OPINIóN
Elecciones 2019

El curro de los Derechos Humanos

En Argentina existe memoria que un camino democrático es posible

crisis en chile protesta marcha 20191025
ESCENAS. Todo tipo de reclamos. Quejas feministas, condena de la represión, burla de la primera dama, que consideró “aliens” a los manifestantes y cacerolas en acción. Hubo incidentes, pero fue en general, una reunión pacífica. | AFP.

Si la sociedad argentina, ante la grave magnitud de la crisis social que hoy vivimos, no salió a reclamar y protestar masivamente a las calles como sucedió y sucede en países hermanos como Chile o Ecuador, se debe a que en nuestro país existió y existe la memoria de que un camino democrático distinto y mucho mejor es posible: un camino donde los derechos humanos recuperan el protagonismo. Sean política de Estado. Las garantías, hoy denostadas, (cualquier país donde el garantismo es denostado es un país marcado a fuego por el déficit institucional y la retórica belicista interna) ocupan el centro de cualquier plan de gobierno. La crisis de nuestro Poder Judicial tiene mucho que ver con esta retórica. Porque el poder judicial es el primer encargado de velar por el respeto pleno de las garantías constitucionales. Hoy tenemos muchos jueces con miedo. Un miedo irracional por otro lado, porque es miedo de hacer valer la Constitución con sus garantías, la Constitución de Alberdi es garantista. Alberdi lo era. No hay que tener miedo de defender la constitución argentina. Sino al revés: miedo habría que tener de mancillarla. No de defenderla, con su largo enunciado de garantías y derechos, a la vivienda digna, el trabajo, la salud, la educación. 

Las medidas PRO contra el "curro de los Derechos Humanos"

Hace exactamente cuatro (largos) años me dijeron en Recoleta, una noche de calor, en la que se debatía el ballotage donde habría de triunfar por escaso margen el presidente Macri: "hoy se les acaba el curro de los derechos humanos". He pensado mucho en esa frase extraña, curiosa, que repetía mientras caminaba, y que no puedo no recordar ahora, cuatro años después, con cinco millones de nuevos pobres y un estado de derecho erosionado, con un poder judicial poco transparente, donde existen jueces que reconocen haber perdido la "fe" en el Derecho. (Aunque mucha gente se mantuvo de pie, sin ceder en sus convicciones, ni negociar sus ideales por un cargo, experiencia penosa –defecciones- que todos hemos podido ver).

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Todos tenemos derecho a decir una barbaridad y a equivocarnos, pero qué importante es que los Derechos Humanos vuelvan a aparecer como política de estado, con enormes defectos y siempre necesitando mejorar tantas cosas, pero qué bueno no tener que volver para atrás, a explicarle a Patricia Bulrich que las garantías procesales son la base de la democracia. Y que en una sociedad madura y justa los derechos humanos son un suelo. No un curro ni un “negocio“. Sino un piso. Que no podemos arrestar a nadie y sacarle fotos semidormido como escarmiento o apresarlo por las dudas, mientras se buscan (o se inventan) pruebas. O forzar a los imputados a "arrepentirse" y a "confesar" o quedar presos "preventivamente" o tener a la hija de Cristina exiliada y enferma tan lejos de un país que por momentos la persigue, extorsiona y trata como una criminal por ser la "hija de" alguien. En la Argentina se impone la reconstrucción del Estado de Derecho, con sus garantías esenciales, en el proceso y en el “fondo“, que es el hoy devastado tejido social, donde también faltan muchas garantías. La crítica del garantismo –una retórica del Proceso que aun no hemos erradicado del todo- ha tenido muchos cimientos. No solo uno. Esa retórica anti garantías no es solo policial o procesal, es también en materia de bienestar social y desarrollo humano: anti garantías es pobreza. Anti garantías son pibes con hambre. Anti "garantismo“ es pobreza extrema, falta de "garantías" sociales, educativas, habitacionales. Es el “modelo“ de Chile, el país con la mayor desigualdad del mundo. Un país que aun no ha procesado a sus genocidas como Argentina. Todo esto se esconde detrás del mote "anti garantismo". 

La política de Derechos Humanos en los 15 meses de gestión de Mauricio Macri

No es un mensaje secundario ver a una persona como Estela Carlotto recibiendo un doctorado con la asistencia del presidente electo. Qué bueno que las prioridades que definen nuestra identidad política no hayan sido negociadas en el peligroso altar de la unidad a cualquier precio. Qué bueno que la última palabra de muchas materias, en la política argentina, la tengan personas morales, ejemplares, que han marcado a generaciones enteras, como Estela, garantía de no claudicación. De transparencia y de ética.

La victoria política no da derechos. Impone obligaciones severas y arduas, urgentes, en un país con tantos excluidos. En una región con presidentes que endilgan a Greenpeace la responsabilidad por manchas de petróleo en las playas o a los activistas de DD.HH la culpa de los incendios forestales producto de la especulación agraria, y ministros de educación que juegan con anteojos de sol a ser youtuvers, arrojando micrófonos por el aire, para congraciarse con la prensa amarilla, corresponsable de la decadencia de muchos de nuestros debates y argumentos, es bueno que Argentina inicie, una vez más, una senda civilizada de integración regional donde el "curro de los derechos humanos“ esté llamado a ser protagonista. A ser bandera. Norte. Política de Estado.

Un dato anecdótico. Unos amigos, compañeros, de esos que van a clases con las manos sucias de trabajar, y que luchan por aprender en un universidad del conurbano (donde algunos piensan que no existen estudiantes pobres o hijos de trabajadores, que son quienes más valoran la educación que reciben), me proponen ir al bunker a celebrar juntos la victoria. Pero qué importa el bunker!, pienso ahora, y les respondo, si el "bunker" hoy es la sociedad en su conjunto. Cada rincón. Pienso en las mucamas del relato de Ernesto Sábato, que lloraban solas en un cuarto contiguo mientras Sábato y Borges brindaban con Champagne la caída -diría el colega Pablo Gerchunoff, que titula así su libro, aunque fue un derrocamiento salvaje- de Perón. Sábato dice que entonces sintió una "duda“, porque él celebraba con Borges mientras sus mucamas lloraban en el otro cuarto. Nosotros no sentimos ninguna duda. Estuvimos siempre del lado de la mucama que llora. De la justicia social, contenido de la democracia argentina. Base de cualquier peronismo. Hoy el bunker es la sociedad. Ojalá no haya nunca más perseguidos políticos, hijos exiliados como Florencia, chicos cantando rap combativo en los vagones del Roca, con la cara sucia y las marcas del hambre en la cara. Ellos son el sentido y la cara de toda victoria. El bunker es la sociedad argentina. La panza de cada chico. El llanto de cada uno. Eso es lo que tiene que solucionar ya la política argentina. El hambre no espera. No se negocia en oficinas elegantes. No se "reperfila".