OPINIóN
Efemérides 7 de noviembre

Batalla de Suipacha: Bolivia fue el escenario del primer triunfo argentino

El encuentro del Ejército del Norte con las tropas realistas fue “el fuego más activo que puede imaginarse”, bajo el sol del Altiplano. En alla, un intrépido capitán de milicias comenzó a destacarse entre sus pares, el salteño Martín Miguel de Güemes.

Batalla de Suipacha
Batalla de Suipacha | Wikipedia.org dibujo de Nicolás Grondona

El 7 de Noviembre se conmemora el 213° aniversario de la Batalla de Suipacha. En la Revolución de Mayo se conformó el Ejército Auxiliar del Perú, también conocido como “Ejército del Norte”.

Este cuerpo entró en acción en Córdoba, en agosto de 1810, poniendo trágico fin a la aventura contrarrevolucionaria del ex Virrey Liniers y sus compañeros.

En Setiembre de 1810 el Ejército avanzó, desde Córdoba hacia el Norte. Su estadía en “La Docta” por más de un mes, había relajado su disciplina y acentuado la deserción. 

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Su comandante, el coronel Antonio González Balcarce y el Representante de la Junta, Juan José Castelli, buscaron restablecer el orden y la obediencia. Impusieron ejercicios y prácticas a los soldados (González Balcarce había luchado en España y tenía experiencia en adiestrar milicias). A los jefes se los instruía en “conferencias militares”, que luego se volcaban a los oficiales inferiores. 

También se ordenó al ejército no molestar a los vecinos, para conservar el prestigio de los soldados y ganarse la confianza de los habitantes del interior.

Así, las tropas se pusieron en marcha hacia el Norte, nuevamente. A su paso se difundían proclamas revolucionarias, se aseguraba obediencia a la Junta y la elección de diputados, que eran enviados a la Capital. Si había faltas, se las castigaba duramente. El Ejército lograba la adhesión de los pueblos a su paso. Recibía abastecimientos, monturas, caballos y hombres que lo engrosaban; hasta que los soldados llegaron al Alto Perú (la actual Bolivia).

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En el Altiplano, los realistas, armados y movilizados por el Virrey del Perú, Fernando de Abascal, reunieron poderosas fuerzas, que esperaban el avance del pequeño ejército patrio. 

Había proclamado Abascal que los revolucionarios eran “Hombres destinados por la naturaleza a sólo vegetar y vivir en la oscuridad y abatimiento, sin el enérgico carácter de la virtud, y con la humillante debilidad de todos los vicios, aspiran a lograr la vil efímera representación con que los execrables delitos señala a los grandes criminales”. 

En Octubre de 1810 tuvo lugar una pequeña escaramuza en Tupiza, donde un teniente y 11 húsares atacaron valientemente una partida realista. Se premió a todos, salvo a un húsar que huyó de miedo. Entonces, González Balcarce destinó a este último al lugar más peligroso de la vanguardia, para que pudiera reivindicarse.

Al notar la agresividad de las fuerzas patrias, los realistas, al mando del capitán de fragata José de Córdova, se atrincheraron en el pueblo de Santiago de Cotagaita, posición segura y fácil de defender. 

El 27 de Octubre, mientras Castelli reunía tropas en la retaguardia (Yavi), Balcarce, entusiasmado, atacó a los realistas a media mañana. Sus soldados no estaban acostumbrados a la altura y suelo pedregoso, que destruía a la caballería. 

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Quedaron cansados, sin agua y bajo un sol abrasador. González Balcarce cuenta que se libró “el fuego más activo que puede imaginarse”, mientras aumentaba el sol, la sed y el calor. Córdova reconoció que los patriotas “atacaron a pie firme”, por no poder maniobrar la caballería; avanzando con dos cañones de montaña, y soportando un intenso tiroteo desde los parapetos realistas.

Refiere Balcarce: “La tropa se ha portado con intrepidez y valor, pues ha llegado a pecho descubierto a tomar agua y hacer fuego dentro del mismo río de Santiago, bajo del de mosquetería y baterías enemigas; no le he permitido atacar a bayoneta, como lo solicitó en repetidas ocasiones, reconociendo que iba mucha parte de ella a sacrificarse. Se ha retirado cuando se le ha mandado, sin confusión ni atropellamiento, conteniendo siempre la artillería”.

