OPINIóN
Redes en crisis

Donald Trump, The Wall y los Tíos Dorsey y Zuckerberg

Postear en Facebook la tapa de Houses of the Holy de Led Zeppelin o La maja desnuda de Francisco Goya es arriesgarse a una suspensión de la cuenta. ¿Por qué bloquear a Donald Trump y no a Nicolás Maduro, a Matteo Salvini o a CasaPound?

Donald Trump Transicisión 2
Donald Trump | AFP

El bloqueo de las cuentas del presidente de Estados Unidos Donald Trump por parte de las redes sociales Twitter y aquellas controladas por Mark Zuckerberg (Facebook e Instagram), entre otras plataformas, ha lanzado finalmente a un público amplio aquello que era discutido hace años en ámbitos universitarios: la comunicación montada sobre Internet no es ya un espacio de debate elegante.

La esperanza que un soporte tecnológico podía facilitar la concreción de una democracia deliberativa como la impulsada por el filósofo Jürgen Habermas se ha estrellado contra la realidad callejera. En vez que las redes transformaran la rudeza del mundo pedestre, este impregnó a las redes.

El empeño del determinismo tecnológico fue frustrado una vez más. Allá quedaron los proyectos de Nicholas Negroponte de imprimir desde el mundo de los bits una sociedad en los átomos más dialogante, equitativa, educada.

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La Ley de Telecomunicaciones impulsada en 1996 por el presidente Bill Clinton permitió la expansión de Internet y del mundo digital. En dicha ley fue clave la Sección 230. A grandes rasgos sostenía que los proveedores de Internet no eran responsables legalmente de los contenidos que allí subirían los públicos. La red por tanto era neutral, un espacio abierto y de corte público como un muro en una plaza donde cada uno pudiera expresarse libremente y escribir lo que le plazca. La convivencia racional permitiría corregir aquellos posteos descarriados y en cambio se impondrían los destinados a construir una sociedad mejor.

Donald Trump, quien fundó su campaña electoral de 2016 atacando los medios tradicionales y usando masivamente redes como Twitter, en el 2020 las incluyó como parte de un campo empresario que aspira a hundir a los Estados Unidos. Alentó derogar la Sección 230 de la ley mencionada así como promovió acciones antimonopólicas contra las grandes empresas tecnológicas.

El argumento de Trump era que dicha sección encubría con un manto de neutralidad a soportes que no lo eran: algoritmos que orientaban consumos, contenidos, grupos o perfiles habían contaminado lo digital… en contra de él. Lo digital se comportaba ahora como un medio más.

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Cuando Trump no reconoció su derrota a manos de Joe Biden y trató a las elecciones de fraudulentas, Twitter cuestionó los tuits y los bloqueó. Curiosamente las redes respondieron con la lógica con la cual era acusada por el presidente: editando. Twitter bloqueó la voz del presidente de Estados Unidos. Nada menos.

Las redes ya editan y mucho. Postear en Facebook la tapa de Houses of the Holy de Led Zeppelin o La maja desnuda de Francisco Goya es arriesgarse a una suspensión de la cuenta. ¿Por qué bloquear a Donald Trump y no a Nicolás Maduro, a Matteo Salvini o a CasaPound?

Hoy la realidad de las redes se acerca más a una calle de una ciudad alemana de 1932. Bandas de grupos organizados, más o menos violentos, se disputan el control de las calles y las redes realimentándose mutuamente. El matonismo de los trolls, como el de los barrabravas en un estadio, ganó el centro de la escena. Son pocos, pero gritan mucho.

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A su vez, el entorno institucional de Estados Unidos está degradado. El Capitolio asaltado por vándalos y el presidente saliente acallado y despreciado por ser acusado de instigar un incendio del Reichstag a la americana. La democracia norteamericana está bajo riesgo. Un sector amplio de la población abiertamente duda de sus ventajas. El muteo de Trump es otro síntoma de la degradación, no la solución del problema. Tíos Dorsey y Zuckerberg nos protegen y nos ofrecen helado.

Quienes estamos en población de riesgo recordamos el tema Comfortably Numb de The Wall, la obra más difundida de Pink Floyd. El niño ha crecido y el sueño se desvaneció. ¿Podríamos incluir hoy a líderes fascistoides como Pink en un posteo? Debemos pensarlo dos veces. La autocensura ya la practicamos. Bienvenidos a la jungla, tenemos diversión y juegos.

 

* Christian Schwarz. Dr. en Sociología (UCA). Docente UCA, UNTREF, UCES.