Un equipo de 14 inspectores de la ONU, encabezado por el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Mariano Grossi, argentino, viajó ayer a la planta nucleoeléctrica de Zaporiyia, en Ucrania, en una peligrosa y largamente esperada misión para salvaguardar las instalaciones y evitar una catástrofe por los combates que se libran en los alrededores.
Los gobiernos de Volodomir Zelenski y Vladimir Putin volvieron a acusarse mutuamente de atacar la zona que rodea el complejo. Zaporiyia es la planta nucleoeléctrica más grande de Europa. Los combates de comienzos de marzo provocaron un breve incendio en su complejo de entrenamiento. En los últimos días, la planta quedó temporalmente fuera de servicio por los daños sufridos, lo que aumentó el temor a una fuga de radiación o a una fusión del reactor.
Ucrania advierte que con la ayuda militar de Estados Unidos puede lanzar una contraofensiva
Las autoridades ucranianas han comenzado a distribuir pastillas de yodo a los residentes de la zona. El complejo ha sido ocupado por las fuerzas rusas, pero sigue dirigido por ingenieros ucranianos desde los primeros días de la guerra, que comenzó hace seis meses. Ucrania alega que Rusia utiliza la planta como escudo, almacenando allí armas y lanzando ataques desde sus alrededores. Rusia acusa a Ucrania de disparar imprudentemente contra el lugar.
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