Nunca le gustó hablar de su intimidad en público. Tuvo parejas famosas, tanto o más que él, pero no le gustó nunca ventilar sus amores, su rutina ni sus cuestiones personales más allá de sus canciones, en las que sí habló y cantó, con emoción y belleza sin igual, de sus amores, desamores, dolores, tristezas y alegrías.
Pero a la hora de sentarse a escribir sus memorias, Fito Páez se abrió como nunca y contó sin pudores mil aventuras de su infancia y adolescencia en el libro "Infancia y Juventud. Memorias", que escribió durante la pandemia de coronavirus y que sirvió de base para la serie que vieron todos, "El amor después del amor".
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Quienes más o menos se acercaron a su historia familiar sabían que su mamá Margarita, pianista, murió pocos meses después de que él naciera, que fue criado por su papá, (que falleció cuando empezaban sus primeros éxitos),su abuela paterna, Belia, y su tía Pepa, que fueron brutalmente asesinadas junto a Fermina una empleada doméstica embarazada, en 1986, en un episodio tremendamente violento, despiadado y sin un móvil claro, que estuvo en pareja con Fabiana Cantilo, Cecilia Roth y Romina Richi, y que tuvo, con estas últimas dos mujeres, a sus hijos Martín y Margarita.
Pero en su libro, se abrió con todo. Desde las cuestiones más nimias de sus meriendas, del barrio donde vivió sus primeros años, el día que fue a ver "Titanes en el ring" o la foto del Amirante Isaac Rojas que tenía su papá (furioso antiperonista) al que el pianista le tenía especial desconfianza por su expresión.
Abusos
Claro, quien conoce la vida de Fito Páez o vio la serie de Netflix va a suponer que recordaremos los excesos de drogas y alcohol que atravesaron al músico desde su adolescencia. Pero vamos a mencionar dos abusos de índole sexual que padeció.
El primero relatado en sus memorias sucedió en la cancha de Newell's Old Boys, en Rosario, club del que fue hincha, hasta que se hizo "canaya", hincha de Rosario Central. "Era un enjambre de hombres aquel meadero. De pronto, un hombre de estatura pequeña, con la cabeza rapada tostada por el sol, con ojos de sátrapa, comenzó a tocarle el pito. Con delicadeza. Recuerdo su mirada perdida en éxtasis. Le saqué su mano de mi pito y comencé a gritar (,,,) Comenzamos a correr. El tipo fue fácil de detectar porque era el único que corría entre la muchedumbre. Tito corría al grito de "¡Violador!" La hinchada leprosa lo detuvo. Titio me preguntó si había sido él quien me había tocado. Respondí afirmativamente. El hombre negaba los hechos y yo no salía de mi asombro. ¿Cómo alguien podía mentir con un testigo mirándolo a los ojos? La vida se iba a parecer mucho a eso. Por fin la policía se lo llevó esposado y detuvo un inminente linchamiento", escribe Páez.
El segundo abuso sucedió en su propia casa, en la que con los años, sería su habitación, pero durante su infancia fue el cuarto de Felipa, una empleada doméstica. "No era habitual ver a Felipa con los ojos perdidos. Me acerqué a la escalera y le grité despacito "¿Te sentís bien? Se dio vuelta. Me miró un instante en silencio y sonrió. (...) Subí despacio la escalera. Midiendo el sonido de mis pasos. La puerta estaba abierta, Felipa dormía en la cama. Me acerqué como una gacela. Cauto de no despertarla. Su cuerpo estaba al revés de lo habitual. Acostado sobre el pie de la cama. Me tomó de la mano y ne subió encima de ella., Quedé sentado sobre su panza. Felipa me empujó y me deslizó hacia abajo. Pude oler su boca. El aliento a tabaco y alcohol. Sin abrir los ojos comenzó a frotarme por encima de su pantalón igual que a un muñeco. Sube y baja. Ese olor fuerte. Ese sonido que salía de su boca, eso que me puso duro el pito de niño. Esos gemidos y ese olor penetrante a sobaco, cigarrillo y vino negro. También me sacudí. A más velocidad. Ella gritó fuerte. Todo fue mágico, hasta el agua que mojó mi pantalón de Robelito. "¿Me estaré haciendo pis?", pensé, mientras me abandonaba a un placer imposible de describir. Ella se desmayó en su letargo alcohólico y yo me retiré confundido en medio de un huracán de sensaciones nuevas. Creo que abuela Belia escuchó el grito fuerte de Felipa. Vinieron unos días extraños en la calle Balcarce. (...) lo mismo que les conté a ustedes con un léxico más acotado le conté a mi papá. Pasaron unos días y nunca más la volví a ver", relata.
