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Hitler, inflación, sensación de abismo

Alberto Fernández y Javier Milei.
Alberto Fernández y Javier Milei. | Juan Obregón/Marcelo Dubini

La rápida respuesta del presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, a la comparación que Alberto Fernández hizo de la emergencia de Milei con la de Hitler es un síntoma. “Presidente Alberto Fernández: participar del juego democrático no deriva en Holocaustos. Los Holocaustos son consecuencia del odio, la intolerancia y la cancelación de las minorías”. En sintonía crítica, sobre Alberto Fernández, con el presidente de la DAIA, aunque con formas opuestas precisamente en lo referido a la intolerancia, Javier Milei también salió a responderle al Presidente: “No solo sos un ignorante que constituye una vergüenza para los argentinos de bien, sino que además con tus palabras caés en el delito de la banalización de la Shoá”, señaló en su tuit junto a una imagen del Museo del Holocausto.

El monopsonio es cuando muchos buscan trabajo, hay pocos empleadores y sueldos muy bajos 

Alberto Fernández no había dicho que la emergencia de Milei derivaría en ningún Holocausto sino que “Hitler no llegó por un golpe de Estado, llegó votado por los alemanes. Muchas veces los autoritarios se valen de la democracia para poder acceder al poder”. Lo mismo que dijo el papa Francisco en su último reportaje a Gustavo Silvestre: sin nombrarlo, se refirió a “la peligrosa tendencia a desacreditar a la política por los malos políticos”, y a “un político que hablaba lindo y que sedujo a la gente, se llamaba Adolfo (Hitler) y todo el mundo dijo: ‘Bueno, probemos con este, que nadie lo conoce; no conocemos sus raíces ni su condición’. Entonces votaron a Adolfito y así terminamos”. Silvestre le había preguntado si le preocupaba la emergencia de derechas extremas que eran muy populares entre los jóvenes. También recomendó la lectura de un libro del intelectual italiano Sigmund Ginzberg, titulado Síndrome 1933, que narra la emergencia de Hitler en medio de la hiperinflación de la Alemania posterior a la derrota en la Primera Guerra Mundial. No era la primera vez que el Papa lo hacía, ya le había recomendado la misma lectura al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ante la emergencia del partido de ultraderecha VOX, el mismo que invitó a Javier Milei a hablar ante sus militantes.

Tratando de despejar críticas a un eventual doble estándar, donde lo mismo si lo dice Alberto Fernández es criticado pero si lo dice un político de Juntos por el Cambio, no, el presidente de la DAIA me recordó que había criticado a Carrió cuando dijo que “Milei podría ser peor que Hitler” y también a Sturzenegger: “El expresidente del Banco Central de la República Argentina banalizó la Shoá trazando un paralelismo entre la coyuntura política de nuestro país y el régimen nazi”. Sturzenegger había escrito: “Para otros, la mera idea de cerrar la grieta sería como haberle pedido a Inglaterra que hiciera lo mismo con la Alemania nazi. Es decir, un camino inútil, porque la Alemania nazi nunca tuvo intención de negociar nada (sino, en todo caso, de ganar tiempo mientras embolsaba pequeñas victorias que no le generaban costo). Según este segundo enfoque, intentar cerrar la grieta no solo lleva a la inacción sino que, además, puede resultar en ataques de aquellos con los que se intenta negociar (que fue lo que le pasó a Chamberlain)”.

Si cualquier mención a Hitler y a la emergencia del partido nazi en Alemania pasa a ser considerada una banalización de la Shoá, no se podría escribir libros de Historia. Sabiendo de la buena fe y honestidad intelectual de la dirigencia de la DAIA, le pido a Jorge Knoblovits reflexión, como cuando Mauricio Macri dijo que “los alemanes son una raza superior” y en lugar de una declaración intercedieron para que pidiera disculpas o cuando, recientemente, Gerardo Morales hizo la misma comparación de las ideas de Milei con las de Hitler y prefirieron dejarlo pasar.

