Leonel Chiarella fue elegido presidente nacional de la Unión Cívica Radical (UCR), sucediendo al diputado Martín Lousteau, con el respaldo de los gobernadores del espacio Provincias Unidas, especialmente del santafesino Maximiliano Pullaro. A sus 36 años, asume como el dirigente más joven en ocupar el cargo y se perfila como un referente clave de la "renovación" interna y estratégica del partido a nivel nacional, con un enfoque renovador para el futuro del radicalismo.
El político del radicalismo Leonel Chiarella es abogado e intendente de Venado Tuerto (Santa Fe), cargo que ocupa desde 2019 y del que fue reelecto con amplio respaldo ciudadano. Su gestión se destacó por superávit fiscal, obra pública, políticas de seguridad y desarrollo local, y fue reconocida como una de las más innovadoras. Ahora, fue elegido presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical (UCR), convirtiéndose en el dirigente más joven en asumir ese puesto.
Qué responsabilidad, conducir el radicalismo en este momento, mientras ninguno de los grandes referentes —los gobernadores que habían liderado el partido en los últimos años, como los de Jujuy, Mendoza y Corrientes— asumía, y un joven de 37 años pasa a presidirlo. Es un desafío enorme. Me gustaría conocer tus reflexiones.
En primer lugar, estoy muy agradecido con los gobernadores y con todos los delegados de las diferentes provincias por esta responsabilidad. Es una responsabilidad muy linda. Soy militante del partido desde los 15 años y asumir este cargo es el desafío político más importante de mi vida partidaria. Para mí es un honor ocupar el lugar que en algún momento tuvieron Raúl Alfonsín, Balbín y los gobernadores. Lo vamos a asumir con mucho compromiso.
El radicalismo es un partido de gobierno: tenemos cinco gobernadores, más de 500 intendentes, cientos de concejales, legisladores provinciales y nacionales. El principal desafío que asumimos es cómo dialogar con la sociedad, cómo hablar de los problemas cotidianos de la Argentina, de los vecinos de diferentes localidades. Quienes estamos en gestión trabajamos todos los días para resolver esos problemas. Entonces, el camino que se viene es hablar menos de la rosca, menos de la interna, y más de la gestión, de lo que hacemos cada día para resolver los problemas. Ese es el desafío.
Mencionás cinco gobernadores y 400 intendentes. Hubo un momento, hace 25 años, en que el radicalismo no tenía nada: no había gobernadores. Intendentes siempre hubo, pero no gobernadores. De hecho, nunca pudo tener un candidato presidencial propio en las últimas dos décadas. Hoy, en retrospectiva, algunos dicen que el problema fue que el radicalismo entregó su honor al macrismo en aquellas convenciones, y otros dicen que no, que gracias a eso hoy tiene cinco gobernadores. ¿Cuál es tu evaluación histórica de aquel punto de inflexión?
Yo creo que que hoy el radicalismo tenga cinco gobernadores es gracias al fuerte trabajo en el territorio que se desarrolla en cada provincia: como en Santa Fe con Maximiliano Pullaro, como en Chaco con Leandro Esdero, como en Jujuy con Gerardo Morales, dando batalla contra las mafias y contra Milagro Sala; como en Mendoza y Corrientes con Valdés. No es atribuible a un hecho puntual, sino al trabajo constante en el territorio, de cientos de militantes y del comité. En cada pueblo, en cada ciudad, hay un comité. El radicalismo tiene la mayor representación territorial.
Por eso digo que es gracias a eso, a lo que construimos durante todo este tiempo. Y el desafío hacia adelante, porque nuestra llegada al Comité Nacional es para mirar hacia adelante, es mantener el diálogo con la sociedad. Cuando gobierna el radicalismo hay una forma de gobernar y, en este contexto de grieta, pelea y agresión, donde la grieta solo beneficia a quienes forman parte de ella, el desafío es mostrar que hay otra manera de gobernar y de practicar la política. Nosotros gobernamos y demostramos que, cuando no hay corrupción, los recursos alcanzan. El superávit es importante, pero por sí solo no alcanza. La obra de infraestructura y la seguridad son fundamentales.
