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MODO FONTEVECCHIA
Proyecciones económicas

Emmanuel Álvarez Agis: "Kicillof no cree que donde hay una necesidad hay un derecho que se satisface emitiendo"

El economista advirtió que el Gobierno enfrenta "la segunda salida del control de cambios que sale mal" y señaló que el resultado en la provincia de Buenos Aires marcó un punto de inflexión para la gestión de Javier Milei.

Emmanuel Alvarez Agis
Emmanuel Alvarez Agis | Cedoc Perfil

El economista Emmanuel Álvarez Agis sostuvo que Javier Milei “se equivocó en plebiscitar su gestión en la provincia de Buenos Aires” y alertó sobre la fragilidad del esquema cambiario actual. “El Gobierno esperaba que la economía no hiciera ruido antes de la elección, pero la apreciación cambiaria fue demasiado aguda”, explicó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190)

Emmanuel Álvarez Agis es economista y fundador de PxQ Consultora. Fue viceministro de Economía de la Nación entre 2013 y 2015 y subsecretario de Programación Macroeconómica entre 2011 y 2013. Fue consultor también del Banco Mundial y de la ONU.

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¿Cómo imaginás que llega a octubre el sistema de cambio de la Argentina y qué pasa después de octubre?

Lamentablemente creo que estamos asistiendo a la segunda salida del control de cambios que sale mal. Eso es lo que le está complicando la elección y la dinámica al Gobierno. El Gobierno esperaba que la economía no hiciera ruido antes de la elección, pero la apreciación cambiaria fue demasiado aguda y en un momento se encontró en una encrucijada. La tasa de interés que mantiene quieto al dólar hunde la actividad económica. Si la tasa de interés permite que la actividad económica saque la cabeza de abajo del agua, dispara el dólar.

A la elección de medio término de la provincia de Buenos Aires le agregó algo que, para un Gobierno encabezado por un outsider, con todas las implicancias institucionales que tiene eso, le complicó mucho esta historia donde se montaba Javier Milei para poder gobernar en minoría en el Congreso, que era: "Todo esto que yo hago tiene un tremendo espaldarazo del lado de la opinión pública".Era esperable que la provincia de Buenos Aires le diera una negativa al Presidente. Ahí hubo un error no forzado de él mismo ir a plebiscitar su gestión en una provincia que, desde que arrancó este gobierno, destruyó 33.000 puestos de trabajo en el sector privado. En el mismo período en Neuquén creó 6.500.

Uno hubiese pensado que convenía plebiscitar la gestión más en una provincia cordillerana, que probablemente son las más beneficiadas por este tema macroeconómico y por las desregulaciones que estamos viendo, que en el conurbano. Vale lo mismo probablemente para Gran Santa Fe, Gran Rosario o Gran Mendoza, que son sectores con mucha presencia industrial que, ante esta apertura económica y este dólar barato, obviamente sufren en materia de empleo y de ingresos. Lo primero que necesitamos es que el Presidente tenga la voluntad de revisar el programa macroeconómico a posteriori de la elección. Lo segundo que necesitamos es que esa elección no sea una masacre para el oficialismo, porque si ese es el caso es probable que revisar sea un poquito más difícil.

Me llama la atención que personas tan distintas desde la perspectiva ideológica de la economía, como vos y Arriazu, coincidan en decir que fue un error lo de las bandas y que se salió del cepo anticipadamente. ¿Qué te pasa cuando ves que de repente empiezan a coincidir personas con una mirada tan distinta desde lo ideológico?

Es algo bastante específico de nuestra profesión. Si vos ponés a un monetarista y a un keynesiano arriba de un barco, es imposible que se pongan de acuerdo para qué lado quieren navegar. Pero si el monetarista y el keynesiano ven que en el barco está entrando agua, te aseguro que los dos agarran un balde y la empiezan a tirar para afuera. En las crisis las diferencias teóricas o incluso ideológicas se tienden a achicar.

A Bush le tocó hacer algunas de las medidas más intervencionistas que haya visto uno en la economía norteamericana. El propio Mauricio Macri, ante una crisis, restauró el cepo y subió las retenciones. Esta es una crisis económica que es la típica crisis económica que nos ocurre hace algunos años, desde el gobierno de Alberto Fernández al de Milei inclusive, que ocurre un cachito antes de la elección de medio término. Eso es porque una economía que cada vez la estamos rompiendo un poquito más, todos los presidentes de todos los colores políticos, la tratan de forzar para generar esa sensación de bienestar que el presidente siente que necesita para ganar la elección de medio término porque si no, vienen atrás unos desastres increíbles.

Y lo que enseña la experiencia de Macri, de Alberto Fernández y, ojalá, no del propio Milei, es que muchas veces lo que rompés de la economía para llegar bien a la de medio término te termina condenando en tu programa de reelección. Por eso muchos pensamos que octubre es una fecha límite para hacer algunas correcciones que requiere este modelo.

Milei

Si se empieza a andar sin estos ruidos, sin estas crisis tan evidentes que estamos viendo hoy, yo no estoy seguro si va a ser un modelo muy popular a nivel electoral. Porque me parece que es un modelo que promueve la generación de dólares y claramente Argentina eso lo necesita, pero eso es una condición necesaria que no genera la condición suficiente, que es que la abundancia de dólares en el futuro inmediato de Argentina pueda convivir con una escasez de trabajo. Para mí ese es el principal problema que enfrenta la economía para adelante.

Tenemos actividades que nos van a traer muchos dólares y el mundo le pone buenos precios a esas actividades, como el agro, la minería, el petróleo y el gas. Ahora, cuando uno mira los requerimientos laborales de esos ganadores de un próximo modelo macroeconómico, son muy bajos. Y cuando uno mira los requerimientos laborales de los perdedores, en un marco de economía abierta como nunca estuvo la Argentina en la historia, en un mundo en el que hay una guerra comercial producto de la política arancelaria de Trump, ahí me parece que hay un punto flaco para la clase política en su conjunto.

Se tiene que pensar cómo lograr que Vaca Muerta genere todos los dólares que necesito para tener una industria que genere todos los empleos que necesito, sin que esa protección implique precios internos que hagan que cuando un argentino cruza a Chile vuelva con cuatro mochilasy cinco riñoneras. No es un problema sencillo. Donald Trump está, en otra escala, sufriendo el mismo problema. Está cerrando la economía y está empezando a tener presión en los precios internos y los empleos no se terminan de generar. Me parece que en Argentina, que viene complicada hace más de una década, ese problema es todavía más acuciante.

Usaste la metáfora de un monetarista y un keynesiano en un barco. El monetarista podría ser el Presidente y el keynesiano podría ser el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Dado que vos fuiste su viceministro cuando él fue ministro de Economía y, al mismo tiempo, ayer Kicillof dio un reportaje en el que decía que hay que hacer cambios y Milei puede hacerlos, me gustaría tu propia evaluación de cómo podría convivir un keynesiano como Kicillof, asumiendo como presidente la responsabilidad de llevar adelante la economía.

Ese es un sesgo que tenemos hacia la caricaturización de esas dos posiciones, que a veces es culpa de la propia política. En mi carrera nunca leí a un monetarista tan extremo como Milei. Entonces, creo que Milei termina siendo una caricatura del monetarismo. Y de la misma manera me consta que el gobernador de la provincia de Buenos Aires no cree que donde hay una necesidad hay un derecho que se satisface emitiendo moneda. Su gestión lo exime de esa caricatura. Lo que sí creo es que Argentina debería ser explícita de cara al mercado financiero, pero también a los dueños de las compañías, a la inversión real, tanto extranjera como nacional.