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El descubrimiento del rock en la dictadura
Fito Páez comenzó el colegio secundario en 1976, en la Danta Alighieri, en el Boulevard Oroño, en Rosario. Allí, se enamoró, disfrutó de los primeros cumpleaños de quince y armó una banda para tocar covers de su amado Charly García. "Éramos Mario 'Pájaro' Gómez en batería, Toto en guitarra eléctrica,. Carletto en bajo y yo en piano. Tocábamos 'Perro andaluz' de Serú Girán sin la destreza de los fabulosos cuatro porteños. Aún conservo una foto de algunas de esas jornadas en los actos de escuela. Gritaba con desenfreno y pasión legítima. Hormonas explotadas y amor por la música.(...) Logré hacerme un espacio en esa institución tan conservadora. Hasta el día de hoy sospecho que todos los maestros secretamente disfrutaban de aquellos minutos donde hacíamos esa música desencajada de los protocolos italianos, de la buena enseñanza. Alto se trastocaba en aquel palacio del orden. Las primeras luces encendían en el alma".
Campeón de masturbación
Se lo podrá acusar de horrible y ordinario, pero no se le puede negar que es real y sincero, Fito Páez se anima a contar algunas de las cosas que los varones suelen hacer entre amigos pero no contarían en público jamás. Así, el creador de Circo Beat relata en sus memorias cómo salió campeón... de masturbación. (...) "Otro hit de esos años fue un campeonato de pajas realizado entre varios miembros de aquel grupo de jóvenes, en aquel espacio de la calle Balcarce, en una cálida tarde de primavera. Paja igual practica masturbatoria. Gané casi por goleada y cansancio. Llegué a la furibunda suma de trece pajas en el lapso de dos horas. Mis contrincantes iban cayendo de a poco ante mi poderío hormonal".
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El amor antes del amor
Mucho antes de Fabiana Cantilo o Cecilia Roth en la vida de Fito Páez, que tanto lo inspiraron para componer algunos de sus más grandes éxitos, pasaron otras mujeres por su vida. Una de ellas, fundamental, Silvia Correa. "(...) fue la mujer con al que perdí la virginidad. Teníamos diecisiete años los dos. Ella no era virgen. Fue en el departamento de su hermana Cristina. En aquel departamento de un ambiente en un edificio de Presidente Roca y Mendoza. Cristina era la novia de Juan Baglietto. Todo quedaría en familia. Sivila era una mujer dulce y piel de durazno. Su acento chaqueño la diferenciaba de los demás y me excitaba sobremanera. Recuerdo haber preparado esperando la oportunidad de un improbable debut, un cassette de 120 minutos con "A remark you made" de Weather Report. Era una pieza romántica muy cool de larga duración. Creo que ella me dio el primer beso y nos revolcamos torpemente en el colchón de su hermana, en el piso. Todo lo imaginado no se parecía en nada a ese fulgor de los cuerpos. Esto era real. Su boca, sus pechos pequeños, su lengua, sus piernas doradas, su deseo. Y el mío. (...) infinidad de momentos que llevo grabados en mí hasta el fin de mis días. Viajé un montón de veces a Resistencia, donde Silvia vivía con su familia. El viaje duraba once horas. Mi walkman y mis deseos de verla harían el viaje muy entretenido".
Los libros de Fito Páez
La obra literaria de Fito Páez abarca cuatro libros. Las novelas La puta diabla y Los días de Kirchner, Diario de viaje e Infancia y juventud. Memorias. Claramente este último es el mejor de todos. Páez se abre a fondo, con sus miserias, sus dolores y su humor. Sin esconder nada, cuenta, si se me permite, mucho mejor que la serie El amor después del amor sus aventuras y sus tristezas con una simpleza admirable y atrapante. En Diario de viaje ajusta cuentas con algunos rencores, y no puede dejar de verse como un ejercicio de escritura para sus memorias. Las obras de ficción no son espectaculares pero se dejan leer.
Bonus track: las doce amantes de Fito Páez
Y un bonus track, que no está en la serie El amor después del amor, pero debería. "Este año transcurrió entre conciertos y tertulias nocturnas", dice Páez en sus memorias. "El amor se asentaba y no había que andar ocultándose. Fabi (Cantilo) comprendió, Gonzalo (la pareja de Cecilia Roth cuando se conocieron con Fito) comprendió. Era un panorama alentador. Una mañana hice una ronda de llamadas delante de ella a mis doce amantes. Que me había enamorado. Que estaba fuera del juego. No todas se lo tomaron a bien. Peri si tenía algo a mi favor era que nunca fui de hacer promesas de amor infundadas. Ahora estaba renaciendo".