De manera singular, Alberto Fernández ha justificado la falta de un plan económico. El Presidente ha decidido hacerse responsable de la inexperiencia de un equipo económico que sólo se ha limitado en estos casi ocho meses de gobierno a cerrar un acuerdo con los acreedores públicos, empresa que fue útil para justificar, según el Ministro Guzmán, la no presentación de un plan con los objetivos y lineamientos económicos del país.
Para una economía que sigue en caída libre, con más de 330 mil nuevos desempleados desde el inicio del Gobierno de Fernández (47 mil de ellos antes de iniciar la cuarentena, pese a la prohibición de despidos); 25 mil empresas registradas (con empleados) cerradas; aumento sideral de la pobreza y el empeoramiento de todas las variables económicas; el único remedio utilizado por el Presidente es la emisión monetaria a discreción. Ha optado por dejar para la salida de la cuarentena, la tarea de contener una inflación que se viene insinuando ( pese a la parálisis económica), el control de precios de productos y de las tarifas de servicios públicos.
La falta de plan no se ve sólo en materia económica. Es más, el Presidente carece de un plan integral de gobierno. La inacción, la falta de coordinación y las peleas internas son cada vez más visibles, y la pandemia parece justificar todo. Ministros desapercibidos, con excepción del Ministro de Salud, por razones vinculadas a la pandemia, y de la ministra de Seguridad, por las disputas con su par Bonaerense. También Daniel Arroyo quedó expuesto por el escándalo de los sobreprecios en la compra de alimentos, lo que exhibió que los responsables de las políticas sociales, y los negocios derivados de ella, no responden al Ministro de Desarrollo Social, sino que fueron impuestos por el kircherismo.
El manejo de la pandemia, tan valorado por el Gobierno, nos muestra la falta de un plan. Más bien, las decisiones fueron detrás de los hechos. En un inicio el temor de la sociedad, alentado desde el Ejecutivo, resolvió una cuarentena extrema. Luego, tras el agotamiento social y las necesidades económicas, en pleno ascenso de los contagios y fallecimientos, se decidió la flexibilización. A la vez, se observa la demora y poca utilización de los testeos masivos, lo que también ocurre en la política de rastreo y aislamiento de contagiados y sus contactos estrechos.
El manejo de la pandemia, tan valorado por el Gobierno, nos muestra la falta de un plan
Es cierto que nuestro país necesitaba tiempo para preparar su sistema sanitario y a la sociedad para enfrentar la pandemia, pero era previsible que un confinamiento tan riguroso (el segundo más estricto en el mundo) resultaba insostenible en el tiempo. La caída económica ha sido superior a la de las naciones que fueron utilizadas como referencia por el Presidente Fernández para comparar con estadísticas que, en muchos casos, generaron reclamos diplomáticos por las distorsiones que presentaban. Y el plan de salida prometido hace unos días por el Presidente a los legisladores de Juntos por el Cambio –y al resto de los argentinos-, brilla por su ausencia.
En lo que sí hay un plan claro, sin anuncios y no escrito pero bien explícito, es el que le impuso Cristina Fernández de Kirchner a Alberto Fernández para su candidatura: desarticular todas las causas por corrupción que pesan sobre ella y funcionarios de su gobierno y el de su marido. Desde ese momento el Fernández candidato advirtió que los Jueces y Fiscales iban a tener que revisar sus fallos. Ya como presidente, propuso la reforma jubilatoria para los agentes judiciales y el apuro en las renuncias para liberar vacantes en los juzgados, y envían al Congreso la reforma judicial, lo que pone en riesgo la división de los poderes y la verdadera independencia de los jueces.
Volviendo a la política económica, plan económico es una palabra que el kirchnerismo ha decidido no utilizar desde su llegada a la Casa Rosada en 2003. Para el kirchnerismo “plan económico” tiene una clara connotación vinculada a las crisis y fracasos. Pero hay una diferencia importante entre el kirchnerismo original de la polémica “década ganada” con el presente. En la era Néstor-Cristina se pretendió instalar la idea de “modelo económico” como sinónimo de círculo virtuoso, con un claro mensaje propagandístico implícito. En cambio, este kirchnerismo de Alberto se conforma con no tener un plan, derivación de un modesto objetivo de metas, con el que el Presidente se ilusiona como una posible remake del 2003, desconociendo que las condiciones políticas, personales y económicas son distintas.
Falta un plan genuino que busque la mayor cantidad de consensos posibles
Sin modelo económico, sin plan y con metas de las cuales se conoce poco y nada, las políticas económicas del Gobierno empeoraron la situación. Se aplicó un impuestazo a sectores productivos y a la clase media. Se ajustó a los jubilados. Y esto no es atribuible a una pandemia que, por cierto, aceleró la caída económica. Para antes de la cuarentena, la actividad económica seguía en picada, con cierre de empresas y aumento de la desocupación. Hoy, la inflación aún contenida vuelve a ser creciente; la brecha cambiaria superior al 70%; el déficit fiscal en ascenso, la emisión monetaria a discreción y un mundo sumido en una incertidumbre, nos alejan del escenario del 2003.
Las crisis generan oportunidades y esta no es una excepción. El pueblo argentino en su conjunto viene haciendo un esfuerzo extraordinario que nos permite soñar con no repetir fracasos del pasado. Y sobre la base de ese esfuerzo se pueden generar condiciones para transformar la matriz económica, productiva y social del país, robustecer las instituciones de la república y desarrollar el sistema educativo y sanitario para las décadas siguientes. Para eso falta un plan genuino que busque la mayor cantidad de consensos posibles. Y por sobre todas las cosas, un plan que le permita al Presidente cumplir con su promesa al pueblo argentino que iban a volver mejores.
*Senador provincial por Juntos por el Cambio. Presidente de la CC ARI de Provincia de Buenos Aires.