Sudáfrica rindió un homenaje a su último gran héroe de la lucha contra el apartheid, el arzobispo Desmond Tutu, en un funeral en Ciudad del Cabo sin pompa, como él deseaba, pero lleno de emoción y discursos que recordaron su papel clave en la historia del país.
El cuerpo del Premio Nobel de la Paz, fallecido a los 90 años, ahora será reducido a polvo por aquamación, un nuevo método de cremación basado en la combinación de agua y altas temperaturas, presentado como una alternativa ecológica a los modos de sepultura clásicos.
Familia y amigos, sacerdotes y dignatarios, se reunieron para despedir al admirado religioso, fallecido el pasado 26 de diciembre. Asistieron también la ex presidenta irlandesa Mary Robinson, la viuda de Nelson Mandela, Graça Machel, el rey Letsie III de Lesotho y un representante del Dalái Lama, que no pudo asistir por su avanzada edad.
"Madiba (Nelson Mandela) fue el padre de nuestra democracia, el arzobispo Tutu, su padre espiritual", dijo el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa antes de entregar a la viuda de Tutu, "Mama Leah", como la llaman cariñosamente los sudafricanos, una bandera nacional.
El féretro en el que permaneció en la catedral de San Jorge durante los dos días anteriores, para que miles de personas pudieran acudir a honrar su memoria, era de pino claro. Había pedido "el menos caro posible", en un país en el que los funerales son a menudo una muestra de opulencia.
La caja no tenía manijas de oro, sino simples trozos de cuerda para llevarlo, que recuerdan el sobrio cinturón de los frailes franciscanos, con un ramo de claveles blancos encima.
Tras el funeral, cuerpo del Nobel será sometido a “aquamación”, un método funerario permitido sólo en algunos países que consiste en el compostaje de los cuerpos con capas de hojas y madera.
De su nombre científico "hidrólisis alcalina", consiste en la cremación por el agua más que por el fuego. Los restos del fallecido se depositan en un gran cilindro metálico y luego se sumergen en un líquido, una mezcla de agua y productos alcalinos.
La sustancia se calienta (alrededor de 150 ºC) y se pone bajo presión, proceso que permite una rápida disolución de las carnes en el interior de la caja.
Después de sólo unas horas, los tejidos del cuerpo (grasas, sangre, proteínas, piel...) son "completamente licuados, y no quedan más que los huesos", explica el sitio funeral.info. Estos huesos son luego reducidos a polvo blanco, colocados en una urna y entregados a los familiares para ser enterrados, como lo será monseñor Desmond Tutu, o depositados en un columbario.
Desde un punto de vista simbólico, el agua se considera más suave que las llamas, y evoca el final de una vida comenzada en el elemento líquido. Pero sus defensores destacan sobre todo el beneficio ecológico del método, menos energizante que la cremación por combustión y que emite menos gases de efecto invernadero.
ds