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¿Cómo se hace entender un holandés en Grecia?

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J. J. Abrams, 2009 | Star Trek

Ludwik Zamenhof era médico oftalmólogo y vivía en una pequeña ciudad que algunos días era parte de Polonia y otros era parte del Imperio Ruso. Transcurría la segunda mitad del siglo XIX. En esa época, Europa se sostenía en frágil equilibrio entre varias potencias: el Imperio Austrohúngaro, Inglaterra, Francia, la Rusia de los zares, Alemania, incluso los turcos o los italianos, cada uno con su propio idioma y su propia cultura. La comunicación era imposible o azarosa: un holandés en Grecia no tenía manera de hacerse entender; un búlgaro en España tampoco. Zamenhof concluyó que si existiera una lengua común que fuera simple y universal se facilitaría el entendimiento entre todos los pueblos y dejaría de haber conflictos y guerras. Y dedicó el resto de su vida a inventarla. En 1887 publicó un pequeño libro donde presentaba su Lengua Internacional, con el seudónimo de Dr. Esperanto, que en esa nueva lengua significa «esperanzado». La mayor parte del vocabulario está tomado de lenguas modernas de origen indoeuropeo; para todos sería vagamente familiar. Su gramática tiene unas pocas reglas estrictas y sin excepciones; para todos sería sencillo de aprender. En los últimos ciento cincuenta años aparecieron miles de lenguajes inventados, desde el volapük creado por un sacerdote alemán hasta el klingon inspirado en la serie de televisión Viaje a las Estrellas. Pero ninguno, ni siquiera el esperanto, consiguió su propósito de convertirse en esa deseada herramienta para la fraternidad y la comprensión entre los hombres del mundo.

 

(En la imagen: el capitán Kirk y Spock debaten detalles de la gramática klingon. En Star Trek, de J. J. Abrams, 2009.)

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