La política ha reflexionado sobre la necesidad de tener ciertos acuerdos a nivel macroeconómico que no impliquen que por un cambio de gestión cambia radicalmente el balance de ganadores y perdedores de nuestra economía. Porque si no, eso hace que un bonista tenga que prestarle plata a una gestión de gobierno, no a un país. Y en ningún lado pasa que los bonistas dicen: “Si cambia el presidente tengo que vender todos mis bonos porque pasan a valer cero, o si cambia el presidente tengo que comprar estos bonos que valen cero porque pasan a valer 100”.

Si vos mirás la historia reciente de Argentina, con Macri valían 100, con Alberto Fernández llegaron a valer 20, con Milei llegaron a valer casi 80 y ahora que empieza a haber un amague de cambio de gobierno, empiezan a valer 60. Eso para una compañía que opera en Vaca Muerta y tiene que cada seis meses buscar su capital de trabajo en el mercado financiero internacional para poder seguir potenciando sus actividades, es enloquecedor. Y lo que hace es achicar y acortar en términos de duración la inversión.

Con lo cual, desde el ideario keynesiano, yo creo que cualquier gobierno nacional popular, de centroizquierda o progresista debería respetar dos máximas. La primera es que la política fiscal tiene que conducirse de una manera contracíclica. Cuando realmente hay una crisis, probablemente hay que desajustar un poco el fisco, pero cuando no hay una crisis y hay vacas gordas, ahí hay que ajustar el fisco.

Esa primera máxima está supeditada a una mucho más importante, que es que cuando te quedaste sin dólares, no hay ortodoxia, no hay monetarismo, no hay keynesianismo: tenés que hacer una corrección cambiaria y apretarte el cinturón fiscalmente hablando, porque si no, la economía choca. Ahora a quién le apretás el cinturón es lo que divide las aguas respecto de un gobierno progresista y respecto de un gobierno conservador. Para mí, los que dicen “expandamos a pesar de que el Banco Central está vacío”, no son keynesianos, esos son dementes.

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Un keynesiano que opera en un país como la Argentina, una economía periférica, chiquita, abierta, debería entender que cuando el Banco Central está vacío, a vos te toca ajustar esta economía. En ese tocar ajustar, siempre creo que hay que ajustar a aquellos que tienen alguna capacidad de ahorro, no a aquellos que tienen cero capacidad de ahorro. Pero no por una cuestión moral, sino porque cuando vos ajustás en esos sectores donde se consume la totalidad del ingreso, el impacto sobre el mercado doméstico es mucho más grande, porque lo que baja es el consumo, porque la única forma de ajustarse es ajustar el consumo. El impacto es mucho más grande que si vos ajustás en sectores que tienen alguna capacidad de ahorro, porque lo que pasa ahí es que lo que baja es el ahorro, no el consumo.

Después, desde el punto de vista empírico y coyuntural es súper complejo. Argentina tiene una historia de modificar los impuestos ya no cada cuatro años, como los gobiernos, sino cada dos años. Tenemos la competencia casi desleal en materia tributaria con Uruguay, que implica un fuerte desafío en términos de tributación de altos ingresos. Y para peor tenemos una estructura tributaria pesada y muy ineficiente. Una modificación tiene que mejorar la eficiencia, mejorar la progresividad, al tiempo que la hace más liviana. Con lo cual, el desafío es enorme. Por eso creo que la política esté jugando al flipper con la Argentina, haciéndolo rebotar entre una pared derecha y una pared izquierda, no es nada sano.

Me parece que otro de los temas en los que haya un punto de acuerdo es esa famosa discusión de cuál es el dólar adecuado. Recuerdo que cuando era ministro de Economía Kicillof y hubo una crisis, devaluó. ¿A tu juicio, cuál sería para un monetarista y cuál sería para un keynesiano el dólar razonable para generar la suficiente cantidad de dólares de exportación y la suficiente cantidad de empleo?

