No pretendo ser un observador imparcial. Mi simpatía por ese dirigente indígena que, de la mano de los movimientos sociales, puso Bolivia de pie después de siglos de postración es inocultable. Los resultados en términos de reducción de la pobreza y ampliación de derechos ciudadanos son admirables. Los avances de las mujeres, la juventud, los obreros y la población originaria en un país antes sumergido a una cultura fuertemente clasista, racista y misógina son extraordinarios. Asimismo, considero que Bolivia ha incidido positivamente en la estabilidad de la región, promoviendo la unidad latinoamericana y equilibrando a veces en soledad la subordinación de muchos otros gobiernos a los intereses norteamericanos.
Sin embargo, me he interiorizado de los acontecimientos recientes de Bolivia y quisiera compartir las siguientes reflexiones con el mayor nivel de objetividad posible. El 20 de octubre, se esperaban elecciones reñidas en Bolivia. La victoria de Evo Morales estaba descontada, pero restaba por ver si podría imponerse en primera vuelta. El sistema electoral boliviano es, al respecto, más restrictivo que el de Argentina y otros países de la región. En nuestro país, cualquiera que triunfa con más del 45% de los votos, aunque tenga un solo voto de más, se consagra ganador. En Bolivia, en cambio, con menos del 50% de los votos, la distancia entre el primero y el segundo debe ser del 10%.
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Aproximadamente a las 20hs del domingo, con más del 80% de los datos de su sistema computados, el servicio de Trasmisión de Resultado Electorales Preliminares (TREP) anunció los resultados perliminares. Evo obtenía la victoria por 7% de diferencia. Según los primeros cómputos, habría ballotage. Sin embargo, dentro del 20% restante se encontraba el voto rural e indígena, bastión de Morales. Cualquier conocedor de la realidad boliviana sabe que allí podría encontrarse perfectamente la llave de una victoria en primera vuelta. A sabiendas de ello, Carlos Mesa denunció fraude sin esperar los resultados oficiales. El candidato opositor utilizó la interrupción de la Trasmisión de Resultado Electorales Preliminares (TREP) para levantar sospechas sobre los comicios y convocó a sus seguidores a marchar contra los Órganos Electorales Departamentales.
Antes de proseguir, es importante aclarar porqué se detuvo el conteo a las 20hs. La respuesta es simple: ¡Era lo que estaba previsto! El TREP es un conteo preliminar. Este sistema se usa desde el 2015 y está a cargo de una empresa privada, no del órgano electoral. Es una herramienta muy útil para tener resultados preliminares fidedignos rápidamente. Desde luego, en una elección reñida como esta, puede ser problemático porque no genera certezas sino todo tipo de especulaciones, por eso la prudencia aconsejaba esperar los resultados definitivos. En un clima de polarización, la primera víctima es la prudencia, siempre, de ambos lados.
Como dijimos, la TREP se detuvo con más del 80% computado, tal como habían anunciado las autoridades electorales en una conferencia de prensa previa a la jornada electoral. La oposición y algunos medios internacionales usaron la “suspensión” del el recuento provisional para lanzar sospechas sobre el escrutinio. Hubiera sido, sin embargo, inusual que la TREP prosiguiera con el conteo e imposible que llegara al 100%. El año 2015, por ejemplo, el mismo sistema dio datos hasta el 65%, porque luego ya viene el recuento oficial. Una vez que la TREP da sus resultados iniciales, se detiene y luego trabaja solo el recuento oficial, acta por acta y de manera pública. Que el TREP se detenga es lo normal.
Curiosamente, la empresa que realiza el TREP es NEOTEC de Marcel Guzmán de Rojas, hijo del ex presidente del Tribunal Electoral elegido a inicios de siglo XXI por los partidos neoliberales. Esta empresa realizó diversas tareas similares en otros países del mundo. NEOTEC fue la que el 2015 anunció que se había perdido el referéndum, cosa que luego validó el escrutinio oficial. Evo y el MAS acataron el mismo día de la votación, sus resultados.
Prosigamos: el lunes, ya en un clima de extrema tensión, la TREP reanudó el conteo preliminar a pedido de la delegación electoral de la Unión Europea. A medida que se cargaban los datos, crecía el porcentaje de uno u otro candidato. La TREP no podía llegar al 100% porque el conteo preliminar en zonas rurales es imposible por cuestione técnicas tan evidentes como la ausencia de conectividad a Internet. En ese contexto, la noche del lunes son atacadas y quemadas las oficinas de los Órganos electorales de Potosi, Sucre, Tarija. El martes en la noche es quemada la de Santa Cruz. Esto nunca sucedió en la historia democrática boliviana y debe ser investigado como un claro atentado contra la democracia.
