OPINIóN
Economía y desarrollo

Un pensamiento económico obsoleto y a contramano del mundo

No es que Milei se equivoque por conservar en formol un pensamiento extremista, antiguo y muerto, sino también porque está alejado de la experiencia. No sabe lo que pasa en el mundo.

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Javier Milei en el Foro Llao Llao. | NA

En el Foro Llao Llao de Bariloche, calificado por la prensa como un “encuentro exclusivo y hermético”, el Presidente Javier Milei desnudó ante amigos, financistas y algunos empresarios el núcleo bruto de su pensamiento sobre la relación entre Estado y Mercado al sostener: ”Soy liberal libertario. Yo me voy a ocupar de arreglar la macro; la micro la tienen que arreglar ustedes ¿Qué tengo que estar haciendo yo con la micro? (…) Yo me voy a encargar de estabilizar la economía, de bajar la inflación, de generar las condiciones para que la economía vuelva a crecer. El resto es todo de ustedes”.

Muy a pesar de esas creencias primarias sobre las que el Presidente argentino deja descansar sus anticuadas ideas, no hay gobierno importante en el mundo que renuncie a la formulación de una estrategia de desarrollo económico, ni a la definición de prioridades sectoriales.

Y eso nada tiene que ver con la intervención estatal en la economía. Se trata simplemente de ejercer con plenitud el gobierno.

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No es que Milei se equivoque simplemente por conservar en formol un pensamiento extremista, antiguo y muerto, sino también porque está decididamente alejado de la experiencia. No sabe lo que pasa en el mundo.

Lo extraño es que su discurso se pretenda imponer como nuevo o de avanzada.

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Puede que una gran mayoría de los analistas y opinadores sin lectura que lo promocionan, no tengan el conocimiento ni la capacidad para discernir semejante obsolescencia; y tal vez otros -sencillamente- hayan decidido montarse al simulacro.

En cualquier caso, la realidad es que el comportamiento de los gobiernos, aún de aquellos que son más extremadamente liberales en lo económico, marcha a contramano de la propuesta de Milei.

Singapur, el país catalogado como el de más alto grado de libertad económica entre 184 países del mundo evaluados por el Índice de Libertad Económica, que desde 1995 elaboran la Fundación Heritage y el Wall Street Journal, es un caso paradigmático para repensar las olímpicas renuncias de Milei a comprender el rol completo de los gobiernos.

En 2021, el por entonces Ministro de Comercio e Industria (ahora Ministro de Educación) de aquel país, Chan Chun Sing, hizo público el plan del gobierno para que el sector manufacturero de Singapur llegue a crecer hasta un 50%, con la meta en 2030.

En Singapur, los gobiernos definen estrategias, planean y fijan objetivos de desarrollo.

Además, el país implementa en la actualidad una renovada política pública de impulso a la investigación para el fomento de la innovación, a través del Programa RIE (Research and Innovation and Enterprise 2025), que prioriza la economía digital y la industria manufacturera.

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Ese tipo de políticas no es nuevo ni resulta una excepción. “El Estado en Singapur ha sido determinante para estimular y delinear el desarrollo económico”, sostiene el catedrático Roberto Hernández Hernández (Singapur: el caso de un Estado desarrollista, año 2002).

“Encontramos, como factor fundamental del desarrollo, la intervención estatal sistemática y eficiente en la economía, que incluye la orientación estratégica de las empresas nacionales y multinacionales ubicadas en el país”, agrega el autor.

Otro caso significativo es el de Taiwán, ubicado en el cuarto puesto del ranking de libertad económica, que ha experimentado una singular combinación entre apertura y rol activo del gobierno en políticas que van más allá de la macroeconomía; precisamente la combinación que Milei rechaza abiertamente.

En ese país se han venido ejecutando planes cuatrianuales de desarrollo, que constituyeron la plataforma para el despegue económico de las últimas décadas.