Ahí hay una tragedia, que es en el único lugar donde para la política no hay grieta, porque cuando llega la hora de la verdad, a todos los gobiernos les encanta abaratar el dólar para reducir la inflación, abaratar las importaciones y generar esta sensación momentánea de bienestar. En el Mundial de Rusia se metió a 30.000 argentinos en la Plaza Roja, en Qatar fuimos locales, en el Mundial de clubes y somos el país que más entradas pidió para el Mundial de Estados Unidos. Ya las proyecciones del sector están indicando que no importa quién gobierne, el dólar va a estar barato.

Hablé con muchos banqueros centrales de la región en privado. Tres personas que trabajan en países muy distintos, con economías muy distintas, me dijeron: “Si yo estuviera en el lugar de ustedes, para mí el dólar de equilibrio es ese que hace que el Banco Central compre dólares, hasta el punto donde tengas una semejante cantidad de reservas que nadie más dude de que podés sostener un dólar en cierto nivel cuando a vos te parece, como banquero central, que es necesario”. ¿Dónde está ese punto para Argentina? Sin exagerar, yo creo que hoy está en los 95.000 millones de dólares, es decir que tenemos que prácticamente duplicar las reservas que tenemos.

Entonces, si uno no tiene esa decisión y, sobre todo, ese componente de estadista que necesita esta política, tiene que necesariamente convencer a la sociedad de que los beneficios de ordenar esta economía van a tardar en llegar. El error de Milei, y tal vez ni siquiera fue un error, tal vez es la única posibilidad que tenía un outsider, es haber empezado a decir que la economía rebotaba como pedo buzo, que lo peor ya había pasado y que a partir de ahí la inflación solo iba a bajar porque el programa ya estaba modificando las expectativas del mercado respecto a Argentina. Si vos no tenés alguien que se pueda sostener incluso perdiendo una elección de medio término porque entiende que las reformas que tiene que hacer Argentina tardan en madurar, tenés un primer problema.

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El segundo es que si el que haga eso quiere cargar ese ajuste, que va a tardar probablemente cuatro años en dar sus primeros frutos, sobre los que menos espalda tienen, la sostenibilidad política de eso va a ser nula. Y creo que lo estamos viendo hoy. Milei jugó a lo que nosotros denominamos una solución de esquina. Tenés dos variables y entonces elegís todo de una, nada de la otra, o todo de la otra y nada de la una. Esas dos variables son inflación y empleo. El problema es que el programa apostó a eliminar la inflación, incluso a costa de que la actividad económica sufriera. Ahí la hipótesis era que incluso ese tipo que se quedó sin trabajo iba a decir: “Bueno, yo me quedé sin trabajo, pero este tipo puso la inflación en cero". A lo Menem en 1992, por ponerlo en un año concreto. Y me parece que se quedó a mitad de camino. Se jugó toda a la inflación y la inflación le devolvió un dos, con todo el costo en términos de actividad y de empleo.

Yo trato de no sobreinterpretar los resultados de la urna, pero en la provincia de Buenos Aires el peronismo sacó la misma cantidad de votos después de haber hecho un gobierno horripilante, como el del Frente de Todos, y al mismo tiempo un montón de gente que decidió ir a votar por Milei dice que no tiene ganas. El votante, si hoy la inflación fuera del 0,3% mensual, podría haber ido orgulloso a decir: “Sí, en provincia de Buenos Aires hay 33.000 empleos menos, pero la inflación es cero. ¿Será ese el costo que tenemos que asumir para que la inflación sea cero?”. Pero acá es ni chicha ni limonada: la inflación es dos y la actividad está muy dañada. Creo que ese combo es el resultado de usar el truco del dólar. Mejor tratar de que la política entienda que de la caja de herramientas que tiene la economía, ese botoncito de bajar el dólar para que la cosa ande mejor debería estar prohibido usar, te diría yo, durante una década por lo menos.

TV/MU