Hernán Lacunza sostuvo que el hecho de que el presidente le diera protagonismo a un instrumento como la presentación del presupuesto, destaca la relevancia del mandatario, pero también señaló que la actitud de provocar a sectores de la Cámara Baja lo alejan de consensos, como lograr mejorar el presupuesto y conseguir leyes. Además, sostuvo que Milei no necesita ser convencido de la importancia del equilibrio fiscal, ya que él la prioriza, pero advirtió que el generar resultados económicos puede no coincidir con los tiempos políticos. “A mitad de camino siempre te agarra una elección y te terminas tentando con desvíos de carácter populista”, expresó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
Hernán Lacunza es economista, ex ministro de Hacienda en el Gobierno de Mauricio Macri y ex ministro de Economía de la Provincia de Buenos Aires en la gestión de María Eugenia Vidal. Previamente, fue gerente general y economista jefe del Banco Central y ejerció el cargo de director del Centro de Economía Internacional de la Cancillería.
A pesar de las críticas que imprimió en el primer informe la Fundación Pensar, recompuso en su último análisis las expectativas frente al plan económico de Javier Milei. Lo recibimos para analizar en profundidad lo presentado el domingo por el presidente.
Confieso que tengo mucha nostalgia de economistas que hablan pausadamente y que plantean cosas razonables. Hacía tiempo que no hablaba con vos y te voy a escuchar con mucha atención. Ayer en este mismo programa, dos economistas de posturas diferentes, uno bien ortodoxo y otro bien heterodoxo, dijeron que el presupuesto presentado por Javier Milei en el Congreso tiene mucho de dibujo. ¿Coincide en ese análisis?
Primero, creo que el presupuesto tiene luces y sombras en sus proyecciones. Creo que tiene un primer mensaje importante para los mercados, que no es un Godzilla ni un monstruo agazapado, sino que somos nosotros sumados con las transiciones de ahorro e inversión. Da un mensaje de que el equilibrio fiscal no es negociable. Esta idea que ahora parece tan obvia y tan difundida, me parece que puede ser un primer legado de estas gestiones. El déficit no lo pagan los vietnamitas o los sudafricanos, sino que lo pagamos nosotros con impuestos, deuda o inflación.
Esto que hoy parece más aplomado y más asentado, hace un año no era tan obvio, y tiene un compromiso más explícito. Después veremos si es posible, si es práctico o no, pero ese mensaje está claro.
Tiene un segundo mensaje a la política, en dos aristas, en línea con lo primero, le dice al Congreso que vetará todo proyecto de ley que tenga aumento de gastos que no sea correspondido con una baja de otro gasto, y, en ese sentido, le da la posibilidad de financiarlo con impuestos o con deuda. Y tiene otro mensaje a la política, a nivel de gobernadores, donde dice que todos somos corresponsables de la estabilidad que deriva del equilibrio fiscal, entonces, para alcanzar esa estabilidad que tanto anhelamos, después de 40 años de barriletes, son 40 que es la democracia moderna, tenemos que no gastar más de lo que tenemos. Por supuesto ahí hay tensiones, porque en política siempre queremos que la cara del ajuste sea el otro.
Respecto a tu pregunta concreta de las proyecciones, yo te diría que no me parece alocado las proyecciones de la economía real, del crecimiento y del rebote. Dijo algo parecido a que en 2025 el nivel de consumo privado va a ser parecido al de fines de 2023. O sea, se toma seis trimestres de julio en adelante, para recuperar la caída de los dos primeros trimestres de este año. Eso es así, siempre, y si el Gobierno no despista en alguna curva en el camino, parece que es posible eso.
Después hace caso omiso sobre las tensiones que estamos viendo hoy, con las reservas, el riesgo PAÍS y la brecha cambiaria, y que va a ser más de lo mismo. La inflación va a ir bajando, la devaluación también, y entonces ahí se presume que no va a hacer nada con el régimen cambiario, y seguir un año y medio más con este cepo, va a ser difícil.
Hernán, vos agregás una palabra que me parece crucial, y a veces en el discurso de alguien es importante entender a quién se dirige, porque muchas veces uno puede creer que el discurso es cerrado porque tiene un destinatario que uno no descubre. Y recuerdo siempre a Horacio Rodríguez Larreta decir que para gobernar no hacía falta simplemente tener el 51% de los votos, sino tener además el 51% y a veces los dos tercios de los 257 diputados y de los 72 senadores, que si no contabas con un apoyo de la mayoría del Congreso, por más que hubieras sacado el 51% de los votos, no completás tu capacidad de gobernar. Hay otra votación que hacen los mercados, entonces pareciera que Horacio Rodríguez Larreta ponía más énfasis en conseguir el apoyo del Congreso y Javier Milei ponía más énfasis en conseguir el apoyo del mercado. Hay ahí cierto oxímoron porque, al mismo tiempo, el mercado le pide que el Congreso apoye, sino los cambios de hoy pueden ser revertidos mañana. Dame tu visión política de cuánto hay que lograr que los mercados te apoyen y cuánto hay que lograr para que el Congreso te apoye.
