A pocos días de las presidenciales en Francia, miles de jóvenes prefirieron participar de una marcha contra el cambio climático antes que de mítines de campaña. Eso da una pauta del interés o, en realidad, del desinterés que despiertan el presidente Emmanuel Macron, candidato a la reelección, y su principal rival, la derechista Marine Le Pen.
También demuestra la falta de conexión de los políticos no sólo con esa franja etaria, sino con la sociedad en general. ¿Podría tratarse de un déficit de comunicación no subsanado que no preocupa a unos ni a otros?
La campaña cobró envión cuando estalló la guerra en Ucrania por los sucesivos contactos de Macron con Vladimir Putin. Fueron en vano, pero sirvieron para ponerlo a la altura de un líder europeo sensibilizado por la tragedia humanitaria.
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La otra tragedia, la ambiental, prácticamente no figuró en el léxico de Macron ni en el de Le Pen y los otros 10 candidatos incluso antes de la guerra. En ese déficit se basa el desapego frente a las elecciones.
Entre los europeos, los franceses suelen ser los que más acuden a las urnas. Esta vez, poco más de la mitad de los jóvenes de 18 a 24 años dice que irá a votar frente al 80 por ciento de los mayores de 70 años, según un estudio de la Fundación Jean-Jaurès.
Apenas el 16 por ciento de los comprendidos en esa franja y el 19% de los de 25 a 34 años votó en la primera vuelta de las elecciones regionales, marcadas por la pandemia, frente al 47% de los mayores de 65 años y el 33% del promedio nacional. En la primera vuelta de 2017, concurrió a las urnas el 78% de los empadronados.
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El récord de abstención data de 2002, con un 28% de participación en la primera vuelta. Por su parte, Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine Le Pen, dio entonces el batacazo al ganarle al candidato socialista, Lionel Jospin, pero perdió en la segunda vuelta frente a Jacques Chirac.
Veinte años después, Macron, Le Pen y los otros candidatos protagonizan otra película. Sólo apta para mayores, según las encuestas.