MODO FONTEVECCHIA
FENÓMENO SOCIAL

Fernando Moiguer: "La clase media empieza a ponerse nerviosa"

El economista analizó las consecuencias de una Argentina con marcadas tres clases sociales. "No hay ningún vector lícito para moverse socialmente en nuestro país, pero sí ilícitos: el narco y la corrupción de la política", sintetizó.

Fernando Moiguer
Fernando Moiguer | CAPTURA DE YOUTUBE

El mercadólogo, Fernando Moiguer, brindó definiciones al respecto de las marcadas diferencias de clases que predominan en el país. “Los ricos van a seguir siendo ricos aun iletrados, mientras que los pobres, aun con buen nivel universitario, van a padecer el rechazo del mercado laboral", manifestó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).

El reciente estudio de su consultora describe transformaciones de la Argentina: en lugar de ser sólo de clase media, está compuesto por tres clases sociales (pobre, media y alta). ¿Qué es lo que cambió y cómo resumiría la nueva estructuración de nuestro país hoy?

Durante el siglo XX hubo tres países latinoamericanos que eligieron un mecanismo para la movilidad social ascendente. Tanto Costa Rica, como Uruguay y Argentina resolvieron, en sus inicios, que la educación pública era el mecanismo para mover. Eso, en nuestro país, ya no funciona más: el 70% de los chicos de clase baja tienen más escolaridad que sus padres y siguen siendo de clase baja. Y ya comienzan a ser crónicos de esa clase.

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Es decir, el 91% de los pibes de clase baja, si tuviéramos seis años de tasas de crecimiento chinas, no moverían.

Planteo una hipótesis: quizá decir que tienen más educación que sus padres no nos dice todo, porque proporcionalmente es lo mismo hoy, en el mercado laboral, tener el secundario completo de lo que era hace 50 años tener el primario completo. Porque las competencias intelectuales son compradas con otros de clase alta, quienes ahora tienen posgrados. Entonces la distancia respecto al nivel educacional sigue siendo la misma, no progresaron. 

Con este trabajo estamos buscando tener un diagnóstico de lo que nos pasa, pero está lejos de tener un consenso. Ese padre, con el esfuerzo del abuelo del hipotético chico, terminaba con primaria completa, la cual le permitía el ingreso al mundo industrial

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Este pibe, con su mitad de secundaria, está en tareas marginales. Entonces, el modelo productivo no le da a que ingrese y pueda moverse. No hay ningún vector lícito para moverse socialmente en nuestro país, pero sí ilícitos: el narco y la corrupción de la política.

Entonces, con este análisis de que no es que tengan más nivel educativo que sus padres, sino que tienen relativamente el mismo, en competencia con quienes (en clase media o alta) también tengan educación superior a la de sus padres. En el plano internacional, hace 30 años, una persona salía de Harvard y tenía decenas de empresas que le ofrecían un salario altísimo, algo que cambió rotundamente en este nuevo siglo. ¿Es porque antes eran excepcionales estos casos y ahora es algo de mínima?

Sí, pero en nuestro país tiene una consecuencia no menor: el 93% de la clase alta, haga o no ese posgrado, va a seguir perteneciendo a esa misma clase. Porque el stock de bienes físicos, culturales y de relacionamiento ya los ubica ahí. Es decir, los ricos van a seguir siendo ricos aun iletrados, mientras que los pobres, aun con buen nivel universitario (en muchos casos primera generación recibida), van a padecer el rechazo del mercado laboral.

Desigualdad social en la Argentina
Desigualdad social en la Argentina

Esto es algo que mencionaba el economista francés Thomas Piketty, quien sostenía que se heredan no sólo saberes, sino también patrimonios. 

Sí, sin olvidar que se hereda relación. Patrimonio sin dudas porque, en Argentina, no hace falta un requisito económico muy elevado.  En Argentina, en 1974, en el quintil del 5% de clase alta necesitaba siete salarios de clase baja para entrar. Hoy, más de 50 salarios. Es decir, hay una clase alta deteriorada pero una baja, mucho más baja y desigualdad. Esto sucede a nivel mundial, pero en nuestro país es más complejo.

El malestar en la cultura es el que explica porqué en todo occidente hay discusiones acerca del valor de la democracia y el crecimiento de derechas extremas. El capitalismo  no está logrando la movilidad ascendente en ninguna parte del globo. En ese sentido, en muchos consumos culturales, como L-Gante o El Marginal, ¿son un síntoma de que la clase media necesita una representación de vida de los pobres, qué significa socialmente?

Hace 20 años, en un final de casamiento de clase media o alta, podía sonar una cumbia villera, en una especie de comportamiento de “mirá cómo me río e incorporo en la sociedad en la que estoy”. Eso generaba ilusión de homogeneidad. Hoy, la clase media ya no transmite valores que trasciendan a toda la sociedad, la que lo hace (lentamente) es la clase baja. Por eso, cuando ves a L-Gante o a Lali Espósito armando el famoso “viajero” de fernet en la televisión, empieza a haber una iconografía de la representación argentina. La misma parte de la clase más baja y derrama al resto.

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Entonces, ya no es sólo que no hay ilusión de homogeneidad sino que hay una visión taxativa de lo heterogéneo: las clases sociales ya no tienen espacio como antes para construir su imagen cerca del otro, como supo ser la cancha o algunos parques públicos. Las clases se construyen por la imagen que los medios construyen de las clases.

¿Queda una clase media cultural con hábitos aspiracionales de clase media pero económicamente con un consumo de clase pobre?

Sí, la Capital Federal es un ejemplo perfecto de eso. En el camino a la gentrificación de CABA ocurre eso. Pero lo que pasa es que cada vez tiene menos sustento y menos capacidad de reproducción. La clase media empieza a ponerse nerviosa y todos sabemos lo que eso significa.

En 1974 es el último año de una Argentina homogénea, Producto Bruto per cápita igual al de Australia. ¿Pero de estos 50 años, el punto de inflexión real fue en 2002?

El 2002 es la expresión de lo que venía pasando, es decir, las consecuencias de las dictaduras y sus consecuencias, en donde no hubo posibilidades de reencauzar modelos productivos que les cerrara a todas las clases.  

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Desde ese año tenemos un laboratorio que mide estos fenómenos a la vez en 5 países (Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay). En América Latina siempre pasa lo mismo en todos lados, pero en cada país pasa por razones diferentes. Y en Argentina pasa antes, peor y de manera más exagerada.  

Hay datos contundentes al respecto de este fenómeno de clases, y es central empezar a discutir esto. Muchas empresas ya lo están haciendo y les funciona, entendiendo como construyen volumen en un multitarget fragmentado. 

La preocupación es cómo resolvemos el problema de la pobreza y cómo volver a lograr aquel ideal de la Argentina en 1974, una sociedad con clase media.  Algo semejante a lo que intentó Lula en Brasil, subiendo 40 millones de personas de la pobreza a la clase media baja. Ese sería el gran desafío político del próximo Presidente. 

Claro, pero con una ventaja esperanzadora: Lula no tenía una imagen de homogeneidad y, entonces, aparecieron esas fuerzas en sentido contrario. Nosotros tenemos muchas dificultades pero la ilusión de homogeneidad que se está derritiendo aún se mantiene. Y no es menor. 

AO JL