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El cine argentino nuevamente es un suceso

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Convocante. La película ya fue vista por unas 300 mil personas y saldrá por streaming. | cedoc

Argentina, 1985 de Santiago Mitre se ha convertido en un acontecimiento social que desborda los márgenes de un estreno cinematográfico, máxime en la alicaída cartelera argentina que sólo registra escasa presencia en las salas de cine luego del extenso período de cierre ordenado durante la crisis sanitaria.  En primer lugar, antes de su exhibición en el país cumplió un derrotero internacional por los prestigiosos festivales de Venecia y San Sebastián que le otorgó a la Argentina un lugar de atención positivo, en los medios de comunicación extranjeros, quienes últimamente recogen sólo noticias de tormentas económicas, de desencuentros políticos.

Una vez más el cine se convierte en un instrumento para mostrar al mundo otro aspecto de nuestra realidad: la capacidad de sus creadores y productores culturales para arriesgar con talento y obtener una obra que concite el interés de programadores, jurados y público. La temática abordada sumada al prestigio de su director y a la solidez de la producción, auguraba el interés que provocó en esos circuitos. Sin duda, la presencia de un actor como Ricardo Darín, integrante de un grupo selecto de figuras cinematográficas internacionales que alcanzan no sólo la aprobación sino el afecto del público, fue un elemento sustancial para la recepción de la película en esos encuentros centrales para el audiovisual.

Precedida de esos ecos la película desembarcó en los circuitos de exhibición argentina y produjo el hecho inesperado de convocar grandes audiencias, lograr que nuevamente el público haga filas para entrar a las salas, despertar el debate periodístico, las confrontaciones a través de las redes sociales. Un hecho que repercute aún en quienes no vieron la película y tal vez, no lo hagan en el futuro.

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Hay quienes han afirmado que ese impacto se produce porque estamos frente a una “película necesaria”. Dudo de la existencia de esa categoría ni en el cine ni en ninguna otra expresión artística. La obra de Santiago Mitre me parece oportuna porque en un momento de prolongado desasosiego en la sociedad argentina aborda un hecho que quizá constituya su último acto de grandeza. Porque el Juicio a las Juntas fue realizado en un período político determinado, pero su conclusión eficaz se debió a la voluntad de personas e instituciones que excedían el compromiso de una persona. No fue un “acto del príncipe” sino un acto institucional en el que intervinieron los órganos constitucionales ordinarios de gobierno. Por eso, el hecho se percibe sin partidismo, realizado y avalado por un grupo plural sin banderías partidarias. Esto sin desmedro del mérito del presidente Raúl Alfonsín al propiciarlo, pese a las fuerzas que enfrentaba.

Comparte esta cualidad con otros filmes que en los años posteriores a la terminación de la última dictadura militar concitaron la misma atención dentro y fuera del país. Argentina, 1985 sigue el camino que Camila de María Luisa Bemberg inicia en el primer año de la democracia recuperada (1984) cuando esa historia del siglo XIX aludía a las crueles violaciones a los derechos humanos cometidos. Se convirtió en uno de los grandes éxitos de la historia de nuestro cine, ya que concurrieron a su sala 2,3 millones de espectadores que aplaudían no sólo al final de la película, sino la culminación de algunas secuencias. Se comercializó en otros territorios y alcanzó la ansiada nominación al Oscar a la mejor película extranjera. Un año después, Luis Puenzo con La historia oficial, aborda por primera vez la apropiación de niños y el trabajo de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo para recuperarlos. Como la protagonista, un gran sector de la ciudadanía tomaba conciencia de los crímenes sucedidos. La película logra el primer Oscar para el cine argentino y el prestigioso reconocimiento del Festival de Cannes a Norma Aleandro como mejor actriz.

En el año 2001 una película argentina, El hijo de la novia de Juan José Campanella, se convierte en la más vista del año, dejando atrás un éxito internacional como Jurassic Park, en un año de amarga tormenta institucional. Su repercusión fue también internacional porque gana el premio del público en el Festival de Montreal y obtiene una nominación al Oscar. En el 2009, otro filme de Campanella, El secreto de tus ojos, se convierte en el gran éxito del año y obtiene el segundo Oscar para nuestra cinematografía.

PelículaAs que por diferentes narraciones resultaron dialogar con sentido de oportunidad con los deseos del público para verse reflejados en la ficción cinematográfica, pero que en todos los casos encontraron un lenguaje asequible.

La obra de Santiago Mitre que hoy despierta el interés no sólo del público local sino también del extranjero ratifica que los argentinos debemos estar agradecidos a nuestro cine, porque aún en los tiempos más aciagos nos sorprende con su creatividad y nos prestigia internacionalmente.

Nos da la ilusión que podemos ser mejores.

*Profesor de Derecho Constitucional.