Cecilia Arizaga, reconocida socióloga, opinó que las instituciones están en crisis, situando en primer término al individuo. “Somos personas que nos podemos autoconstruir, y eso daría una idea de mayor libertad y autonomía frente a las instituciones", afirmó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
Hace poco más de 20 años, el filósofo francés Pascal Bruckner publicó su libro La euforia perpetua: sobre el deber de ser feliz. Se dice que cada generación es más hedónica que la anterior ¿Cuál es su propia opinión sobre el tema?
En realidad, la felicidad se ha vuelto un mandato de época. En ese sentido, estamos en un momento histórico en el cual el individuo tiene un papel preponderante.
Las instituciones van cayendo lentamente. Esas instituciones fuertes que nos daban mandatos fuertes de como ser, de como actuar, de cómo sentir, hoy han perdido fuerza frente a lo que es el individuo.
Hay una cantidad de estudios respecto a esto. Sobre todo, esta idea de autoconstrucción del individuo. Giddens llama a esto “el proyecto reflexivo del yo”, que plantea que, de alguna manera, somos personas que nos podemos autoconstruir, y eso daría una idea de mayor libertad y autonomía frente a las instituciones, pero estamos también más desvalidos y con una incertidumbre constante.
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Me parece que es entre esas tensiones en donde a mí me interesa situarme. Esta idea de búsqueda de la calidad de vida, de bienestar, que son conceptos que surgen en el trabajo de campo.
Es decir a partir de las personas que entrevisto, observo, con las que converso en mi investigación, y que están totalmente atravesadas por lo que yo llamo “la gestión de la incertidumbre”, que creo que es propia de este momento histórico, y, sobre todo, lo centro en sectores medios, profesionales, del área metropolitana de Buenos Aires.
Hay una discusión histórica en filosofía sobre si el fin del ser humano es la felicidad, la eudaimnía, o el fin es el deber, como plantearían los kantianos. ¿Cómo establece una relación entre el deber y la felicidad? ¿Cumplir con el deber también genera felicidad?
En realidad, a partir de lo que he investigado, en el momento en que la felicidad se vuelve un mandato social, estas dos nociones se ligan completamente. Hay un deber de ser felices. En las redes esto se ve exponencialmente, sobre todo si vemos lo que pasa en Instagram, por ejemplo.
Hay una necesidad de mostrarse en una situación de bienestar, de calidad de vida, pero también de felicidad. Hay cierta muestra constante de que existimos a partir de que somos felices y que, al mismo tiempo, el éxito social está totalmente asociado al ser felices en un sentido que da para pensar diversos factores que están dando vueltas.
En ese sentido, no veo que haya una tensión hoy entre el deber y la felicidad porque, si nos podemos a pensar lo que hoy se pide en el mercado de trabajo, sobre todo a las generaciones más jóvenes, y lo que las generaciones más jóvenes demandan, está muy emparejado, se vuelven muy actuales los discursos de, por ejemplo, un trabajo que al mismo tiempo dé bienestar a sus jóvenes trabajadores.
Aparecen estas competencias anuales de los mejores lugares para trabajar en donde se destaca el placer y el buen clima dentro del trabajo.
Dar clases de yoga en medio de las reuniones de trabajo, se ponen espacios lúdicos dentro del espacio de trabajo, o que no haya paredes que separen a los jefes de los empleados, con la búsqueda de una mayor horizontalidad. Todas esas cosas aparecen dentro del discurso, ahora, cuando uno va a la práctica, eso no significa que no haya tensiones, conflictos o demandas.
Por ejemplo, esto de tener que responder constantemente, cuando uno está ya en su casa, o el fin de semana, que aparecen chats constantes que no nos dejan salir del mundo del trabajo.
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Lo que creo que hay es una mayor tensión entre lo discursivo y lo que después se refleja en la práctica.
¿Se puede medir la felicidad? ¿Cómo se puede encontrar un parámetro para comparar un índice de felicidad entre distintos países, que pareciera ser algo subjetivo?
Desde hace ya varios años, principios de los dos mil, han aparecido distintas mediciones de la felicidad. Una de las más conocidas es el “The World Happiness Report”, de Naciones Unidas, que justamente hoy, estuve viendo, y decían que Finlandia está en el primer puesto en 2023.
Se repite bastante que los países nórdicos aparezcan en los primeros puestos. Argentina aparece en el puesto 56. Hay países de la región que aparecen más arriba, como Costa Rica en el puesto 16, Guatemala en el 30, Uruguay en el 31.
Los factores que tienen para medir la felicidad son: el desarrollo social, los ingresos, la salud, la libertad, la generosidad y la ausencia de corrupción.
La felicidad pasiva: la gratitud como hábito
Tomando estos países que generalmente aparecen en los primeros puestos de felicidad, como Finlandia o Suecia, de alguna manera, se toman factores numéricos, ciertos indicadores para medir la felicidad, pero que no terminan de detectar problemas que subyacen y que son difícilmente cuantificables.
Por ejemplo, en Suecia, el problema de la soledad, y con esto no me refiero al hecho de vivir solo, que es algo que se da en la mayoría de los países desarrollados hoy en día. En los barrios más ricos de Buenos Aires también se da. Pero uno puede vivir solo y no necesariamente estar en soledad.
Lo que aparece en estos países es la idea de que no necesitamos la red de interdependencia que todos los que trabajamos en ciencias sociales entendemos como necesaria para poder desarrollarnos y tener una vida plena.
Esa articulación entre lo individual y lo social. Poder sentir que se entrecruzan estas biografías personales con estos contextos sociohistóricos.
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¿Hay estadísticas que demuestran que existe mayor grado de felicidad entre aquellos que están en pareja que en aquellos que están solteros?
No podría decir qué estadísticas hay en relación a esto. Hay estudios que muestran que las personas que están en pareja, sobre todo si son varones adultos, tienen una mayor percepción de bienestar.
¿Los varones necesitan más estar en pareja y si son más grandes más aún?
Hay un estudio que pude leer hace relativamente poco, una tesis de la cual yo fui jurado, que me pareció sumamente interesante por lo que decía respecto a esto.
En los varones adultos, a diferencia de las mujeres adultas, hablo de mayores de 50, el hecho de estar en pareja, supone una situación de bienestar subjetivo. La tesis no tenía estadísticas, pero sí varias entrevistas, en profundidad, a varones y mujeres de sectores medios del AMBA.
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En esas entrevistas, había una diferencia sustantiva en lo que decían las mujeres mayores de 50 con respecto a esto y lo que decían los varones.
El trabajo es de Paula Fernández López, es muy interesante porque muestra cómo se modifican las percepciones a partir de los distintos ciclos de vida pero también a partir del género.
Las mujeres solteras mayores decían que de ninguna manera iban a volver a convivir, que no les interesaba volver a vivir en pareja en el sentido más tradicional, mientras que los varones daban cuenta de la necesidad de formar pareja para sentir un bienestar futuro. Eso me pareció muy interesante.
FM JL