OPINIóN
Murió a los 90 años

Carlos Menem: el último presidente argentino del Siglo XIX

El político de Anillaco encandiló a todo un país con lo que terminó siendo una oscura trama de ramales ferroviarios, líneas telefónicas y negocios de import-export fuera de la ley.

Carlos Menem
Carlos Menem | Cedoc

La voz de Emilio Renzi, el alter ego de Ricardo Piglia que entraba y salía de sus ficciones y diarios, fue la forma elegida por el autor para presentar su teoría sobre la posición de Jorge Luis Borges en la literatura del siglo XIX (recordemos que Borges había nacido el 24 de agosto de 1899). La escena transcurre en una de esas densas conversaciones literarias de Respiración Artificial, una novela surgida de las catacumbas de la dictadura que consagró a Ricardo Piglia: “Borges, dijo Renzi, es un escritor del siglo XIX. El mejor escritor argentino del siglo XIX”. Según Piglia-Renzi, la ficción de Borges solo puede entenderse “como un intento consciente de concluir con la literatura argentina del siglo XXI. Cerrar e integrar las dos líneas básicas que definen la escritura literaria en el siglo XIX”. ¿Y cuáles son esas dos líneas básicas? Por un lado, el europeísmo. Borges se divierte a parodiar esa “erudición cosmopolita y fraudulenta que define y domina gran parte de la literatura argentina del siglo XIX”. Por otro lado, Borges se propone también cerrar la otra corriente, la antagónica, la corriente antieuropea que se alimenta de lo gauchesco. Concluye Piglia-Renzi: “los dos primeros cuentos escritos por Borges, tan distintos a primera vista: ‘Hombre de la esquina rosada’ y ‘Pierre Menard, autor del Quijote’ son el modo que tiene Borges de conectarse, de mantenerse ligado y de cerrar esa doble tradición que divide a la literatura argentina del siglo XIX”. Y remata Piglia-Renzi: “no es casual que el mejor texto de Borges para Borges sea ‘El sur’, cuento donde estas dos líneas se cruzan, se integran”.

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Podría decirse que también Carlos Saúl Menem se movió entre esas dos “líneas básicas” que marcaron la literatura argentina del siglo XIX. Por una parte, desde que comenzó su actividad política Menem encarnó el espíritu de la montonera y los viejos caudillos federales. En los festejos organizados días después de asumir la gobernación de la Rioja en 1973, se cuenta que Menem leyó un discurso de diez páginas donde llamó a Facundo Quiroga el “campeón de la liberación nacional” y no ahorró críticas a Bernardino Rivadavia ni a Bartolomé Mitre. El poncho, las patillas y su proverbial simpatía hicieron el resto. Este componente popular y rebelde con tufillo a “subsuelo de la patria sublevado” nunca lo abandonaría, ni siquiera en sus momentos de mayor comunión oligárquica.

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El otro Menem es el Menem globalizador, el adalid de la reforma neoliberal que también levantó la bandera “cosmopolita” que mencionaba Piglia-Renzi en su análisis del Borges más universal. Si el escritor ciego nos llevó de la mano a recorrer infinitas bibliotecas y laberintos, el político de Anillaco encandiló a todo un país con lo que terminó siendo una oscura trama de ramales ferroviarios, líneas telefónicas y negocios de import-export fuera de la ley. Quizás el momento culminante del Menem modernizador y cosmopolita se dio en 1996, cuando aseguró que "dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida". Ni el autor de “Ficciones” se había atrevido a tanto.

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Durante la doble presidencia de Carlos Saúl Menem se terminaron de fundir e integrar en una misma entidad las dos tradiciones políticas que dividían a la Argentina del siglo XIX, la línea rebelde-federal y la modernizadora-cosmopolita. Parece una estrofa de Enrique Santos Discépolo: los niños pobres que tenían hambre y los niños ricos que tenían tristeza, el poncho y la tarjeta telefónica, el mate y la Ferrari, Horacio Guarany y los Rolling Stones.

Carlos Menem y los Rolling Stones.
Carlos Menem y los Rolling Stones | Foto: CEDOC.

 

Mientras vela y entierra al último presidente del siglo XIX, vale la pena preguntarse si la Argentina no sigue todavía demasiado enredada en las cosas del siglo XX.

 


 

* Carlos A. Scolari. Universitat Pompeu Fabra - Barcelona.