Hoy se cumple un nuevo aniversario de la creación de la CONADEP. Ese fue el punto de inflexión que mostró Alfonsín: el coraje de enfrentar a los militares, de ponerlos en el banquillo y generar un hecho histórico de alcance mundial. A nosotros, salvando las distancias y sin compararnos con Alfonsín, nos toca enfrentar el peor cáncer de la Argentina: el narcotráfico, que penetra en barrios y familias. Lo hacemos con coraje, porque no miramos para otro lado, porque no somos cómplices, porque denunciamos a los narcos con nombre y apellido. Ese es el radicalismo que queremos: uno que hable al sector productivo, que brinde garantías y previsibilidad, que apoye la baja de retenciones al campo, que impulse mejoras en la industria, y que piense la obra pública como infraestructura para cuidar a las personas y fomentar el desarrollo y la producción. Eso representan los cinco gobernadores, los 500 intendentes y el radicalismo de hoy.
El radicalismo tuvo un estigma: sabe gobernar provincias e intendencias, pero no la economía, por las frustraciones de De la Rúa y Alfonsín. El peronismo salió fortalecido, como el partido que sí sabía manejar el poder nacional. No hablo de gestión municipal o provincial, sino de la capacidad de manejar el Banco Central, la macroeconomía y los impuestos, que nunca está en provincias o municipios. Ese patrimonio del peronismo, hoy debilitado con Alberto Fernández, genera una oportunidad para el radicalismo: ya no solo depende de no poder resolver la macroeconomía, sino que también puede aprovechar que el peronismo es fuente de caos, y convertirlo en una ventaja para demostrar responsabilidad en la gestión pública nacional. El radicalismo puede tener gobernadores e intendentes, pero no un candidato presidencial competitivo.
Y sin duda es una gran oportunidad. Gobernadores y dirigentes han demostrado capacidad de gestión en lo público. Analizarlo solo en términos económicos es complejo. Alfonsín, para mí, fue el presidente más importante de la Argentina: enfrentó al poder que ponía en riesgo la democracia. Hoy debemos valorar la posibilidad de elegir y vivir en democracia, algo que antes estaba amenazado por interrupciones continuas. Alfonsín fue el primer presidente en entregar la banda a otro elegido democráticamente. Eso hay que destacarlo. El radicalismo hoy tiene la oportunidad de mostrar que puede gobernar, de dar certezas y garantías de lo que somos capaces de lograr. El último gobierno radical fue hace más de 20 años. Hoy hay una nueva generación que asume problemas, que entiende que la gestión se lleva adelante todos los días, y que puede demostrar a los argentinos que el partido sabe gobernar.
Ni Leandro Zdero ni Alfredo Cornejo son tan confrontativos con Milei, mientras que Pullaro sí. En temas de seguridad, ni él ni Patricia Bullrich pueden “correrlo”. Implica que la elección de un presidente radical de Santa Fe es un reconocimiento del resto del partido, porque tiene un gobernador que se diferencia del gobierno nacional dentro de los límites de su relación con un presidente. Se puede decir que tu elección es un elogio a Pullaro.
Creo que representa el proceso de renovación que necesitaba el partido. Maxi es un gran referente, milito con él desde hace más de 15 años, trabajamos juntos y compartimos visión sobre la lucha contra el narcotráfico y la seguridad de los santafesinos. El desafío del radicalismo es tener una mirada de sentido común, Jorge. Tenemos claro hacia dónde no queremos volver. El kirchnerismo fue una etapa agotada, dañina para el país, con Cristina Kirchner como principal referente, actualmente presa por corrupción. A partir de ahora, la sociedad y el debate público necesitan sentido común: cuando algo está bien, reconocerlo; cuando algo puede mejorar, mejorarlo; y cuando está mal, cuestionarlo.
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Hay una posición racional que debe guiar la vida y la sociedad: ni todo es blanco o negro, ni todo es amigo o enemigo. Algunos debates no son ideológicos, sino de sentido común, como gastar menos de lo que se recauda. Eso aplica a familias, empresas, comercios y cargos públicos. Que existan leyes penales que eviten que los delincuentes gestionen delitos desde la cárcel es sentido común. Que un país necesite infraestructura para producir es sentido común, no ideología. Ninguna ciudad, provincia o país se desarrolló sin obras. Por eso, los debates deben tener esta conciencia, generar acuerdos importantes y mantener sentido común, vital para la vida institucional. Argentina necesita políticas de estado, previsibilidad, y que estas trasciendan personas y gobiernos.
MV