Las filmación facilitada por la Comisión Nacional de Seguridad de México muestra los últimos minutos en prisión del líder del cártel de Sinaloa, Chapo Guzmán. En la celda, de unos 10 metros cuadrados, con mobiliario de cemento, no hay objetos personales. Solo una placa iluminada que parece un iPad, unas botellas de agua y poco más.
Aunque las autoridades insisten en que su comportamiento es el normal en un preso confinado largo tiempo, saltan a la vista sus nervios. Sus idas y venidas previas. El instante de tensión final, cuando sabe que se lo está jugando todo y enarca los hombros en un gesto decidido.
Su difusión se encuadra en la contraofensiva lanzada por el Gobierno mexicano tras la evasión. Miles de militares, policías y agentes de inteligencia han sido movilizados para restañar el orgullo herido de una nación. El Ejecutivo incluso ha pedido ayuda a la población. Con este objetivo se han liberado también las fotos de El Chapo tomadas al entrar en la cárcel en febrero de 2014. Pelo rapado, ojos encendidos y un rostro bien conservado para sus frenéticos 58 años.
El vídeo redondea este retrato. Es la imagen que quedará en la retina de un país. Los últimos pasos del hombre más buscado de México y casi con seguridad del continente. Una leyenda oscura por cuyo paradero se paga 3.750.000 dólares. La mayor recompensa ofrecida hasta la fecha en México por un criminal.