quiere Podemos: ganar elecciones y después aprender a gobernar para la gente”, explicó Gentili a la agencia EFE. La receta acaso sea “lulizar” a Iglesias, que no escribió una “Carta a los españoles” ni vistió traje y corbata, pero se mostró presidenciable (o “vicepresidenciable”).
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Durante los debates, asestó golpes a sus rivales sin participar de discusiones estériles. Se presentó como defensor del status quo, al leer artículos de la Constitución vinculados a derechos humanos, sociales, laborales. No pareció aquel dirigente que emergió tras el 15M con críticas a la Transición que alumbró esa misma Carta Magna. Su éxito fue simple: cuidó las formas, sin descuidar el contenido, logrando postularse como el “garante” de que el PSOE cumplirá sus promesas en caso de conformar una coalición con su formación. ¿Ganará más votos por imponerse en los debates? No. Pero si Sánchez quiere retener el poder, seguramente tendrá que subirse al taxi de Iglesias.