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Con el recuento oficial, emergió el l voto rural faltante. La ruralidad, bastión de Evo Morales, dónde el Estado Plurinacional produjo importantes reformas a favor de campesinos y pueblos originarios, siempre es el último en contar por motivos obvios de logística. Era esperado por oficialistas y opositores que allí el MAS obtendría una diferencia importante.
Así las cosas, el resultado oficial con el 100% de los votos escrutados fue de 47,08% (MAS-Evo Morales) y el 36,51% (CC - Carlos Mesa). Esto arroja una diferencia de 10,57% a favor del MAS. Así, Evo Morales logró más de 0,5% de diferencia, 32.000 votos más de los que necesitaba para ganar en primera vuelta. No es una diferencia sideral, pero suficiente para evitar el margen de error y consagra claramente a Evo Morales ganador conforme a las reglas constitucionales del hermano país.
Así las cosas, las autoridades electorales del país y la delegación europea validaron la trasparencia de la elección. Sin embargo, otros actores, con intereses creados en torno a la geopolítica regional, han iniciado una feroz campaña para forzar una segunda vuelta, en clara violación a la manda constitucional de la carta magna de los bolivianos Las denuncias de fraude carecen absolutamente de pruebas y fundamentos. Los pocos casos de impugnación de actas esgrimidos por la oposición han sido rebatidos, uno a uno, por las autoridades electorales. Sin embargo, el 24 de octubre, nos encontramos con un comunicado del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, que en forma arbitraria y en claro exceso en el ejercicio de sus funciones, instó a la realización de una segunda vuelta electoral.
Sin argumentos ni explicaciones, Almagro afirmó que realizar la segunda vuelta “sería la salida más democrática” y “una oportunidad pare evitar conflictividad política”. Esta afirmación no sólo justifica sutilmente la violencia organizada por grupos antidemocráticos de la extrema derecha boliviana sino que constituye un claro prejuzgamiento de quien se dice imparcial. Si Almagro ya tiene una posición tomada ¿cómo creer en la objetividad de la “auditoria definitiva” que el propio Almagro el indica con suma prepotencia como condición de legitimidad del proceso electoral? Es, cuanto menos, bastante difícil.
Almagro sostiene sin tapujos una visión conspirativa, intolerante y macartista contra las corrientes políticas populares y de izquierda, de conformidad con el relato oficial de Donald Trump y sus aliados regionales como los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Colombia. La visión de Almagro queda en evidencia en su comunicado del 16 de octubre de 2019 dónde atribuye las protestas sociales que sacuden Sudamérica a “corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente” que “tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana”.
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Argumentos hemos escuchado en la etapa más oscura de nuestra historia para justificar la infame Doctrina de Seguridad Nacional con sus secuelas de represión, terrorismo de estado, violaciones a los derechos humanos e intervenciones norteamericanas. Cuando Piñera afirma estar en guerra contra su propio Pueblo rodeado de altos mandos militares no hace más que explicitar el ideario sostenido por Almagro.
En este contexto, en defensa de la soberanía de nuestros pueblos y la estabilidad de Sudamérica, los dirigentes y gobiernos de la región deben respetar el resultado oficial de las instituciones democráticas del Estado Plurinacional de Bolivia, pronunciándose decididamente a favor de la legitimidad de la elección. No existe un solo argumento atendible que nos permita cuestionarla. El margen estrecho a favor de Evo Morales de ninguna manera justifica la violación del procedimiento constitucional boliviano. En ese sentido, es auspicioso que el presidente y vicepresidenta electos de nuestro país haya reconocido la victoria de su par boliviano. Ojalá el presidente en ejercicio hiciera lo mismo, aunque su recurrente servilismo a ciertos intereses globales augura lo contrario.
En caso de ser necesaria alguna forma de mediación para resolver conflictos internos o despejar cuestionamientos, esta debe ser solicitado por el gobierno constitucional boliviano y estar a cargo de entidades imparciales sujetas al derecho público internacional, nunca al brazo diplomático de los intereses creados y ambiciones geopolíticos que buscan la desunión de los pueblos del sur.