Los dos primeros programas estatales (1953-1956 y 1957-1960) impulsaron el desarrollo de la Industria textil, de la agroindustria y de bienes intermedios.

En la tercera etapa (1961-1964), se puso la prioridad en la industria química. En los planes cuarto y quinto (de 1965 a 1973) se ponderaron el desarrollo de bienes durables, maquinarias eléctricas y productos derivados del petróleo.

A partir de entonces, Taiwán se enfocó en la alta tecnología. Siempre con importantes incentivos fiscales al desarrollo industrial, en un marco en el que convivieron e interactuaron grandes compañías estatales con Pymes del sector privado.

En Made in Taiwan: Procesos de industrialización tardía en el este asiático, Nicolás Padín y Joaquín Perren sostienen que, impulsando el proceso de desarrollo, fue el Estado quien mantuvo “la orientación general del proceso económico, controlando y supervisando las principales variables, con una decidida política de promoción de exportaciones, en una sinergia entre Estado y mercado, mucho más que en enfoques de competencia recíproca”.

Y agregan los autores que “fue crucial la orientación de un Estado ‘duro’, capaz de superar las presiones sectoriales y de combinar librecambio con proteccionismo, adoptando un sendero de desarrollo que buscaba una integración estratégica al mercado mundial”.

En Irlanda, posicionado en el tercer lugar mundial del mismo índice de liberalismo económico, se ha comprobado que el rol activo del Estado en la educación resultó estratégico para garantizar la alta calificación de sus recursos humanos, base sobre la cual se construyó el despegue económico que hoy admira el mundo y alaba el Presidente argentino.

Curiosidad: durante la pandemia por el COVID-19, los hospitales privados de ese país pasaron a estar controlados temporariamente por el Estado.

Por entonces, Simon Harris, titular del Ministerio de Salud irlandés, sostenía que “mientras dure esta crisis, el Estado tomará el control de todas las instalaciones hospitalarias privadas y administrará todos los recursos para el beneficio común de toda nuestra gente. No puede haber espacio para lo público frente a lo privado cuando se trata de una pandemia”.

En los últimos años, respondiendo a la crisis habitacional más grave de su historia, el Estado irlandés avanzó decididamente con políticas activas en el mercado de alquileres y en la generación de viviendas sociales.

Y en Nueva Zelanda, país clasificado en el quinto puesto mundial del rankeo que surge de aplicar el Índice de Libertad Económica, “el sistema nacional de innovación es dinámico y responde a la orientación estratégica”.

En ese país, que es mundialmente reconocido por su política de apertura comercial a ultranza y liberalismo económico extremo, “el Estado realiza un serio esfuerzo para establecer los vínculos entre los científicos de diversas universidades, los centros de investigación independientes y las empresas”, según lo estudiado y publicado por la experta Graciela Moguillansky (2006).

Está claro que “ocuparse de la macro y entregar las estrategias de desarrollo al mercado” constituye un principio indeseable, a tal punto que nadie en el mundo lo practica.

Eso no impidió que la propuesta de Javier Milei haya servido para arrancar rabiosos aplausos en Bariloche.

Entre el público fanatizado que construyó un esbozo de ovación, se enrolaban algún que otro empresario de verdad, “pensadores” de la derecha, el representante de un fondo internacional que sólo en el primer semestre fiscal del año pasado registró pérdidas netas por más de 8700 millones de euros, un argentino fuertemente comprometido con un proyecto de inversión para que otros argentinos se vayan a vivir a Uruguay, y un compatriota que es empleado de un banco norteamericano, viviendo en España hace varios años.

También estaba Cristiano Ratazzi, quien sosteniendo su gorrita negra bordada con el texto “Las Fuerzas del Cielo”, abrazaba al Presidente y le refregaba en la cara: “Yo pienso como vos”.

En ellos, el Presidente Milei ya había depositado el destino económico de la Argentina al sentenciar: “es todo de ustedes”.

 

(*) Alejandro “Topo” Rodríguez es director del Instituto Consenso Federal