Las dos cosas se determinan mutuamente. Recuperando aquella tesis de Horacio Rodríguez Larreta, uno puede hacer el mejor plan, pero además lo tenés que poder implementar para poder hacer las reformas. En una democracia, el poder de decisión afortunadamente no es excluyente del Ejecutivo o el Presidente. Entonces, tenés que juntar las voluntades para diseñar la mejor reforma laboral impositiva, pero necesitas leyes. Está visto también que este Gobierno solo pudo aprobar una ley y con su debilidad de origen, que es que tiene apenas el 15% de los diputados y el 10% de los senadores, le costó mucho y sigue costando generar consensos para impulsar reformas.
De hecho, déjame reivindicar, del mensaje del domingo, la importancia que aparentemente le da el Gobierno al presupuesto como instrumento de gestión. Algo muy baqueteado y muy devaluado por administraciones anteriores que presentaban dibujos que nunca se cumplían. Que vaya el Presidente, cuando naturalmente es una tarea del Ministro de Economía, me parece bien, porque es realzar un instrumento muy importante que estaba devaluado.
Pero al mismo tiempo, en función de tu pregunta, cuándo en el mensaje destina algunos minutos a provocar o desafiar a algún sector de esa misma Cámara de Diputados, que se supone que debería tratar de atraer para generar consensos y sacar un mejor presupuesto, elige profundizar la grieta y diluye las estrategias cooperativas. Entonces, aquella intención de reivindicar la institucionalidad de lo que llamamos ley de leyes se ve opacada por esa tentación que, imagino, debe dar un rédito político de corto plazo. Puede ser una buena táctica para el corto plazo, pero una mala estrategia para el largo plazo.
Hay que hacer, diseñar e implementar reformas que después sean sostenibles, pensando en que a los cuatro años puede venir un gobierno de otro signo político. Porque así es la democracia, uno no puede diseñar instituciones y reformas con el prejuicio de que siempre voy a estar yo o alguien que piense como yo, porque eso no es democrático. Entonces, siempre está el riesgo de que dentro de cuatro años se haga todo lo contrario. Ya lo vivimos y es algo que no construye credibilidad para los mercados, porque los mismos mercados hoy le están diciendo al Gobierno que pueden estar de acuerdo más o menos con su orientación de política, pero no le dan crédito. El riesgo PAÍS es de 1400 puntos, y no hay créditos a tasas razonables porque no se sabe si es sostenible, tanto en términos técnicos como políticos. Entonces, aquella idea de Horacio se reivindica en esta realidad financiera, donde tenés que capear una dificultad con una brecha cambiaria del 30% y un riesgo PAÍS de 1400.
Vuelvo a otra pregunta que combina la economía con la política. Escuché , en off, a quien es considerado el economista argentino más importante, descendiente de la Escuela de Chicago, muy optimista respecto del futuro, decir que los presidentes dejan de escuchar a su ministro de Economía cuando se hace un plan de reducción del déficit que da resultado. Que Alfonsín a Sourrouille lo escuchó un año y una vez que consiguió los resultados empezó a aumentar el déficit fiscal con el objetivo eleccionario, que tuvo y pagó dos años después. Que Menem lo soportó a Cavallo, pero inmediatamente después de ganar la reelección en el 95, lo echó. Entonces, en este caso la ventaja es que no es un ministro de Economía que tiene que convencer a un presidente de que tiene que haber equilibrio fiscal, sino que es el presidente el que quiere que haya equilibrio fiscal y, por tanto, el presidente se va a bancar todas las consecuencias electorales que sea y así va a llegar el tiempo para el derrame. O sea, el derrame necesita un tiempo para llegar y los presidentes, normalmente ansiosos, no lo esperan, para poder ganar la elección de medio turno. En este caso, se va a producir que la sociedad va a comprender que hay frutos de eso. ¿Qué dirías frente a alguien que te cuenta esto? ¿En qué coincidirías y qué criticarías?
Sí, coincido, es muy verosímil esa tesis. Te agrego una evidencia casuística también, en la misma línea que decías de Alfonsín-Sourrouille o Menem-Cavallo, están Kirchner-Lavagna, que empezó con un superávit fiscal, fue derrapando y Cristina entregó con un déficit importante y cambiando el ministro de Economía diez veces.
