OPINIóN
]Efemérides 16 de junio

El bombardeo a la Plaza de Mayo narrado por un aviador

Hace 70 años, las Fuerzas Armadas –sobre todo la Marina- planeó un golpe de Estado, que incluía asesinar al presidente bombardeando la Casa de Gobierno. Perón no murió, pero sí 309 transeúntes. El escritor Miguel Briante lo recuerda en “El héroe”.

Bombardeo sobre la Plaza de Mayo
Bombardeo sobre la Plaza de Mayo | Cedoc

El 16 de junio de 1955 se produjo un trágico hecho de la historia política de nuestro país conocido como “el bombardeo a la Plaza de Mayo”. Ese día, en un intento de dar un golpe de Estado, aviones de la aviación naval (principalmente) y de la Fuerza Aérea bombardearon la Casa Rosada y zonas aledañas.

Como con otros tantos hechos de nuestra historia, la literatura argentina dio cuenta a su manera de esos sucesos en diversas obras. Una de ellas, la cual abordamos en esta nota, es El héroe, de Miguel Briante, uno de los cuentos incluido en Las hamacas voladoras (1964).

Antes de pasar al cuento en sí, conviene recordar el marco histórico en que se desarrollaron los sucesos. En los tramos finales del “primer peronismo” (1946-1955), se habían incrementado las tensiones entre los adeptos y los opositores al gobierno de entonces. Unos días antes del mencionado “bombardeo”, el sábado 11 de junio, se había realizado la tradicional celebración de Corpus Christi y ese día una multitud ocupó la Catedral y la Plaza de Mayo, ya que además de los numerosos fieles concurrieron masivamente también los opositores.

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Finalizado el acto religioso, una nutrida manifestación marchó por la Avenida de Mayo desde la Catedral hacia el Congreso Nacional. Por su parte, el gobierno acusó a los manifestantes de haber quemado en esas circunstancias una bandera argentina, por lo cual propuso que el día 16 de junio se celebrase un “acto de desagravio”.

Por otro lado, precisamente para el 16 de junio, miembros opositores de las Fuerzas Armadas (especialmente de la Marina) planearon dar un golpe de Estado, que incluía asesinar al presidente. Además de atacar algunos otros objetivos, la idea principal era terminar con la vida del general Perón arrojando bombas sobre la Casa de Gobierno. Dado que era un día hábil, el ataque sorprendió a los desprevenidos transeúntes. El saldo de los muertos identificados de ese día es de 309, aunque se supone que fueron más. Por supuesto, el número de heridos fue mucho mayor.

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En cuanto al cuento de Miguel Briante, lo primero que cabe resaltar es el particular punto de vista que elige el autor para narrar los hechos. En efecto, los acontecimientos son relatados desde la óptica de uno de los pilotos pertenecientes a la Fuerza Aérea que participaron en la acción comentada. El relato comienza dando a entender que el militar está retirado y que le han construido una especie de kiosco frente a un hospital, como para que tenga una entrada de dinero extra a lo que cobra por su retiro: “Lucho le hablaba: como aquella vez decía que todo estaba listo. -La vas a pasar bien. Imagínate, además de la pensión, que no alcanza, claro, esto… (…) Es decir, la cuota que, además de la pensión, te va a pasar la aeronáutica. Y esto, ahora, era la casilla, frente al hospital, los paquetes de cigarrillos en fila”.

El cuento se desarrolla en dos diferentes temporalidades que no están separadas, sino que continuamente se mezclan entre sí, ya que a lo largo de la narración se produce un incesante ir y venir entre ellas. Una de esas temporalidades es el presente de la narración, que ocurre con posterioridad al ataque estando ya retirado el piloto. La otra, es el recuerdo de lo sucedido en el día del bombardeo. Ese compuesto de temporalidades se da muchas veces en forma abrupta, como cuando se mezcla un momento clave del bombardeo con algo actual en el kiosco: “Y nuevamente estaba dentro del ruido, mientras la inmensa cruz negra se acercaba, abajo, después del tirabuzón y él pensaba en las balas que deberían estar saltando. Y le volvían a dar la orden: -Fontanares.Y disparaba Particulares”.

Un personaje del cuento nombrado en distintas oportunidades es Cristina, la hija del piloto, que oficia en cierta manera como una silenciosa acusadora de lo actuado por su padre. En el día del ataque, ella era chica, no sabía bien qué sucedía y le desea suerte al padre: “Papá -había dicho antes Cristina-. Papá, suerte. Era chica y no entendía, pero igual le deseaba suerte: por entre los ojos azules, por entre la maraña rubia que le desordenaba la cara en mechones. Fue fácil pensar en ella hasta que la ciudad estuvo abajo, oblicua y de alguna manera sobre él”.

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Sin embargo, con el paso del tiempo, al ir creciendo, esa hija comprende lo que pasó ese día y se va alejando: “Ella era más grande, eso la ayudaba a entender (…) hasta que encontró los diarios (…) con las fotos y los textos donde se contaba la hazaña y la desgracia, y empezó Cristina a alejarse un poco. Y terminó por hablarle nada más que lo necesario, después, cuando vio una foto (…) que él no había querido mostrar nunca”.

En cuanto a los hechos del día 16 de junio que se relatan, estos van in crescendo. En un comienzo, aparecen como algo relativamente intrascendente, que no dan a entender lo que luego sucedería: “En el amanecer la ciudad estaba más cerca, más baja. La primera pasada, como para que se fueran despertando. Después pensó: Cristina buena suerte, papá. Ella no entiende. No sabe que es cuestión de habilidad, no de suerte. Estaba cerca: la casa rosada -lo vio así; de un ramalazo, simplemente- en el borde del río. Caserío Plaza Libertad, pensó”.

Luego, se va insinuando lo que puede llegar a suceder: “Eran las doce. Había sobrevolado toda la mañana. Abajo ya había hormigueo: la ciudad estaba totalmente despierta (…) Apretó el bastón de mando, lo volcó hacia adelante y el avión arrancó furiosamente hacia abajo, antes de que llegara la voz que decía avión-eco-sesenta y cuatro-baje-sobre-la-plaza.Sobre la plaza la gente empezó a moverse (…) Pasó la primera vez sin disparar”.

Finalmente, se narran los hechos más trágicos de la jornada, donde el protagonista habría tenido un papel activo en el ametrallamiento de gente indefensa: “Como aquella vez, sobre la plaza, cuando la negra cruz terminó de arrastrarse y él apretó el gatillo, decididamente, sobre la multitud que se amontonaba rodeando la Pirámide de Mayo, ensuciándola con sus gritos, haciéndole ver de qué modo era necesario que él salvara el prestigio, limpiando la patria de carroñas como todos esos tipos, ése de overol, por ejemplo, que acababa de pasar hacia atrás, allá abajo, con una mueca desesperada, apretándose el pecho con las mano”.

Como señalamos desde un comienzo, el cuento de Briante no es el único que desde lo literario ha tratado de dar cuenta de los hechos del 16 de junio de 1955. Sin embargo, ese tinte experimental de mezclar temporalidades y la elección de narrar desde el punto de vista de un supuesto aviador sin duda le otorgan un especial carácter al relato.


* Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA)