La derrota es una de las tres opciones cuando se compite, especialmente frente a un adversario tan calificado como este seleccionado uruguayo, dirigido de manera brillante por Marcelo Bielsa, expresó Román Iutch en su columna deportiva en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
En encuentros como el de ayer, naturalmente, como bien expresó Scaloni al cierre del partido, la valoración del seleccionado nacional no cambiará por una derrota. Sin embargo, siempre es enriquecedor extraer conclusiones. En general, se aprende mucho más de la derrota que de la victoria. La victoria es engañosa, te lleva por la dulzura y las mieles del éxito, te expone pero también disimula las arrugas que refleja el espejo.
La derrota, por otro lado, es impiadosa. Te exhibe y desnuda. Aunque estemos hablando del equipo campeón del mundo, es saludable encontrar señales de alerta de vez en cuando. No digo perder, pero sí enfrentar desafíos. En este contexto de fútbol, donde todo se prepara, evoluciona y mejora, creo que es más "saludable" perder contra Uruguay, hoy en día, uno de los tres o cuatro mejores seleccionados de América, que perder contra Perú. Eso habría sido más preocupante.
Uruguay derrotó a Argentina 2-0 en La Bombonera | 442
En condiciones normales, Argentina no debería perder contra varios equipos en la eliminatoria sudamericana. Sin embargo, perder contra rivales de esta categoría te obliga a preguntarte qué sucedió. Uruguay atacó el verdadero corazón del seleccionado argentino: su sala de máquinas, donde jugaron Alexis Mac Allister, De Paul, Enzo Fernández, y el propio Messi cuando retrocede.
Fue un lugar donde Argentina se sintió incómoda, donde el seleccionado uruguayo ejerció una presión intensa y asfixiante, cortando los circuitos y negando la posibilidad de juego vertical. Argentina se sintió incómoda porque Uruguay no dejó jugar, lo asfixió, ganó duelos individuales y pelotas divididas, y luego tuvo contundencia y jerarquía en todas sus líneas, llevándose la victoria.
Es crucial medirse contra seleccionados de este nivel. Argentina se enfrentó al mejor arquero de Sudamérica, Sergio Rochet, que juega en el Internacional de Porto Alegre. También jugó contra un lateral derecho del Barcelona, Ronald Araújo; un marcador central del Atlético Madrid, José María Giménez; un jugador del futuro del Real Madrid, Federico Valverde; y contra el mediocampista central del Paris Saint-Germain, Manuel Ugarte. Además, enfrentaron a un delantero, Darwin Núñez, que juega regularmente en el Liverpool de la Premier League. Contra esta jerarquía de nombres y un entrenador como Bielsa, Argentina se vio superada, como señaló Lionel Messi.
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“Nos costó tener la pelota y tener posiciones largas. Ellos son un equipo bien preparado, con jugadores fuertes, dinámicos, rápidos, y a nosotros, la verdad, nos costó encontrar nuestro juego”, reconoció el capitán.
Viajar hasta otra derrota del equipo argentino es retroceder un año atrás, a la derrota contra Arabia Saudita. Allí sí encontramos un traspié, entre comillas, accidental que le sirvió mucho al técnico argentino para intervenir. Hay que remontarse hasta la semifinal de la Copa América que Argentina ganó en Brasil y al segundo tiempo contra Colombia en esa semifinal para encontrar un partido en el que, al igual que ayer, la Argentina se sintió incómoda, doblegada y no pudo tener el control del partido.
Bielsa lo hizo, y luego del partido agotado, como siempre termina Marcelo los partidos, más mental que físicamente, el técnico rosarino de la selección uruguaya, un lujo que se permiten los uruguayos, tener un entrenador como Bielsa, explicaba así la victoria: “Defendimos bien, y cuando un equipo defiende bien y conserva la pelota después de recuperarla, también ataca bien, y se dieron esas coincidencias”, afirmó el director técnico de Uruguay tras el partido.
Aprendió a ser técnico de la Selección Argentina y la transformó en campeona del mundo. Aprendió también cómo declarar y desdramatizar situaciones como las de ayer, sin mirar para el costado, sin hacerse el distraído, pero también aceptando que en este status quo de la Argentina, por suerte, podemos hablar nada más y nada menos que de una derrota. Y así lo explicaba Lionel Scaloni: “Fue un partido en el cual no estuvimos nunca cómodos, ellos merecieron el triunfo sin duda, no encontramos los caminos nunca, esa es la realidad. Intentamos, segundo tiempo, corregir con algunos cambios, pero bueno, no parece que no era el día”.
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Cuando la superioridad se expresa y se traslada al resultado, es inobjetable. No hay mucho más que agregar públicamente. Por eso es bueno el discurso de Scaloni.
Juntar a los jugadores, lamerse las heridas, hacer el trabajo que corresponde de introspección y tratar de resolverlo para un compromiso tan desafiante como interesante que tiene la Argentina por delante, que es el próximo martes en el Maracaná, frente a Brasil.
Recuperarse de esta dolorosa derrota y mirar hacia adelante. Dolorosa porque cualquier derrota duele, no por la matemática, no porque pueda modificar demasiado el momento de la Argentina que, por juego, por individualidades, y por seguir siendo, además de la campeona del mundo, la mejor selección del mundo, tendrá un camino probablemente directo y sin grandes tropiezos para llegar al próximo mundial.
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Fue una noche especial en La Bombonera, con reconocimiento para Messi, para Dibu Martínez en la previa, con aplausos, saludos y abrazos de Marcelo Bielsa con el resto del cuerpo técnico argentino en la previa. Y después llegó la hora de jugar. Y a la hora de jugar, a veces pasa, en general ocurre en esta clase de partidos con tanta jerarquía, que cuando jugás mal y el rival es superior en la cancha, terminas perdiendo.
Esto fue lo que pasó en La Bombonera. No es para dramatizar, es para ocuparse, no para preocuparse, para pensar en el partido del martes que viene con Brasil, y continuar el largo camino de aprendizaje de más victorias que derrotas que derivará inexorablemente, porque esta selección tiene todos los argumentos, en el Mundial 2026.
FM JL