En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), Mora Jozami indicó que el Índice de Irascibilidad Social analiza la percepción de la sociedad sobre el Gobierno y afirmó que se mantiene estable en una sociedad “completamente binaria”, dividida entre kirchnerismo y antikirchnerismo. “Hay dos Argentinas: la Argentina de los votantes de Javier Milei y la Argentina de los votantes de Sergio Massa en 2023”, aseguró.
Mora Josami es analista de opinión pública y directora de la consultora Casa Tres. Es responsable del área de demoscopia de la Fundación Pensar. Fue titular de la Unidad de Opinión Pública de la Jefatura de Gabinete de Ministros durante la presidencia de Mauricio Macri. Fue directora de Opinión Pública y Comunicación Directa del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el 2011, y coordinadora de Opinión Pública en el mismo organismo entre 2007 y 2011. Es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Di Tella, donde también es profesora. Casa 3 desarrolló el Índice de Irascibilidad Social, una herramienta para medir el humor social de los argentinos.
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Esta voz de ultratumba es el resultado de las dos horas parado allí frente al Museo de los Inmigrantes en la presentación de la Bienal Sur. Te tenía al lado. ¿Vos sobreviviste a eso, o yo estoy moribundo?
Yo estoy bastante bien, pero valió la pena. Hacía frío, pero estuvo muy lindo.
¿Qué es esto del Índice de Irascibilidad y cómo fue evolucionando a lo largo del tiempo, por lo menos durante el gobierno de Milei?
El índice nace con el gobierno de Milei y ya tiene 18 mediciones. Lo que buscamos era condensar en una sola magnitud el humor social a partir de distintas preguntas que tienen que ver no solo con el estado de ánimo de la sociedad, sino con la percepción que tiene la gente sobre el Gobierno, la predisposición a marchar a favor o en contra y la asignación de responsabilidad que le dan al Gobierno en relación con el estado actual. De esa manera, se condensa en un número que va de -1 a +100, siendo -1 el mayor nivel de crispación, y +100 sería el mayor nivel de conformidad. El índice hoy está en -9. Se mantiene estable desde hace bastantes mediciones, pero muy robusto y muy consolidado en cada uno de estos segmentos que parecieran ver la Argentina de dos maneras completamente distintas, desde el punto de vista sociodemográfico e incluso desde el punto de vista político.
¿A lo largo de los 18 meses se mantiene así, en el medio, y hay quienes consideran +100 y otros -100?
Sí, ha ido fluctuando. Hubo mayores picos de crispación y hubo otros momentos de mayor conformidad. Pero ahora lo que vemos es que hace cuatro meses el índice se mantiene entre -9 y -10, siempre por debajo de cero. Pero si uno hace un zoom-in en distintos segmentos, vemos que, por ejemplo, mientras el índice en la media de la población es -9, entre aquellos que votaron a Milei en la primera vuelta pasa a +51. Hay 126 puntos de diferencia entre los que votaron a Milei en la primera vuelta y los que votaron a Massa, que tienen una irascibilidad de -77. Hay dos Argentinas: la Argentina de los votantes de Javier Milei y la Argentina de los votantes de Sergio Massa en 2023.
Y después, cuando vemos adentro de los distintos grupos sociodemográficos, podemos identificar claramente dos perfiles: los entusiastas —que son, por lo general, jóvenes varones de clase alta, y lo que nosotros llamamos las relegadas, que son mujeres de mayor edad y de niveles socioeconómicos más bajos. Esos son los dos estereotipos de mayor aceptación y mayor resistencia al Gobierno.
Cuando uno analiza los votos que tuvieron en primera vuelta, tanto Massa como Milei, queda otro tercio fuera. Obviamente yo no hablo del balotaje, hablo de la primera vuelta. Entonces, lo que vos decís es que los que votaron por Massa perciben una irascibilidad en el presidente. Por el contrario, quienes votaron a Milei perciben una situación de contención y de cierta calma. Ahora, ¿qué pasa con los que no votaron a ninguno de los dos?
Los que no votaron a ninguno de los dos responden a una lógica que también estamos viendo, que tiene que ver con esto último que te mencionaba. No es la irascibilidad en relación con el Gobierno, sino cómo ellos se sienten, cuál es el humor social de este grupo del que estamos hablando.
Lo que también vemos es que la Argentina está hoy siendo una Argentina completamente binaria, en la cual hay una Argentina kirchnerista y una antikirchnerista. El tercio del medio pareciera moverse de una manera más parecida a lo que fueron los votantes de Milei en la primera vuelta que a los que fueron los de Sergio Massa en la primera vuelta.
