Hace 211 años, el pueblo de Jujuy protagonizó una de las mayores proezas conseguidas por la población civil, el Éxodo jujeño. Un hecho trascendental que marcó el camino hacia la independencia argentina. El 23 de agosto de 1812 se inició el desplazamiento de hombres, mujeres, ancianos, niños, mestizos y criollos hacia territorio tucumano. La denominada “Retirada”, mediante la que dejaron atrás su hogar para convertirse súbitamente en un ejército carente de entrenamiento alguno bajo el liderazgo del general Manuel Belgrano.
La idea de Belgrano de una monarquía inca
La orden del abogado y militar argentino fue contundente al pedir que no quedaran vestigios de casas, alimentos, ni animales de transporte, objetos de hierro, cómo tampoco efectos mercantiles.
“La situación lo ameritaba: la táctica militar conocida como tierra quemada o tierra arrasada depende, para ser efectiva, justamente de que el éxodo sea masivo y que, a espaldas de quienes se retiran, sólo quede un desierto inútil para el enemigo”, puntualizó el historiador nacional, Hernán Brienza, autor de Éxodo jujeño: Manuel Belgrano y la gesta de un pueblo para crear una nación, publicado por Editorial Planeta.
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Un método de guerra detrás de la batalla de Jujuy
Esta acción planificada le produjo a las fuerzas realistas un considerable desgaste logístico, que hizo mella en sus filas con el transcurrir de los días y debilitó progresivamente su poderío mediante la erosión de su entereza psicológica. Este método de guerra se remonta a la antigüedad de los tiempos y, tiene por objetivo que los invasores perciban la hostilidad de los territorios ocupados.
Belgrano, el vengador del futuro
La “desobediencia” de Manuel Belgrano y la entereza de una tropa inexperimentada
Aquel 8 de septiembre en San Miguel de Tucumán, Belgrano debía debatirse entre la legalidad, las misivas del Triunvirato, y la legitimidad: la decisión soberana de un pueblo que le exigió desobediencia para presentarle batalla al embate español que buscaba preservar la supremacía monárquica.
Brienza transcribió un fragmento del escrito enviado por el valeroso guardián de la bandera nacional a las autoridades porteñas en el que enfatizó "¡es de necesidad aprovechar tan nobles sentimientos que son obra del cielo. Nuestra situación es terrible y veo que la patria exige de nosotros el último sacrificio para contener los desastres que nos amenazan.
Dios quiera mirarnos con ojos de piedad, y proteger los nobles de mis compañeros de armas! Ellos están llenos del fuego sagrado del patriotismo y dispuestos a vencer o morir por su general”.
A continuación transcribimos un fragmento del libro de Brienza.
Manuel Belgrano, un diplomático argentino en Londres
La retirada heroica
Dramático fue el destino impuesto a Jujuy por su posición geográfica. Por allí necesariamente pasaron los heraldos de la libertad y del heroísmo, pero también los de la miseria y de la muerte. En ese sacrificio consiste la gloria de Jujuy.
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy.
EI Domingo 23 de agosto de 1812. Cinco y media de la tarde. Manuel Belgrano, envuelto en su poncho de vicuña, da la orden de que el pueblo comience el vaciamiento de la ciudad de Jujuy e inicie la retirada hacia Córdoba. La orden del Triunvirato era concreta: retroceder con el ejército patriota hasta Córdoba, y no presentar batalla a los realistas en ningún punto de la huida. Y allí estaba él, un general improvisado, pensando que habría sido incapaz de dejar a esos pueblos a merced de los enemigos, a su sed de venganza, de saqueo, de muerte, de sexo, como habían hecho en las ciudades altoperuanas. Estaba allí diciéndose que habría sido incapaz de abandonar a esos hombres, mujeres y niños humildes que en carretas, a pie, a caballo, sobre mulas, emprendían con silencioso heroísmo el abandono de lo poco que tenían: los ranchos y la tierra que los habían visto nacer y crecer, donde habían muerto sus antepasados desde tiempos inmemoriales.
Los colores de nuestra bandera y el Conicet
Recorría las calles de San Salvador, rodeada por los cerros, apenas un caserío de algunos miles de personas enmarcado por los ríos Grande y Chico, y miraba Belgrano los rostros humildes que, con estoicismo, vaciaban sus casas, quemaban sus campos, arreaban su ganado rumbo a un destino desconocido y sin fecha de regreso. Por la ancestral Quebrada de Humahuaca descendían los realistas con ganas de escarmentar a los insurgentes que habían osado desafiar al rey. Formaban un ejército profesional, entrenado en el hábito de la estrategia y la crueldad. En cambio, Belgrano comandaba un pueblo indefenso y humilde que quemaba lo que encontraba a su paso, y una tropa que todavía no había decidido convertirse en milicia. (...)
