OPINIóN
Política

Oportunidades y desafíos del sindicalismo en el escenario post pandemia

El nuevo paradigma que emergerá con el retorno de la "nueva normalidad" traerá aparejado muchos cambios en las relaciones laborales.

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Sindicalismo | NA / JUAN VARGAS

Si la vertiginosidad de los cambios e innovaciones tecnológicas venían provocando un incuestionable impacto en el mundo del trabajo, la profunda convulsión civilizatoria generada por la pandemia global del Covid-19, y el nuevo paradigma que emergerá con el retorno de la “nueva normalidad” traerá aparejado muchos cambios en las relaciones laborales. Analicemos tres de ellos y los desafíos que nos exigirán.

En primer lugar, no puede obviarse el hecho de que el mundo del trabajo se ha visto conmocionado ante la generalizada parálisis de la producción y la actividad económica fruto de las medidas de aislamiento social que se han tomado en la mayoría de los países del mundo. Fruto de ello, en el mundo que viene habrá escenarios de mayor desempleo e informalidad. Según estimaciones de la OIT, el desempleo global a causa de la pandemia podría superar holgadamente los 22 millones de empleos que se perdieron durante la profunda crisis económica mundial de 2008-2009. Asimismo, se espera que tras la pandemia se sumen 35 millones de trabajadores pobres a las proyecciones de principios de año.

En segundo lugar, pareciera que el “genio” finalmente se escapó de la lámpara, y será muy difícil que vuelva a encerrarse: la tantas veces profetizada digitalización finalmente llegó para quedarse. Muchas de las prácticas que hemos visto florecer en estos tiempos de aislamiento, como el home-office, el comercio electrónico y las soluciones digitales en general, van a continuar y seguramente profundizarse en el mundo posterior al Covid-19.

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Sin embargo, no debería perderse de vista que si bien trabajo digital puede ser una oportunidad en muchas áreas, no sólo se necesita un fuerte impulso que permita superar el rezago tecnológico y las desigualdades asociadas a ello, sino que su alcance potencial es limitado: se estima que en función de la estructura productiva de nuestro país, podría alcanzar a poco más de un cuarto de los trabajadores. Tampoco hay que obviar los riesgos que esta situación puede acarrear en términos de precarización, una realidad que los trabajores de “plataformas” -tan demandados en estos tiempos de crisis- conocen muy bien.

En tercer lugar, resultará imprescindible en este nuevo escenario la valorización del paradigma del cuidado. Pero no sólo del cuidado sanitario de la población en general y los sectores vulnerables y de riesgo en particular, sino también el cuidado doméstico. Las marcadas desigualdades de género de las que dan cuenta las encuestas sobre “trabajo no remunerado”, siguen mostrando que las tareas de cuidado en el hogar están distribuidas desigualmente, lo que se profundiza en situaciones de aislamiento y puede agravarse en el escenario de mayor digitalización del mundo laboral.

En tanto las modificaciones a las relaciones laborales y las formas de empleo en el mundo post-pandemia deberán -al menos en nuestro país- estar sujetas a las dinámicas y ámbitos institucionales de diálogo social, los líderes y organizaciones sindicales tendrán un papel decisivo. No sólo para proteger a los trabajadores de los efectos adversos de la crisis y garantizar que las nuevas modalidades de empleo respeten un “piso de derechos”, sino también para lograr un salto cualitativo en la formación profesional de los trabajadores que atienda aestos inevitables cambios tecnológicos.

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Nuevos liderazgos en escenarios de desconfianza e incertidumbre

El desafío es de una magnitud muy importante. En tiempos en que los liderazgos políticos y sociales son puestos a prueba e interpelados por sus propios públicos y la opinión pública, el “sindicalismo” en general tiene en prácticamente todas las encuestas de posicionamiento y confianza de las instituciones una de las imágenes más negativas, en comparación al resto de los actores de la democracia.

Desde la década de 1990, a nivel mundial en general, y en Argentina en particular, no ha dejado de incrementarse la imagen negativa del sindicalismo y de los sindicalistas, que rondaría el 80%, según la encuesta nacional ESPOP-UDESA de 2018.

En este contexto de desconfianza generalizada sobre las instituciones sindicales y sus actores, pero de demanda de nuevos liderazgos adaptados a los tiempos de la “nueva normalidad” que se avecina, el desafío de los sindicalistas es doble: por un lado, se enfrentan a fortalecer y potenciar los lazos con sus bases; por otro lado, tienen el desafío de reconstituir su vínculo con la sociedad en general. Una necesidad que cobra aun mayor importancia en un contexto en el cual se avecinan tiempos difíciles en materia de empleo y, seguramente, cambios en las modalidades laborales.

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La historia ha demostrado que el movimiento obrero organizado ha sido uno de los principales impulsores de los procesos de transformación y democratización de las estructuras fundamentales de la sociedad. Hoy, a la par del desafío de evitar que la “nueva normalidad” avasalle derechos y profundice desigualdades, el sindicalismo tiene una oportunidad histórica para modernizarse en la búsqueda de nuevos liderazgos acordes al tiempo histórico que se avecina.

 

*Politólogos, consultores en comunicación política, docentes e investigadores (UBA). @lucasdoldan_ @leandro_bruni