Luego de haber encarado batallas tan terrenales como la reforma de la curia romana, el combate contra la corrupción en el Banco Vaticano y la lucha contra la pedofilia en la Iglesia católica, el papa Francisco le dio su turno a la fe. En el mismo día, la Santa Sede publicó la primera encíclica papal del Pontífice argentino, Lumen Fidei (en latín, La luz de la fe) escrita “a cuatro manos” junto a Benedicto XVI, y Jorge Bergoglio autorizó la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII.
Francisco firmó un decreto que reconoce la atribución de un milagro por intercesión de Juan Pablo II. El papa polaco, fallecido en 2005, ya había sido proclamado beato en 2011 tras la admisión de un primer milagro, pero para su canonización era necesario que se reconociera un segundo hecho inexplicable desde el punto de vista científico.
El primer milagro atribuido a Karol Wojtyla había sido la curación de la monja francesa Marie Simon Pierre del mal de Parkinson que padecía. Ahora, Francisco le reconoció la sanación de una mujer costarricense con un aneurisma cerebral en mayo de 2011, el mismo día en que Juan Pablo II fue proclamado beato en una multitudinaria ceremonia en el Vaticano.
Según la oficina de prensa de la Santa Sede, una comisión de siete médicos consultada en abril por la Congregación para la Causa de los Santos aceptó como un milagro el desenlace inexplicable de la enfermedad de la mujer. En el caso de Juan XXIII, papa entre 1958 y 1963 y artífice del histórico Concilio Vaticano II, Francisco aprobó la decisión de los cardenales y obispos pese a que no se constató un segundo milagro atribuido a su intercesión.
Así, ambos pontífices se convertirán en santos de la Iglesia católica. La fecha de la ceremonia de canonización aún no fue fijada, aunque el vocero del Vaticano, el padre Federico Lombardi, estimó que podría ser a fin de año. Según la prensa italiana, la fecha en mente para ambas canonizaciones sería el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
Casi en simultáneo con el decreto sobre la santificación de Juan Pablo II y Juan XIII, la Santa Sede dio a conocer ayer la encíclica La luz de la fe.
Las encíclicas son cartas que los papas dirigen a los obispos y fieles de todo el mundo, que se publican en ocasiones especiales y en las que imponen doctrina religiosa. Según reconoció el propio Francisco, el trabajo fue comenzado y casi terminado por su antecesor Benedicto XVI, y Bergoglio hizo algunos aportes al texto.
El documento reivindica valores tradicionales de la Iglesia y reafirma la oposición total al casamiento entre personas del mismo sexo. Allí se habla del matrimonio como “unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne y ser capaces de engendrar una vida nueva”.
Con definiciones como esa, Francisco asienta su imagen de papa progresista en cuestiones sociales y conservador en materia doctrinaria.
En el texto, que tiene 82 páginas en su edición en español y consta de cuatro capítulos, se percibe la mano de Benedicto XVI cuando se trata la relación entre fe y razón, una preocupación constante de Joseph Ratzinger durante su papado.
“En la época moderna se ha pensado que la luz de la fe podía servir para las sociedades antiguas, pero no para los tiempos nuevos, para el hombre culto, orgulloso de su razón”, puede leerse en Lumen Fidei.
En el documento también se destaca que “la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva” sino “un bien para todos, un bien común” que “está al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz”.
En la introducción del texto, Francisco deja en claro: “Estas consideraciones sobre la fe, en línea con todo lo que el Magisterio de la Iglesia ha declarado sobre esta virtud teologal, pretenden sumarse a lo que el papa Benedicto XVI ha escrito en las cartas encíclica sobre la caridad y la esperanza. El ya había completado prácticamente una primera redacción de esta carta encíclica sobre la fe. Se lo agradezco de corazón y, en la franternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo, añadiendo al texto algunas aportaciones”.
Durante la presentación del documento, cuando le preguntaron por qué Lumen Fidei sólo lleva la firma de Francisco, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, respondió sin vacilar: “No tenemos dos papas, tenemos un Papa y por eso no hay dos firmas. La encíclia es un testimonio de unidad”.
Con ese mismo espíritu, ayer Francisco y su antecesor volvieron a abrazarse públicamente durante la inauguración de una estatua del arcángel San Miguel en los jardines vaticanos. Los líderes de la Iglesia católica intentan recorrer juntos un camino inédito.