OPINIóN
TOLERANCIA

Cómo muere una democracia en el siglo XXI

Los discursos de odio están erosionando paulatinamente la democracia. Un sistema de gobierno representativo pensado desde la teoría para la conciliación de la diversidad de intereses sociales, difícilmente pueda convivir con el odio.

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Fiesta de la Democracia | AGENCIA NA.

La democracia tal como la conocemos es la forma de gobierno del liberalismo político: un sistema donde los representantes del pueblo (mayoría y minorías) tienen a su cargo la gestión de los asuntos públicos, y donde el poder político se encuentra limitado por los derechos individuales expresados en la ley. Con el devenir de la historia contemporánea la democracia ha ido perfeccionándose, ampliando el margen de participación política y afianzando los frenos y contrapesos propios de un Estado liberal, y que son necesarios para limitar al poder político y proteger los derechos de los individuos.

Sin embargo, estos avances no han impedido que la forma de gobierno democrática sea atacada a lo largo del siglo pasado. Lo hemos visto en gran parte del mundo occidental. En el caso de América Latina, la década del 70 ha sido testigo de cómo las fuerzas militares se adjudicaron el control del Estado por la fuerza, suspendiendo las garantías constitucionales y violentando los derechos individuales. A partir de los 80s la región inició un proceso de recuperación democrática que se ha mantenido hasta la actualidad en la mayoría de los países.

En el nuevo siglo las democracias no mueren a manos de hombres armados que toman el poder por la vía de la fuerza, sino que la propician líderes electos legítimamente y en un marco de legalidad. Son pequeños cambios institucionales que subvierten, de manera paulatina, las reglas de juego democráticas. Estas alteraciones al orden institucional buscan la acumulación y conservación del poder, rechazando la posibilidad de la alternancia. Y en esa lógica, el que piensa diferente deviene en enemigo. Nacen así los discursos de odio que, además de avanzar sobre lo formal, erosionan las reglas informales de convivencia democrática dentro de una sociedad.

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Estas reglas no escritas son engranajes imprescindibles para la coexistencia pacífica entre las diferentes cosmovisiones sociales, y son las que actualmente se están viendo afectadas por discursos de odio que polarizan la discusión política. Los discursos de odio niegan la otredad y no aceptan la posibilidad de compartir el poder con quién piensa diferente. Los discursos de odio observan a la oposición política no como adversario, sino como enemigo. Los discursos de odio son profundamente intolerantes con la disidencia. Para los que promueven el odio, el otro es el peor de todos los males.

Cristina Kirchner 20220901
El intento de homicidio contra Cristina Kirchner abrió el debate por la democracia y los discursos de odio.

La tolerancia mutua es la norma fáctica clave para garantizar la convivencia pacífica en una democracia. Esto implica aceptar que el oponente político puede acceder al poder y ser gobierno. Es la aceptación y el reconocimiento de la pluralidad de ideas, e implica además acompañar la decisión popular sin interferir (poner palos en la rueda) en la gestión de gobierno. También implica no ejercer todo aquello que la ley faculta, cuando esto implique un daño a la convivencia democrática (autocontención).

El discurso populista, que divide a la sociedad entre buenos y malos (patria vs. imperialismo; pueblo vs. casta), ha demostrado empíricamente ser sumamente eficaz en la construcción del poder. Sin embargo, también está probando ser un arma que contribuye a consolidar sociedades fracturadas y presas de antagonismos políticos y prejuicios ideológicos. Sociedades tribales y liderazgos políticos antagónicos que en nada favorecen a la defensa de los intereses nacionales y al desarrollo del país.

Los discursos de odio están erosionando paulatinamente la democracia. Un sistema de gobierno representativo pensado desde la teoría para la conciliación de la diversidad de intereses sociales, difícilmente pueda convivir con el odio. La tolerancia mutua implica diálogo, aceptación de la disidencia, respeto por las minorías y observancia plena del estado de derecho. Las democracias se están desconsolidando en la actualidad a causa de discursos de odio que dividen a la sociedad y pulverizan el principio de tolerancia mutua, clave para una convivencia democrática pacífica.

 

*Mg. en Políticas Públicas y maestrando en RR.II de la Universidad Austral. Docente universitario.