El primer ministro Boris Johnson disfrutó ayer brevemente de las mieles del poder, tras ganar las elecciones generales del jueves en Reino Unido y obtener un mandato claro para desvincularse de la Unión Europea (UE) antes del 31 de enero. Su victoria , sin embargo, resultó más amarga de lo que cualquiera hubiera imaginado en la previa. El Brexit, respaldado en las urnas, podría traer como consecuencia no deseada la desintegración del Reino Unido, luego que la primer ministra escocesa, Nicola Sturgeon, reclamara un segundo referéndum de independencia, embanderada en la victoria aplastante de su partido en esa región.
Downing Street rechazó ayer esa idea, tras un breve diálogo telefónico entre ambos dirigentes. “El primer ministro dejó en claro que continúa oponiéndose a un segundo referéndum de independencia, apoyando a la mayoría del pueblo de Escocia, que no quiere volver a la división e incertidumbre”, aseguró un vocero de Johnson, que agregó que el gobierno buscará “fortalecer la Unión”.
La declaración, tajante y apresurada, desnudó los riesgos de la estrategia del líder conservador, que, una vez que concrete el prometido Brexit, podría gobernar un país más pequeño del que recibió. Ezequiel González Ocantos, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford, cree que habrá una colisión entre Johnson y Sturgeon. “El gobierno puede decir: ‘No te damos el referéndum’. La pregunta es si eso es sostenible, en un contexto en el que la unión del Reino está dada por el consentimiento”, afirmó a PERFIL.
Sturgeon redobló la presión al sostener que llegó el “momento de decidir” sobre la independencia de la región, donde el Partido Nacionalista Escocés (SNP) se quedó con 48 de 59 bancas con la promesa de evitar la ruptura con Bruselas. “Escocia ha rechazado a Boris Johnson y los conservadores y, una vez más, le hemos dicho ‘no’ al Brexit”, dijo Sturgeon en una conferencia de prensa en Edimburgo. La líder escocesa adelantó que “la semana que viene” su gobierno publicará “una propuesta detallada y democrática” para solicitar a Johnson la convocatoria de un nuevo plebiscito, luego que en 2014 el 55% de los votantes le diera la espalda a la secesión. “Esto no es simplemente una demanda que yo o el SNP estamos haciendo. Es el derecho del pueblo de Escocia, y usted, como líder de un partido derrotado en Escocia, no tiene derecho a interponerse en el camino”, aseveró.
El rumbo de colisión es inevitable. “Hay un partido conservador que arrasa en Inglaterra y le va muy bien en Gales con un discurso nacionalista inglés, que es lo que está detrás del Brexit, y, por otro lado, una Escocia que le da todo el poder al SNP –dice González Ocantos–. Puede haber una reedición de lo que pasa en España con Cataluña”.
Estrategia. Johnson pidió “cerrar las heridas” del Brexit, sin aclarar a qué se refería con ese llamado a la unidad en un país sumamente dividido desde 2016. “Insto a todos, a un lado y otro del debate, a permitir que comiencen a cerrarse las heridas”, dijo tras reunirse con la reina Isabel II en el Palacio de Buckingham. “Llevaremos a cabo el Brexit a tiempo el 31 de enero”, agregó, festejando la mayor victoria conservadora desde 1987.
Tras una campaña hábil, en la que repitió como un mantra la frase “Get Brexit Done”, el premier se alzó con una victoria total, que abre una nueva era en la política británica. Su partido obtuvo 365 parlamentarios, 47 más que en 2017, en una Cámara de 650 escaños. Vigorizado por esa mayoría y por una bancada que no desafiará por un buen tiempo su liderazgo, Johnson someterá la próxima semana su acuerdo de Brexit al nuevo Parlamento, que sería aprobado recién en enero. “La única pregunta que surge ahora es cómo impacta esta posición de fortaleza de Boris Johnson en el tipo de Brexit que propondrá. ¿La usa para prescindir de los conservadores más euroescépticos o se radicaliza y propone un Brexit más duro?”, se preguntó Ocantos.
Mapa. Johnson venció en el norte desindustrializado del país, un bastión tradicional del laborismo. El premier se hizo fuerte en pueblos con un sistema de salud deficiente, zonas rurales postergadas y con una renta per cápita baja, donde el rechazo a la Unión Europea, la globalización y la inmigración germinaron en los últimos años, convirtiendo a sus vecinos a la fe ciega de las bondades del Leave. Paradójicamente, un cosmopolita egresado de las elitistas Eton y Oxford fue elegido por los hijos de la clase trabajadora que se opuso en los 80 a las políticas económicas de Margaret Thatcher. Tras el Brexit, Johnson tendrá que buscar otra fórmula para conservar a esos electores.
El triunfo conservador impulsó la libra esterlina y las principales bolsas europeas reaccionaron con euforia, luego que se despejara finalmente el interrogante sobre la concreción o no del Brexit. Lo incierto ahora es cómo será esa ruptura, qué impacto tendrá en la economía británica y cuál será el futuro vínculo comercial con Bruselas. Ni hablar de cómo quedará limitada su influencia geopolítica en una escena marcada por la disputa entre China y Estados Unidos.
Felicitaciones de Trump
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo ayer que la gran victoria electoral de su aliado en Reino Unido, el primer ministro Boris Johnson, es un buen augurio para su reelección en 2020.
“Quiero felicitar a Boris Johnson por su excelente victoria. Creo que podría ser un presagio de lo que vendrá en nuestro país. Lo fue la última vez”, declaró s a los periodistas en la Casa Blanca, en referencia a lo que sucedió hace tres años y medio, cuando llegó a la Casa Blanca y los británicos optaron por el Brexit en el referéndum.
“¡El Reino Unido y Estados Unidos serán ahora libres para llegar a un acuerdo comercial masivo tras el Brexit!”, escribió Trump en su cuenta de Twitter.
A menudo se establecen paralelos entre los dos líderes, que comparten un estilo político poco convencional y políticas diplomáticas individuales.
En 2016, los británicos respaldaron el Brexit, poco antes que los estadounidenses llevaran a Trump a la Casa Blanca en un sorpresivo triunfo ante la amplia favorita, la demócrata Hillary Clinton.