Pese a la intensa metralla, los soldados querían aún cargar a la bayoneta contra las posiciones realistas. Al ver que el costo en vidas sería enorme, Balcarce ordenó la retirada. Un intrépido capitán de milicias, que luego sería famoso, cubriría valientemente la retirada de los dos cañones patrios. Era el salteño Martín Miguel de Güemes. Los realistas no atinaron a perseguirlos.

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El capitán de artilleros Juan Ramón de Urién, huyó, llegó hasta Humahuaca y difundió la falsa noticia de que se había perdido todo el ejército. Ello motivó que indios y lugareños dejaran de auxiliar a los patriotas. Urién fue después arrestado y la Junta ordenó fusilarlo por desertor.

González Balcarce retrocedió 85 kilómetros al Sur, para acercarse a Castelli, conseguir refuerzos, caballos y municiones, poder refrescar sus tropas, a la orilla de un río. Escribió a Castelli: “mi dirección es a Suipacha, donde esperaré los auxilios indicados y superiores órdenes de V.E.”.

Suipacha era un caserío a la orilla del río del mismo nombre. Cruzándolo, hacia el Sur, está Nazareno. Allí se acantonó Balcarce, esperando la ayuda de Castelli. El capitán Córdova salió tras Balcarce con más de 1000 soldados y 4 cañones; enarbolando “el estandarte del terror”: la bandera negra con una calavera, emblema de los piratas, que significa “guerra sin cuartel” ni piedad. 

Llegó a Suipacha la tarde del 6 de Noviembre de 1810. Sabía que González Balcarce, estaba, río de por medio, en Nazareno, con sólo 400 efectivos desmoralizados, impagos y sin municiones. Sin embargo, durante la noche, sin que Córdova lo notara, y a marchas forzadas, Castelli le había enviado 200 soldados más municiones, dinero y 2 cañones.

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A la madrugada del día siguiente, Córdova ocupó unas lomadas a la izquierda de Balcarce, blandiendo el estandarte “pirata”, para aterrorizar a los patriotas. Balcarce ocultó refuerzos y artillería en la quebrada de Choroya. y arengó a sus soldados, contestándole a Abascal: “que élsolo excedía en pericia militar a Nieto, Córdova y Socasa, trayendo sus tropas a pecho descubierto, donde se viene que el americano nacido para vegetar y vivir en la oscuridad, por obra del Gobierno que ha tenido, excede a los militares venidos de España”.

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Como Córdova no atacaba, Balcarce lo tentó con 200 tiradores y 2 cañones sobre la playa del río, que dispararon a los realistas, en la otra orilla. Córdova respondió destacando guerrillas, que tiraron contra los patriotas. Balcarce mandó refuerzos, y Córdova hizo lo propio, dejando las alturas que había alcanzado horas antes, desguarneciendo su flanco.

Balcarce ordenó retirada general, que se hizo en desorden. Córdova cruzó el río y persiguió a Balcarce por la quebrada de Choroya. El ejército de Balcarce estaba compuesto por milicianos de Salta, Jujuy, Tarija, Orán y la caballería Chicheña de Tupiza; al mando de Güemes. En cierto momento, los patriotas, ya en la quebrada, dieron vuelta, a instancias del salteño y acometieron contra sus perseguidores. En ese mismo instante, los refuerzos que estaban también allí escondidos, cayeron encima de los sorprendidos realistas, desde los flancos de las montañas, sometiéndolos a un intenso fuego cruzado que éstos no esperaban.

Córdova creía enfrentar a unos pocos “abajeños” andrajosos, impagos, desmoralizados, y deseosos de pasarse a las filas realistas, temorizados por su negro pabellón, ante los públicos ofrecimientos de dinero que les había hecho para desertar.

La sorpresa y la victoria patria fue total. La batalla había durado sólo media hora. Los realistas se desbandaron completamente, dejando en el camino dos banderas, como diría luego Castelli: “más una no merece tal nombre porque es un trapo enastado por jugarreta (se refería a la ‘bandera pirata’), pero la otra es propia de La Plata, que juraron las tropas cuando Nieto desarmó a los Patricios y repartió a los Arribeños. Se hicieron allí mismo más de 150 prisioneros”.

Así recibía su bautismo de fuego el Ejército Argentino.