OPINIóN
Soft-Power Index 2021

El 34% de los líderes mundiales se educó en Estados Unidos o Gran Bretaña

Una entidad mide la capacidad de influencia que tienen los países centrales sobre líderes mundiales que estudiaron en sus universidades. La disputa es entre entidades estadounidenses y británicas.

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Lugares. El presidente boliviano Luis Arce, educado en la universidad inglesa de Warwick; El chileno Sebastián Piñera fue a Harvard y el colombiano Iván Duque a Georgetown, en Washington. El afgano Ghani, que huyó ante la llegada de los talibanes, fue a Columbia, en Nueva York. | cedoc

Fue el politólogo estadounidense Joseph Nye quien en 1990 acuñó el término soft power o poder blando para referirse a la capacidad que tienen algunos Estados de incidir en los acontecimientos del escenario global, valiéndose de medios culturales o ideológicos, además de los militares y económicos.

Muchos think-tanks dedican parte de su tiempo y fondos a capturar y medir este poder esquivo, pero Higher Education Policy Institute (HEPI) de Gran Bretaña encontró una manera de sortear parcialmente esta dificultad: medir el soft power de acuerdo a la cantidad de líderes globales que fueron educados en otros países que no hayan sido los suyos. La premisa del Soft-Power Index 2021 es muy sencilla: cuantos más líderes mundiales hayan recibido una educación terciaria o universitaria en un país determinado, mayor será el soft power de ese país.

Líderes. ¿Qué entiende el Soft-Power Index por líderes mundiales? Para esta edición, el HEPI ha monitoreado 357 puestos de liderazgo en todo el mundo, entre monarcas, presidentes y primeros ministros. Esto quiere decir que un país puede tener más de un líder en actividad que haya sido educado en el extranjero, como el caso de la isla de Mauricio, donde tanto el presidente como el primer ministro recibieron su educación universitaria en Inglaterra. Para ese caso, el soft power británico suma dos puntos. En el caso de que haya un líder que haya sido educado tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos (como los presidentes Michael Higgins en Irlanda y Hage Geingob en Namibia, por ejemplo) se computa un punto para cada país. El SPI también incluye a los líderes educados en academias militares, como la de Sandhurst, pero excluye a los que recibieron una educación terciaria o universitaria en una institución extranjera, pero a distancia.

Sólo educan líderes de otros países: Francia, Australia, Rusia, EE.UU. y GB

Con este sistema, el HEPI ha logrado reducir el problema del soft power hasta conseguir una muestra muy manejable: en la actualidad, sólo Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y Australia han educado a líderes mundiales fuera de sus territorios. Aunque el HEPI es claro y establece que una educación en el extranjero no es una evidencia positiva de soft power, sí presupone que estos líderes pueden mostrar una mayor predisposición a adoptar los valores y costumbres de estos países, que aquellos que no han pasado una temporada estudiando en ellos.

Disputas. Poco ha cambiado en términos generales desde 2017, año de la primera edición de este índice. La disputa por el liderazgo en la educación terciaria de líderes mundiales se da entre Estados Unidos y el Reino Unido: el 34,17% de los actuales monarcas, presidentes o primeros ministros del mundo cursó estudios en alguna universidad estadounidense o británica. En tercer lugar, algo alejada, está Francia, que en los últimos dos años ha mostrado un descenso significativo, pasando de 40 a 30 la cantidad de líderes mundiales educados en suelo francés, mientras que Rusia y Australia mantienen posiciones que parecen responder más a una vinculación histórica y geográfica.

Aquel primer ranking del SPI confirmó la victoria del Reino Unido, con 57 líderes mundiales educados en sus tierras, sobre los 56 que eligieron Estados Unidos. La diferencia, que en 2017 era de sólo uno a favor de los británicos, se revirtió a partir del año siguiente, hasta llegar a una ventaja dominante que parece imbatible a favor de los estadounidenses, al menos a corto plazo: en 2021 cuentan con 65 líderes mundiales que pasaron por sus instituciones universitarias, contra 57 que lo hicieron por alguna de las británicas. 

A pesar de la pérdida de la hegemonía a manos del estadounidense, el saldo de este año para el soft power británico ha terminado siendo positivo: cuatro líderes mundiales educados en Gran Bretaña han dejado el poder (Rouhani en Irán, Aung San Suu Kyi en Birmania, Giuseppe Conte en Italia y David Francis en Sierra Leona), pero cinco nuevos se han alzado con la posición de mayor liderazgo en sus respectivas naciones: Luis Arce en Bolivia, Bisher Al-Khasawneh en Jordania, Sher Bahadur Deuba en Nepal, Wavel Ramkalawan en Seychelles y Samia Suluhu Hassan en Tanzania. Todos ellos formados en universidades británicas.

En América Latina la mayoría estudió en los Estados Unidos

América Latina. La llegada al poder en Bolivia de Arce, que estudió en la Universidad de Warwick, nos da pie para analizar el contexto latinoamericano. ¿Cuántos de los presidentes actualmente en ejercicio en la región han pasado por instituciones educativas extranjeras? 

En América Latina, el soft power estadounidense parece imponer la supremacía que mantiene a nivel global. Mientras del lado británico se ubican el mencionado Arce y Carlos Álvarez Quesada (Costa Rica), que cursó un máster en estudios del desarrollo en la Universidad de Sussex, por instituciones educativas estadounidenses pasaron Sebastián Piñera de Chile (Harvard); Iván Duque de Colombia (Georgetown); Luis Abinader de República Dominicana (Hult International Business School); Juan Orlando Hernández de Honduras (Universidad de Albany); Laurentino Cortizo de Panamá (Universidad de Texas); y Mario Abdo Benítez de Paraguay (Teikyo Post University). Es decir, en Latinoamérica la balanza se inclina 6 a 2 a favor del soft power estadounidense.

Pero cada Soft-Power Index del HEPI es una instantánea de un momento determinado en un año particular (la primera semana de agosto de 2021, en este caso), y como tal, no refleja lo que sucedió antes, ni tampoco lo que vendrá después. Por ejemplo, hubo cambios de liderazgo en Irán y Moldavia que fueron registrados en el índice, pero no el que se dio después en Afganistán (de haberlo hecho, la fuga de Ashraf Ghani, educado en Columbia, le habría restado un punto al soft power estadounidense). 

Este último punto también expone uno de los aspectos flojos del SPI: que excluye cualquier otra variable que pueda generar o disminuir soft power, de acuerdo a cómo Nye lo concebía (la habilidad de influir en el comportamiento de otros sin recurrir a medios coercitivos). Pensemos si no en las imágenes del aeropuerto de Kabul y la forma en que estas impactan en el prestigio -a veces más teórico que práctico- de Estados Unidos como proveedor global de libertad y democracia. 

Aún así, el Soft Power Index del HEPI continúa siendo una herramienta complementaria valiosa para determinar y medir el alcance del poder blando de las potencias en el escenario global.

*Director de nuevamayoria.uy