Viernes a las 5 PM, hora del este de Estados Unidos. Ese el momento límite para que Elon Musk, el hombre más rico del mundo, concrete la compra de Twitter por USD 44.000 millones. Si no lo hace, se enfrentará a un juicio que no hará más que empeorar la ya extremadamente tensa relación que mantiene con las autoridades de la red social favorita del círculo rojo y de más de 300 millones de personas.
El dueño de Tesla y SpaceX había acordado la compra en abril, pero semanas después trató de cancelarla, argumentando que el precio estaba “inflado” por la cantidad desproporcionada de bots -cuentas automatizadas de usuarios falsos- que se mueven en la plataforma.
Cuando Twitter lo demandó para que cumpliera lo pactado, Musk terminó cediendo. Kathaleen St. Jude McCormick, la jueza que supervisa el caso en Delaware (EE.UU.), notificó a las partes que la operación debía cerrarse a más tardar este 28 de octubre.
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Aunque Musk sigue creyendo que “obviamente pagó de más”, ya dio señales de que esta vez cumplirá con su palabra, al recurrir a una combinación de deuda y financiación de capital para llegar a la cifra prevista.
También se cree que podría verse obligado a vender miles de millones de dólares en acciones de Tesla, un movimiento que se hizo más fácil después de que la automotriz reportara ganancias la semana pasada.
Su estrategia económica puede tener una vertiente más dañina. La semana pasada, The Washington Post publicó que Musk planea despedir a casi el 75 por ciento de los 7.500 empleados de la compañía.
Cabe la posibilidad de que la red social del pájaro tenga modificaciones
Mientras esperan con temor, también saben que el cambio de rumbo será marcado. Al empresario lo seduce la idea de que Twitter sea parte de una gran aplicación que integre varias funciones, entre ellas la de chat.
Pero la modificación más decisiva podría ser la limitación de la moderación de contenidos, algo con consecuencias cruciales en la conversación global, como el posible regreso a la red de Donald Trump y sus mensajes furibundos.
BL PAR