La grieta del kirchnerismo, inflamada en este último tiempo por todas las novedades que hubo en relación con las causas judiciales de la expresidenta, genera un aglutinamiento en torno al “kirchnerismo sí” o “kirchnerismo no”. En ese sentido, los votantes de Juntos por el Cambio en una primera vuelta hoy tienen un componente más parecido en su comportamiento a los de Milei en primera vuelta que a otros votantes.
Yo interpretaba la irascibilidad como que el sujeto irascible era el Gobierno. Y vos lo que estás diciendo es que, en tu Índice de Irascibilidad, el sujeto irascible es el que dice que se siente incómodo.
Exacto. Habla de la irascibilidad de las personas en relación con la situación.
¿Y las personas pobres cómo pueden ser irascibles? ¿Qué poder tienen? Pueden ser víctimas… Vos usaste como sinónimo "crispación", algo que se decía que tenía Cristina. Y yo suponía que irascible era Milei. Vos, de hecho, usaste “crispación” como sinónimo. ¿Hay una especie de cambio de sujeto? ¿El que es irascible y crispado es el votante, y no el gobernante? ¿Y por qué Cristina era crispada y Milei no es irascible?
La realidad es que sí puede ser que la sociedad funcione como un reflejo de sus líderes. Lo que busca este índice es determinar en un valor el nivel de humor que tiene la sociedad. Nosotros lo llamamos irascible no porque la gente se autoperciba como irascible, sino porque generamos una cantidad de variables que dan cuenta del nivel de irascibilidad o del nivel de crispación, entendiendo que muchas veces es en el humor social donde primero se dan cuestiones que después se traducen o en clave electoral o en clave de conflicto social. Hemos visto en la región estallidos por políticas públicas que en principio no tenían una magnitud que hiciera sentido que tuvieran esa consecuencia, pero que seguramente se fueron gestando en un clima de crispación y de irascibilidad en la sociedad.

Nosotros conformamos estos valores para decir cuán irascible o no está la gente desde la propia definición de cuál es el sentimiento que mejor los describe o el hartazgo que tienen. Un ejemplo puede ser la predisposición a marchar a favor o en contra del Gobierno, que es una pregunta que se hace de esta manera, tal cual te la estoy comentando. Otro punto es la asignación de responsabilidades: cuán responsable creo que es el gobierno actual de lo que me está pasando a mí, y cuánto de lo que está sucediendo tiene que ver con la herencia recibida. También se pregunta si llegan a fin de mes, si están resignando consumos.. Son todas cuestiones que dan cuenta —o pretendemos que den cuenta— de hasta dónde va a aguantar o no va a aguantar la gente. Por eso le pusimos esta palabra que, además demasiado complicada de pronunciar muchas veces, que es la “irascibilidad”.
Lo que yo noto cuando hablo con economistas es que la palabra que se utiliza es “estrés económico”. O sea, cuánto estrés económico viven distintos segmentos de la sociedad. Y, obviamente, el estrés económico luego tiene consecuencias en el ánimo, en el comportamiento, y puede desembocar en algunos casos, en estallidos sociales.
Exacto.
También me parece interesante cuando vos decís que la sociedad puede ser un reflejo de sus líderes. Entonces, la irascibilidad claramente la tiene quien gobierna, en cuyo caso irascible serían los opuestos. Es evidentemente polisémico el tema. Vos fuiste una persona fundamental en las decisiones de comunicación y estrategia de comunicación y de opinión pública del gobierno del PRO, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en la Presidencia. ¿Qué le aconsejarías hoy al PRO como estrategia electoral de cara a las elecciones bonaerenses de septiembre y nacionales de octubre?
La realidad es que los votantes del PRO están divididos en relación con sus demandas para con el partido. La mitad de los votantes creen que lo que hay que hacer es un acuerdo con La Libertad Avanza, mientras que la otra mitad manifiesta que prefiere ir por separado. Es un momento bastante bisagra, en el cual hay que llegar al 2027, y el 2025 es una estación para llegar al 2027.
Y esto tendrá que ver con la realidad de distintas provincias. Ya estamos viendo que hay provincias, como por ejemplo el caso de Chubut, que ya han tomado una decisión en relación con lo que cada uno de los distintos distritos, en los que el PRO gobierna y en los que el PRO no gobierna.