Pero la cuestión de fondo no es la DAIA, que cumple una función socialmente necesaria, sino las condiciones de posibilidad que generan la emergencia de discursos extremos, como los que contribuyeron al derrumbe de la República de Weimar en la Alemania de la década del 30, y que pudieran estar presentes en la Argentina actual como, por ejemplo, la alta inflación y la constante pérdida de la calidad de vida. El reportaje largo de PERFIL hoy es al Premio Nobel de Economía 2021, David Card, especialista en mercado laboral, experto en monopsonio, palabra pariente de monopolio: “Cuando hay muchas personas buscando trabajo y solo hay pocos empleadores, quienes pueden darse el lujo de ofrecer un salario menor al que tuvieran que ofrecer si hubiera más competencia por los trabajadores, se produce el llamado monopsonio”. El malestar que genera el continuo empobrecimiento facilita la predisposición a considerar propuestas disruptivas porque se tiene poco y nada que perder.

En el reportaje largo de mañana en PERFIL, el gobernador de Córdoba, Juan Schiretti, cuenta que en su provincia, la más rica y exitosa del país, Javier Milei tiene una intención de voto a presidente superior a cualquiera de los candidatos tanto de Juntos por el Cambio como del Frente de Todos. La hipótesis de Milei en la segunda vuelta es cada vez menos improbable, lo que en sí mismo es muy relevante. Independientemente de que aún en esa instancia las posibilidades de que surja derrotado fueran muy altas, como dijo en Radio Perfil Cayetana Álvarez de Toledo porque “siempre Trump pierde frente a Biden, Bolsonaro frente a Lula, Katz frente a Boric y el excéntrico alcalde de Bucaramanga pierde contra Petro”. La dirigente del Partido Popular, representante de la centroderecha de España, lúcidamente agregó que “para derrotar al kirchnerismo no hace falta gritar ni rugir” y hasta podría resultar contraproducente.

Una de las explicaciones a tanta desazón y polarización se encuentra en el trabajo titulado “Las 3 Argentinas”, realizado por la Consultora de Estrategia Moiguer en base a focus groups, entrevistas etnográficas y un estudio cuantitativo de la población general. “La Argentina siempre estuvo fragmentada en términos económicos pero se regía bajo la ilusión de un imaginario común: ‘la Argentina de clase media’. Los cambios continuos y profundos de las últimas décadas están modificando la estructura a nivel cultural e idiosincrático. Lo que revela el estudio es que a la fragmentación económica se le suma una fragmentación cultural que se traduce en distintas expectativas, valores y comportamientos por clase social”.

La ilusión de ser un país de clase media, siempre exagerada porque parte de la clase alta como de la baja se autopercibía clase media sin serlo, se quebró definitivamente con la cristalización del descenso social de las últimas décadas solidificado a partir de la crisis de 2002, que consolidó tres idiosincrasias y tres Argentinas. La educación dejó de ser un instrumento de movilidad social ascendente porque el 70% de la clase baja tiene más educación que su padres y no mejoró sus condiciones de vida. El fin de la idea de homogeneidad social tiene su correlato en la grieta y la polarización tiene su correlato en los discursos extremos.

¿Falta bajar más si fracasa el nuevo gobierno, como el segundo tiempo de Piñera en Chile? 

Carlos Pagni presentó su libro El nudo: por qué el conurbano bonaerense modela la política argentina. A lo Immanuel Kant, Pagni apela a las dos condiciones a priori de toda experiencia: tiempo (2001) y espacio (el Conurbano): “El modelo económico que había entrado en convulsión estalló en el lugar donde se lo había fundado, el conurbano de la provincia de Buenos Aires” y “la sociedad sigue atrapada en una agenda de problemas que se inauguraron en medio de esa gran alteración”.

Cristina Kirchner dejó 30% de pobres, Macri dejó 35% y Alberto Fernández dejará 40% (el segundo semestre de 2022 dio 39,2%). Cada período presidencial agrega 5% de pobres. ¿Estamos frente a un fin de ciclo iniciado en 2002 o aún nos falta bajar un escalón más si el próximo gobierno volviera a fracasar, como pasó en Chile con el segundo tiempo de Piñera y el estallido social que se generó?