OPINIóN
Nueva etapa

Asumió Alberto Fernández (II): al lado de CFK, parece Dylan

La nueva coalición gobernante es un eufemismo. El equilibrio depende de un madamiento: controlaos los unos a los otros. Los peligros ocultos de la moderación.

Fiesta plaza de mayo Cristina Kirchner Alberto Fernández
Fiesta en la Plaza de Mayo tras la jura de Alberto Fernández como nuevo presidente. | Marcelo Escayola

A los principales referentes del Frente de Todos les gusta decir que éste es un “tiempo de coaliciones”, generalización más o menos cierta que hasta no hace mucho les permitía explicar lo que venía en la Argentina poniendo como ejemplos a Chile, Uruguay y hasta Bolivia y, de ese modo, subir al país a la ola de “normalidad” que requeriría una pretendida post grieta. Pero resulta que los equilibrios chileno y boliviano (dos modelos de “éxito”distintos, sino antagónicos) volaron por los aires y, en los actos de asunción de Alberto Fernández, sólo los uruguayos pudieron hacer gala de la excepcional civilidad sudamericana enviando una delegación conjunta de salientes frenteamplistas y blancos entrantes con Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou a la cabeza.

Digamos de movida, entonces, que el “tiempo de coaliciones” no era garantía de modernidad ni de nada. Y aclaremos desde el vamos que es al menos muy dudoso que nuestro país haya entrado en esa nueva era, si es que de verdad existiera.

Es cierto: Mauricio Macri encabezó una coalición, Juntos por el Cambio, aunque ésta jamás logró superar el estándar de alianza electoral. Varios macristas y muchos radicales sostienen que la cerrazón sectaria del Gobierno M fue una de las principales causas que frustraron la reelección.

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Está a la vista: más que una “entidad creada de la unión de dos o más partidos políticos” (eso significa coalición) la fuerza que llevó al triunfo a la fórmula de los Fernández tiene más pinta de reunificación del peronismo clásico que de otra cosa, empezando por el detalle no menor de que todos sus componentes festejan cantando la misma marcha. Aún así, tampoco hay certezas de que el nuevo Presidente de la Nación sea su líder indiscutido ni de que dicho reagrupamiento les garantice gobernar más de un mandato. Agustín “Chivo” Rossi, hoy ministro de Defensa por segunda vez en su vida, me lo dijo así: “Por ahora, la unidad sólo nos demostró que podíamos ganar una elección. Los liderazgos y los gobiernos se construyen andando”. Sobra decirlo: Rossi es cristinista.

Asumió Fernández: al lado de Macri, es Churchill

Aclaro algo: no creo que Cristina signifique un escollo para la Gestión Alberto, al menos en su primer mandato. Por el contrario, la sola imagen de ella y su vehemencia crónica le irradian al Presidente, por sí mismas, destellos de kirchnerista moderado al borde del alfonsinismo. Al lado de la ex presidenta, él es Dylan. Hoy, los peronistas, para “volver mejores” (y quedarse otro buen rato en el poder) necesitan, ahora sí, abrirse a una coalición cuyo principal armador debe ostentar credenciales democráticas lo más amplias posibles. La sociedad se cansó de lo otro y hasta la militancia K parece estar haciendo un esfuerzo de bajar el tono y el copete.

Aclaro algo más: tampoco creo que Alberto haya sido ungido por el dedo luminoso de Cristina. Eso, en efecto, sucedió. Pero, para que pasara, primero tuvo que haber unos gobernadores y unos sindicalistas y unos intendentes que pusieran como condición para reunificarse que la candidata no fuera ella. Claro que todos podrían haber jugado a perder de nuevo y no fue así: los caudillos peronistas aceptaron pactar y CFK decidió dar el mayor paso al costado al que estaba dispuesta. Cuestión de votos.

Alberto Fernández está parado ahora sobre un sistema de controles múltiples. Él controla el Ejecutivo. Ella lo controla a él desde el Senado. Los gobernadores la controlan a ella desde la presidencia del bloque. Sergio Massa controla Diputados a su vez controlado por Máximo K, pero al mismo tiempo resulta ser el principal controlante de Axel Kicillof en la provincia: el massismo tiene fuerza en la Legislatura Bonaerense, aparte de buenas migas con las huestes de María Eugenia Vidal y Emilio Monzó. Del aceitado funcionamiento de semejante maquinaria depende la Gestión Alberto.

Es cierto: hay quienes aún entienden la tan mentada unidad nacional a partir de un Fernández mimetizado con Cristina; otros preferirían que Alberto, llegado el caso, antes que eso se pareciera más a Macri. Unos y otros tal vez olviden que el hombre que ama a los perros collies ya es quien ocupa la Casa Rosada y duerme en la Quinta de Olivos. Y que, además, es peronista.

 

*    Director de contenidos digitales y audiovisuales de Editorial Perfil.