Los cirujanos estéticos están inquietos. Cada vez más seguido, reciben a pacientes jóvenes que les piden modificar su rostro para parecerse a los que les devuelven los filtros de Instagram y Snapchat. El fenómeno empieza a conocerse como “dismorfia selfie”, en relación al trastorno caracterizado por la preocupación obsesiva en torno a la percepción de un supuesto defecto físico.
“¿Ves cómo me pone los labios esta aplicación? ¡Así los quiero!”, suele escuchar en su consultorio Isabel Moreno, presidenta de la Asociación Española de Cirugía Plástica y Estética, de acuerdo a una investigación de elDiarioES.
Sus colegas se enfrentan a una dinámica habitual: las y los jóvenes muestran desde su celular una autofoto pasada por los filtros de las aplicaciones y expresan su deseo de lucir narices más estilizadas, pómulos levantados, ojos achinados, labios gruesos y pieles de porcelana.
Su razonamiento guarda cierta lógica: si los de la foto son ellos, también pueden serlo en el mundo real. Pero “nosotros no podemos transformar una cara”, dice Moreno. El yo virtual no es el real.
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Con la pandemia y la exposición prolongada a las pantallas, “aumentaron los malestares de la juventud, donde se ve, además, una fractura de género, porque las mujeres sufren más”, plantea Eulalia Alemany, directora del centro de investigación Reina Sofía sobre adolescencia y juventud.
Por su parte, la psicóloga Rosana Pereira describe una avalancha de consultas de menores de 25 años con problemas de ansiedad, autolesiones o gestión de las emociones. Cuando los pacientes se enojan ante un profesional que rechaza su pedido, muchas veces buscan a alguien que termina cumpliéndolo, más preocupado por el lucro que por la salud. Moreno critica a los padres “que no saben cómo gestionar estos casos. Nos dicen: «Es que es lo que ellos quieren...» Pero tienen que ser fuertes y controlarlos”.
Aunque durante 2020 (el último año que contabiliza la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica) los procedimientos quirúrgicos en todo el mundo bajaron un 11%, algunos especialistas vieron un aumento en la demanda por la mayor flexibilidad de los pacientes, la oportunidad de una recuperación más privada y, para los procedimientos faciales, el llamado efecto zoom, que puede potenciar los trastornos dismórficos.
El informe anual de esa sociedad precisa que “la rinoplastia y las cirugías de elevación de cejas siguieron aumentando, y el rejuvenecimiento facial no quirúrgico mostró un aumento del 13,9%”. Estados Unidos y Brasil lideran el ranking de procedimientos realizados en 2020, con Argentina en el séptimo puesto.
AVS PAR