Con la oscuridad, las fogatas —la leyenda asegura que ardió todo Jujuy, aunque en realidad es una licencia urdida por los relatos posteriores— permitían ver la tristeza reflejada en los ojos del general por el sacrificio que el pueblo jujeño realizaba en pos de la libertad. San Salvador semejaba un pequeño holocausto criollo.
Martín Balza reflexiona sobre la histórica figura de Manuel Belgrano
Terminado el día, pocos minutos después de la medianoche, Belgrano montó su caballo. Heroica delicadeza: fue el último en abandonar Jujuy. Él, que no era un brillante estratega ni el más inteligente político; él, que carecía de los conocimientos suficientes para ser general y de la astucia del zorro para gobernar y mandar a los hombres, que a veces era ingenuo y otras un tanto inocente, el jefe del que muchos se burlaban, el abogado que a fuerza de coraje cívico se había convertido en militar y aceptaba con humilde convicción el mandato de luchar por la patria; él, Manuel Belgrano, sabía que a un pueblo no se lo abandona. Que si una misión tiene un ejército es no dejar a su gente a la buena de Dios sino acompañarlo, protegerlo, defenderlo. (...)
Todo había comenzado en julio cuando, tras la represión de Cochabamba, Goyeneche envió a Tristán, al mando de tres mil hombres, para destrozar definitivamente al ejército patriota. Alertado Belgrano de esos movimientos, decidió poner en marcha el operativo de retirada ordenado por el Triunvirato en febrero. (...)
El bando causó estupor entre aquellos que no compartían la enorme aventura de la libertad. Goyeneche lo calificó de «bando impío», y los realistas de las ciudades de Jujuy, de Salta y de Tucumán sintieron correr por sus espaldas el frío sudor del miedo. Belgrano había abandonado su tradicional moderación para mostrar su espíritu jacobino. (...)
No fue «Éxodo Jujeño» como los protagonistas nombraron a aquel monumental desplazamiento cívico-militar, sino que fue bautizado así un siglo después, cuando en 1910, durante el Centenario de Mayo, el escritor Ricardo Rojas, autor de El Santo de la Espada, La Restauración Nacionalista y Blasón de Plata se dedicó a organizar el Archivo Capitular de Jujuy. El nombre que tanto Belgrano como el Triunvirato le dieron fue «Retirada».
Algo similar ocurrió con el llamado «Éxodo Oriental» de octubre de 1811, encabezado por José Gervasio de Artigas y seguido por el pueblo desde Montevideo hasta Salto Chico —actual Concordia—. Los orientales lo denominaron «Redota», una mala pronunciación de la palabra «derrota». El movimiento fue bautizado «Éxodo», en 1883, por el historiador Clemente Fregeiro.
Tierra arrasada o tierra quemada: la táctica bélica y sus antecedentes
En ambos casos, la palabra «éxodo» reúne connotaciones religiosas y remite, obviamente, a la huida del pueblo judío de Egipto, liderado por Moisés, en busca de la Tierra Prometida. Pero si se abandona el lirismo poético y se ciñe a la estricta táctica militar, se descubre que las operaciones de «tierra quemada» se remontan a la antigüedad de los tiempos. Se trata de una acción que vincula aspectos militares, económicos y psicológicos de desgaste de ejércitos invasores, para que perciban la hostilidad de los pueblos ocupados, que al mismo tiempo los dejan sin recursos para subsistir en tierra enemiga.
La retirada es el último recurso de un pueblo en situación de debilidad, y no requiere de grandes adelantos técnicos ni recursos económicos. Ha sido muy eficaz a lo largo de la historia ya que permitió a grupos reducidos imponerse sobre ejércitos más nutridos y mejor preparados. La implementaron con éxito los escitas contra los persas de Darío I; el líder galo Vercingétorix durante el sitio de Alesia contra Julio César; los musulmanes contra los cristianos durante las Cruzadas; los ingleses y los franceses alternativamente en la Guerra de los Cien Años. (...)
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* Fragmento del Capítulo VI de "Éxodo jujeño: Manuel Belgrano y la gesta de un pueblo para crear una nación" (ed. Planeta), por Hernán Leandro Brienza