OPINIóN
Qué país dejamos

La normalidad del futuro

Hay que terminar con los enfrentamientos y ver qué país queremos dejar a nuestros hijos.

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Alberto Fernández se reunió con los gobernadores del norte. | NA

Si bien la expresión “Nueva Normalidad” surgió en el ámbito económico mundial en 2008, para describir las nuevas condiciones financieras tras la crisis de ese año, la pandemia provocada por el covid-19 la instaló definitivamente, en el mundo en general y en la Argentina en particular, como un desafío frente a cómo la humanidad aprenderá a convivir de ahora en más con sus usos, costumbres y creencias.

Es que frente a la pregunta de cómo será el día después, surge un lógico desafío: la “Nueva normalidad” es, por sobre todo, un territorio en construcción. Es decididamente el futuro, esa porción de línea temporal que todavía no ha sucedido y para la cual deberemos estar trabajando todos juntos.

Ningún consenso se logra de un día para el otro. Se da como resultado de un arduo trabajo y de mucho diálogo. Los mayores, los trascendentes, son aquellos que se alcanzan cuando los gobernantes y los opositores logran aunar sus voluntades despojados de revanchismo y en pos del bien común.

Europa es un claro ejemplo de lo que digo. Salió apostando a la producción y al trabajo y con mucho diálogo. Sino miremos el caso de España. Pactos como el de la Moncloa son un modelo a seguir. Fue un acuerdo que cambió el rumbo del país y lo mejor que tuvo es que no se alcanzó entre gentes que pensaban lo mismo o de idéntica extracción. Por el contrario, fue refrendado desde Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista, al franquista Manuel Fraga Iribarne, incluyendo al socialista Felipe González y al centrista Adolfo Suárez. Así, todos juntos parieron un nuevo sistema democrático.

Es que si no está acompañada de diálogo político la democracia se convierte sencillamente en una parodia.

Si la democracia no está acompañada del diálogo político se convierte sencillamente en una parodia

Tuve la suerte de dialogar con Fraga Iribarne y con Carrillo, y fue éste último quien me comentó que un día se juntaron y se preguntaron “¿Les vamos a dejar a las futuras generaciones nuestros problemas?” se dieron la mano, se abrazaron y así comenzó a cambiar el destino de España.

Ahora, si nos trasladamos a la Argentina, nosotros también debiéramos empezar a trabajar y a dialogar para dejarles a nuestros hijos y nietos un país más ordenado. Los argentinos no nos merecemos los descalabros económicos, políticos y sociales que estamos padeciendo.

Por eso es tan importante poner en funcionamiento la construcción y multiplicación a lo largo y ancho de todo el país de ámbitos de interacción y diálogo democrático donde converjan todos los actores de nuestro sistema constitucional.

Coincido con todos aquellos que sostienen que “el diálogo es un puente, ese elemento que sirve para poner en contacto o acercar dos partes distintas, pero también es verdad que nadie se quiere quedar a vivir en él de por vida, porque el logro de ese diálogo se plasma el día en el que se logre arribar a la otra orilla”.

Nosotros también debiéramos empezar a trabajar y a dialogar para dejarles a nuestros hijos y nietos un país más ordenado

Si vengo hablando de “Nueva Normalidad”, es porque existe una “Vieja Normalidad”, esa que debemos desterrar de nuestra forma de entender la política. Estoy hablando de la fallida creencia respecto a que se puede gobernar desde un partido solo, con prescindencia de los que muchos en público llaman “oposición”, pero que en la intimidad tratan como “enemigos”.

Por todo esto, creo que llegó la hora en la que los argentinos veamos que si queremos lograr en corto tiempo todo lo que nuestra potencialidad como país nos permite, tenemos que terminar con los enfrentamientos y chicanas. Uno en un partido y otro en otro, pero todos juntos trabajando por la República Argentina.