A veces los tiempos políticos suelen ser distintos a los de la maduración de las reformas. Siempre digo que la macroeconomía o los procesos económicos son más parecidos a un árbol frutal que a un cereal. Un cereal lo sembras hoy y cosechas el año que viene, un frutal lo sembras hoy y cosechas dentro de cuatro años.
Entonces, las ansiedades políticas, como la reforma de 1994 que nos pone elecciones cada dos años, ayudan poco para eso, porque al electorado, que no tiene por qué pensar como un estadista, incluso se le ha acortado la paciencia en los últimos años, no solo acá, en todo el mundo. Y esto no ayuda a implementar reformas a largo plazo, porque usualmente las reformas tienen costos inmediatos y beneficios mediatos. Entonces siempre te agarra a mitad de camino una elección, que necesitas ganar para consolidar el camino y te terminas tentando, a lo Alfonsín, Menem o Kirchner, con desvíos de carácter populista que interrumpen el proceso.
Me parece que ahora podría ser distinto, ya que es el primer presidente economista argentino. De todas formas, si sigo este razonamiento, podría haber un comportamiento distinto. Me parece que es claro que la noción del equilibrio fiscal como piedra basal del programa de estabilización está en el Presidente, incluso antes de definir su equipo económico.
Pero lo llevo a una noción más de hoy en día. Esta noción de pisar el tipo de cambio para bajar la inflación, te está alejando de la salida del cepo, porque cada vez tenés más atraso cambiario. Es una decisión más de naturaleza política que económica, porque en realidad no podés salir del cepo porque tendrías algún salto cambiario con alguna repercusión inflacionaria, no dramática, pero tampoco gratuita.
Imagino, el debate interno del Gobierno donde se plantean que si hacen eso la imagen se les cae del 55 al 38 y se quedan sin músculo político con un Congreso propio anémico, entonces siguen así. A partir de eso vas incubando un problema donde el Gobierno está razonando más como político que como economista, por lo que creo que el Gobierno no está exento de esos atajos o esas postergaciones por razones de conveniencia política.
Alejandro Gomel: Justamente sobre esta disyuntiva que usted planteaba, sobre la política, la economía y las decisiones del Gobierno, ¿puede llegar a saldarla el Gobierno con un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional?Guillermo Francos, hace un ratito, hizo declaraciones en el sentido de que el Gobierno va a intentar esto. ¿Ve el Gobierno la salida de Rodrigo Valdés como algún indicio del Fondo de querer llegar a esto? ¿Ve un panorama de que estos dólares lleguen desde ese lado? ¿Hay posibilidad de un acuerdo con el Fondo?
Esa me parece la peor parte del enfoque económico y político de este programa. Porque, en realidad, las reservas netas son -4 mil millones de dólares, hace tres meses eran cero y hace nueve meses eran -11 millones. Se han pasado de -11 a cero y de cero a menos 4. Esa tendencia es lo que está estresando el riesgo PAÍS. Entonces, en ese tránsito, el Gobierno dice que dejó de ser una figura y que hay más bailarines que sillas. Cuando se acabe la música, todos los bailarines se van a querer sentar, entonces los importadores, los que compran contado con liqui, los bonistas, los que tienen obligaciones privadas, los ahorristas, los que tienen pesos, todos van a querer sillas, y no alcanzan. Entonces, piensan en pedir sillas prestadas, ya que es un préstamo a corto plazo y ofreciendo una garantía al Fondo. Y ya pasó eso.
Entonces, el razonar así, pedir sillas prestadas para que si se acaba la música y nadie se quede parado, es un enfoque de hacer algo sin tener claro a dónde se quiere ir.
Y yo no creo, la verdad, que el Fondo, que ya fue crítico en junio con un informe en el que dijo que tenemos el mismo tipo de cambio real corregido por la inflación de noviembre, antes de la devaluación, o muy parecido. Y a este tipo de cambio oficial hay más demanda que oferta, por eso aún con cepo perdes reservas. Te sacaste un 10 en política fiscal y un 7 en política monetaria, pero un 3 en política cambiaria. Entonces está muy bien, pero el 10 en lengua no compensa el 3 en matemáticas. Entonces, tenés que recuperar.
Y no es eso de Rodrigo Valdés. Rodrigo Valdés es un economista muy prestigioso, no habla solamente en el Fondo. Esto me hace acordar a prácticas del gobierno anterior, cuando decían que los enemigos eran las personas que los odiaban. No es eso, no son las personas, son los sistemas. En lugar de Rodrigo Valdés va a venir otro y va a decir lo mismo, que con este tipo de cambio tenés más demanda que oferta. Entonces, ese tipo de razonamientos cortoplacistas y de sillas prestadas, me parecen peligrosos.
No pasa por Rodrigo Valdés el problema, por lo tanto, la solución tampoco pasa por el reemplazo.
MVB VFT