El principal candidato a dirigir el CONICET, Daniel Salamone, anticipó hace unos días su intención de que, bajo el gobierno de Javier Milei, los investigadores argentinos prioricen la publicación de papers en revistas científicas como un indicador de la productividad y calidad de su trabajo.
A la luz de un escándalo que se proyecta en toda Latinoamérica, quizá no sea la mejor idea. En Perú, una investigación periodística reveló decenas de casos de científicos que compraron autorías de artículos publicados en revistas especializadas, como una medida para avanzar en sus carreras. En muchos países de la región, universidades y organismos públicos otorgan bonos o aumentos a quienes alcanzan esos logros; a mayor cantidad de publicaciones, mayor rango como investigadores.
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El programa Punto Final reveló cómo centenares de académicos de universidades chicas y medianas firmaron hasta 50 investigaciones en apenas un año, un ritmo imposible de alcanzar para cualquier científico. Los compradores formaban parte de un grupo de WhatsApp que incluía a un 70% de peruanos y al 30% restante de otros países latinoamericanos. Buena parte de ellos habían papers junto a investigadores de Nepal, Pakistán o Irak, también ávidos por publicar en revistas importantes para lograr ascensos.
Las investigaciones fraudulentas se venden incluso en plataformas web, como la brasileña Study Bay, que ofrece servicios de profesionales para la realización de trabajos académicos, disertaciones, proyectos de investigación y hasta tesis de doctorado. Ante una consulta del sitio SciDev.Netpara la redacción de un artículo científico sobre la incidencia del Alzheimer en América Latina, el sitio desplegó una oferta de 13 organizaciones y presuntos expertos (algunos con nombre y foto reales) dispuestos a hacerlo.
La proliferación de estos grupos pone en evidencia las limitaciones de un sistema de incentivos que gran parte de la comunidad científica considera agotado. Contra el énfasis cada vez más grande en la cuantificación de publicaciones y citas a la hora de valorar el trabajo académico, iniciativas como el Manifiesto de Leiden proponen complementar esos índices con juicios valorativos de expertos, consolidar la relevancia local de las investigaciones y promover las modalidades de acceso abierto a las revistas especializadas para democratizar la circulación del conocimiento.