Es una decisión que hay que tomar muchas veces más allá de la opinión pública, y que tiene que ver con cuestiones más de estrategia política, estrategia parlamentaria y determinados niveles de gobernabilidad. El PRO ha acompañado la mayoría de las decisiones de política económica del Gobierno nacional, y es algo que puede seguir haciendo desde una alianza o desde un bloque separado.
Una parte significativa de los votantes del PRO y de los dirigentes del PRO están más proclives a un acuerdo con La Libertad Avanza, y la mitad en contra. Vamos a suponer que entonces, en cada distrito, prevalece la mayoría de uno o de otro, y en algunos distritos, como podría ser la provincia de Buenos Aires, van juntos, y en otros no. El 10 de diciembre asumen. ¿Qué pasa con unos y otros? Los que fueron en sociedad con La Libertad Avanza, ¿se mantienen en el PRO y votan junto con la otra mitad del PRO? ¿O son absorbidos, de una manera podríamos decir, votan siempre con La Libertad Avanza, independientemente de que su corazón siga siendo del PRO?
Eso habrá que verlo, porque la Argentina tiene una tradición de disciplina partidaria bastante resbaladiza. La verdad es que hemos visto en estas elecciones que incluso hay votaciones cruzadas entre un bloque y el otro, y al interior de La Libertad Avanza. Aquellos diputados que entraron por La Libertad Avanza ya manifiestan grietas en algunos temas.
La realidad es que todo esto está completamente alejado de las demandas de la gente, y hace que en muchos casos la participación electoral sea tan baja, como estamos viendo. Es tan confusa la oferta, que la gente termina sin entender demasiado qué es lo que está yendo a votar y para qué está yendo a votar. Es un año de elecciones legislativas, y en general también es más difícil transmitir un mensaje nítido a la población, porque el quehacer diario de los diputados —y en algunos casos de los senadores— no goza precisamente de niveles altos de evaluación por parte de la gente.
Lo que vaya a suceder después del 10 de diciembre, en función de los resultados electorales, va a tener que ver con alguna estrategia de los distintos partidos, pero también con las personalidades y las distintas personas que vayan a ser electas en cada una de esas bancas. La verdad que no me animo a vislumbrar qué pasará en los distritos en los cuales haya fusión con los legisladores votados por esa alianza, frente a los que no fueron votados por esa alianza. Es muy confuso para los que nos dedicamos a esto. No puedo ni imaginar cómo una persona desde su casa puede estar pensando cómo va a votar o qué es lo que está votando.
Desde su casa pueden pensar que el Congreso es un contrapeso en la división de poderes. Por lo tanto, es importante votar un Congreso que pueda tener la capacidad de cumplir su papel en la división de poderes. Por otro lado, llega un nuevo 9 de julio. La mayoría de los gobernadores, con distintas excusas, se borran: viajes, inauguraciones planificadas. Vemos todo el tiempo en el Congreso una tensión por parte de los gobernadores a que sus legisladores voten cada vez menos alineados con el gobierno o, por lo menos, le cobren más caro cada uno de los votos de sus representantes. ¿Hay un cambio de clima en el interior? ¿Esto que están haciendo los gobernadores es porque perciben que ahora pueden hacerlo, mientras que el año pasado no, porque el gobierno tenía mayor consenso? Pareciera que no, porque todo parece indicar que sigue manteniendo la misma aprobación, cercana al 50%. Si así fuera, ¿por qué hacen los gobernadores esto?
Como vos bien dijiste, no pareciera haber un cambio de clima por parte de la opinión pública, pero sí un cambio en la estrategia electoral y de cara a las negociaciones que tienen los gobernadores en relación con el Presidente y la necesidad de enfrentar en sus distritos elecciones locales, en las cuales lo que demanda la ciudadanía es nitidez.
Entonces, me parece que hay muchos gobernadores que están empezando a ensayar, en relación con su posicionamiento electoral o el posicionamiento de sus listas en cada una de las provincias, un rol de mayor oposición que el que tenían el año pasado. Justamente porque lo que viene es una elección en la cual el factor que va a determinar el voto a favor o en contra es el apoyo o el no apoyo al gobierno nacional.
Me parece que, en estas actitudes y en estas actuaciones, los gobernadores están empezando a ubicarse en este mapa de una manera que les permita poder cooptar sus votantes históricos. Esos son aquellos que, en alguno de los casos, en las provincias que son opositoras, busquen en esas listas mostrar cierta oposición al gobierno nacional. Pero no hay un clima en la opinión pública. No es que Milei esté peor en imagen que el año pasado, o que haya más rechazo hacia la gestión presidencial que el año pasado.
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