La Argentina tiene una matriz de transporte poco eficiente y de alto consumo de combustible, debido a la falta de inversión en transportes alternativos como el fluvial y el ferroviario, factor que hace 100 años definía al país como una de los grandes exportadores.
El abandono de este modo de transporte, y la falta de inversiones en los últimos 60 años, generó un atraso en el desarrollo del país, definiendo al transporte automotor de carga como el único medio dentro del país. Las largas distancias hacen que el costo de la tonelada exportada sea muy elevado, afectando la competitividad de los productos en la medida que se aleja de los puertos y grandes centros urbanos.
En paralelo, se observa una disminución del 15,7% en la producción de petróleo del 2009 al 2019. En 2022, los niveles de producción de gasoil, a su turno, cayeron a niveles del 2014. Una de las soluciones que se plantean, de hecho, es aumentar el corte de biodiesel, incrementándolo del 5 al 20%.
Frente a este escenario y tras dos años de pandemia, nos encontramos con una cosecha récord de 120 millones de toneladas, con un crecimiento de la producción agrícola de un 10%.
El 60% del parque automotor que se utiliza para la cosecha y traslado de granos tiene una antigüedad promedio de 18 años, principalmente correspondiente a transportistas independientes. El 40% restante, formado por empresas transportistas, cuenta con una antigüedad promedio de diez años. Estos nos indica el proceso de desinversión en el pequeño transportista y el uso de equipos de elevado nivel contaminante.
Gasoil: todas las provincias argentinas tienen problemas de abastecimiento
El proceso de sustitución de importaciones, y el no tener en cuenta el aumento del consumo en el transporte por el mayor volumen operado, generó un descenso importante en la oferta del gasoil, que afectó al transporte de cargas, y nos expone a problemas de abastecimiento y despachos de exportaciones. Esto se traduce en los primeros meses del año en un aumento del 37% en el costo del transporte, incluso sin medir el efecto de los aumentos de precio por la escasez de combustible.
En este sentido, no se han realizado inversiones clave que podrían cambiar la matriz de consumo y el uso de transportes, como en el caso del bitrén, un vehículo automotor que carga un 60% más, ni la utilización del ferrocarril de cargas ni la explotación de la hidrovía del río Paraná.
La falta de una estrategia nacional para el desarrollo nos enfrenta a no canalizar las inversiones a los sectores en crecimiento ni al incremento de la capacidad de producción energética. Esto permitiría no sólo aumentar la producción de hidrocarburos, para acompañar el crecimiento de la economía, sino cambiar paulatinamente la matriz energética.
*Director de la Licenciatura en Logística Integral de la Universidad de Belgrano.
