OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Dólar soja, en clave financiera

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Divisas. La medida que dispuso el BCRA ingresaría cerca de 5 mil millones de dólares. | cedoc

Se ha llevado el valor del dólar soja a $ 200 por el mes de septiembre (que se podría interpretar como una parcial devolución del 33% de Derechos de Exportación).

Está claro que esto llevará a muchos productores que tienen soja reservada para su financiamiento hasta la próxima cosecha, a adelantar ventas. Ya se dijo mucho sobre las razones que llevó al Ministerio de Economía a implementar este dólar-soja, y el costo que le trae aparejado, pero me quisiera centrar en las consecuencias que esta medida puede traer al sector agropecuario.

Las abruptas intervenciones en el mercado suelen producir distorsiones que llevan a daños colaterales.

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Es bueno recordar al público no agropecuario, que el productor en el momento de la cosecha generalmente realiza una venta (habitualmente algo más importante) para atender los compromisos de insumos, contratistas y servicios. De allí en adelante, hasta la próxima cosecha diseña su plan financiero e irá vendiendo los granos, mes tras mes, para ir invirtiendo en el nuevo año agrícola, atendiendo costos fijos, impuestos nacionales, provinciales y municipales, compra de insumos, labores de contratistas, asesores, etc. Para decidir qué vende cada mes, tomará en cuenta el precio relativo de cada grano en ese momento, puede ser que tenga posiciones tomadas con anterioridad, y a veces se ve limitado en su elección, por cuestiones logísticas (disponibilidad de cupos, entrega a destino, etc.).

Es lógico, que frente a una mejora (menos impuesto) del precio de la soja, la decisión del productor sea vender durante septiembre, toda la soja que tenía prevista vender en los estos meses, guardando para más adelante los otros granos. Esto provoca por un lado, una oferta muy abundante de soja que puede llevar a una congestión en puertos, fábricas y acopios, y la consiguiente caída en la cotización de la soja. Prueba de ello es que el jueves 1° de septiembre, último día antes de comenzar a regir el dólar-soja, la soja cotizaba a US$ 380/tonelada ($ 52.755 al dólar BNA $ 138.83) y con la entrada en vigor del dólar-soja cotiza en un rango, según día y puerto entre US$ 335 y US$ 360 (entre $ 67 mil y $ 72 mil dividido por 200 $/US$). De mantenerse estos números, los productores dejarían de recibir en promedio 32 US$ por tonelada por los ocho o nueve millones de toneladas, que se estima se comercializarían en septiembre. El productor venderá igual pues la mejora del precio en pesos de la soja (menos impuestos) lo motiva.

De acuerdo con información de la agencia Noticias Argentina, por ejemplo, impulsado por su venta a $ 200, el “dólar-soja” aportó otros US$ 482 millones a las arcas del Banco Central, y ya acumula US$ 2.650 millones desde la semana pasada. Esto le permitió al Banco Central comprar US$ 272 millones y embolsar US$ 1.647 millones en lo que va de septiembre.

Y según la misma fuente, el Banco Central informó que las reservas quedaron al borde de los US$ 38 mil millones, al alcanzar los US$ 37.922 millones, informó.

Ahora bien, en este contexto, ¿qué hace el productor con este “adelanto” de venta de soja? En primer lugar, tratará de adelantar la compra de los insumos que necesita para las próximas siembras, luego pagará servicios adeudados a los contratistas y demás compromisos, y reservará fondos para los gastos fijos de los próximos meses, colocando a plazo fijo en cualquier versión. Si vende soja más allá de estos destinos, deberá resguardar el valor de esos pesos para afrontar los gastos hasta la próxima cosecha, sabiendo que directa o indirectamente sus egresos estarán en un alto porcentaje vinculados al dólar que deben pagar sus proveedores, para conseguir los insumos.

Esto llevaría a pensar, que el productor debería tener menos necesidad de ventas en estos próximos meses. A no ser que se implementen medidas que motiven anticipar ventas de otros granos.

Por otro lado, durante este mes, esta distorsión en el mercado trae otras consecuencias. Uno es el caso de los arrendamientos, que mientras podrían solicitarle al productor por el alquiler, (quintales de soja/ha) tomar como referencia la soja de $ 72 mil (dólar 200 $/US$), este productor podría solo contar con otros granos que vendería a un dólar 140 $/US$.

Otro caso son las fábricas de alimento balanceado. ¿Cuánto deben pagar éstas por la soja (principal fuente de proteína animal) con que se alimentan vacas lecheras, aves, cerdos y vacunos? Y si éstas aumentan el precio del alimento balanceado, ¿podrán los productores lecheros, de pollos y huevos, de cerdos y vacunos, trasladar al precio de venta estos mayores costos o les provoca un quebranto?

Adelantar ventas de lo que ya se produjo, es una medida financiera. No aumenta la riqueza. Se debe pensar que el aumento de la riqueza sucede con el incremento de la producción, y éste no es el caso (bienvenidos los mayores precios agropecuarios, pero esto puede ser coyuntural).

Sería deseable que también se piense en medidas que logren aumentar la producción, que es el camino para dar trabajo y bajar la pobreza. Generar confianza (seguridad jurídica, previsibilidad), una macroeconomía ordenada (moneda, cambios relativos de precios, transferencias entre sectores), y recuperar competitividad (dólar de equilibrio, agobiante presión impositiva, las decisiones de inversión están lógicamente atadas a resultados positivos).

* Asesor financiero en temas agropecuarios, ex director y vocal general de la Sociedad Rural Argentina.