El faraón era el soberano de Egipto, quien gobernaba por mandato divino. Durante muchos siglos fue considerado un semi-Dios. Con el paso del tiempo ese concepto se modificó y el faraón dejó de ser visto como una divinidad y pasó a ser considerado un hombre aunque todopoderoso.
Ser faraón era un derecho divino y hereditario. La magnitud de su poder y su voluntad de dejar un legado, se manifestaba en la construcción de desmesurados edificios y monumentos. Pero los más sobresalientes y reconocidos de estos no eran para su pueblo, sino para asegurarse su propia trascendencia. Estos eran sus propias tumbas conocidas hoy en día como las pirámides.
En nuestro país tenemos muchos personajes cuyo ego y obras están a la altura de los faraones. Una dirigente política llegó hasta a auto-adjudicarse este mote en un acto tristemente célebre. Por supuesto que también tienen aprendices, adoradores y seguidores que ayudan a estos personajes a sostener su auto-imagen de semidioses. Muchas provincias que se manejan como feudos, con la eternización en el poder logran que sus gobernantes piensen se vean más como faraones que como políticos. Como si estuvieran en el poder por derecho divino, se niegan a entregarlo, como si fueran todopoderosos sin los que no existiera nada, no generan recambio porque creen que después de ellos vendrá el abismo. Mantienen a su gente dependiente de su poder económico y político. Entre tantos ejemplos conocidos, se destacó últimamente el del gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora.
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El gobernador de Santiago del Estero aparece en la lista como tercer suplente de candidato a concejal, pero aparece en la boleta como si fuera la cabeza de lista. No es el único que lo hace, pero es increíble que pese a haber ganado con casi el 65% de los votos, el gobernador esté dispuesto a batir su propio récord aunque no dispute realmente un cargo. Pensando en la historia de esa provincia llama la atención que sea efectivo el poner una foto del actual gobernador como propaganda. Con un 70 porciento de empleados estatales, la provincia de Santiago del Estero genera aproximadamente el 0,85% del Producto Interno Bruto de la República Argentina, pero en gasto público insume el 63,68% del total.
El esfuerzo del gasto público no va solamente a mantener artificialmente el empleo y cautivos a sus empleados, sino que también se dedica a mantener una infraestructura tan desproporcionada como este. A la altura de las ciudades europeas no solamente está su autódromo, sino también su recientemente inaugurado estadio de fútbol. Lo que no está a la altura de los 100 millones de dólares que demandó el estadio es el nivel de vida de la población de Santiago del Estero que es un pueblo que sufre de muchas carencias históricas.
Es verdad que los santiagueños tienen derecho al disfrute, pero también lo tienen a la seguridad, la educación y la equidad. El estadio es una inmoralidad por su lujo enclavado en un 49% de pobreza en la provincia. Esos 100 millones que fueron al fastuoso estadio son millones que no fueron a los colegios, a las rutas ni a los sueldos de ese 70% de pobladores que son los más bajos de la administración pública en el país. Sueldos miserables de 20.000 pesos que se usan para sostener la estrategia de tener muchos empleados públicos para que sientan temor por su empleo si deciden levantar la voz o simplemente ante un posible cambio de gobierno.
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El poder enferma a los políticos en su carrera de acumulación, siempre quieren sacar más y más votos sin importarles la gente y su bienestar. Mientras crece su poder su ambición y junto con estos, la dimensión de sus monumentos, como si fueran una proyección de su ego. Hacen obras que permitan mostrar logros que no son más que una escenografía grandilocuente en la que la gente sigue sufriendo de las mismas necesidades hace décadas. Necesidades que distan mucho de ser el lujo en un estadio de fútbol, una carrera de motos o un tren en altura.
Los dirigentes quieren con esas relucientes obras distraer de sus fracasos fingiendo un éxito que esté a la altura de la furia que despierta en ellos que le recuerden sus errores. Quieren, como los faraones con sus monumentos mortuorios piramidales que se acercaban al cielo, lograr la trascendencia.
Esto mismo se da en las lista de Santa Fe apoyada por Casa Rosada, que pese a tener a Perotti como suplente de Senador, va en la foto acompañando a los dos titulares. Si le hacemos caso a las acusaciones de su contrincante del mismo espacio, el chivo Rosi, puede que en este caso sea más apropiado, pues se dice que el gobernador, estaría buscando tener asegurado, al menos por dos años, un cargo cuando se quede sin posibilidades de reelección tras un deseado segundo mandato en la provincia. Tal vez el caso sea el mismo que el de Manzur en Tucumán que también, pese a ser suplente, por ser la cara más conocida, acompaña en la foto a los titulares.
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Pero no todo es falta de esperanzas. Porque sabemos que el pueblo Argentino, pese a haber mostrado muchas veces preferir aguantar que utilizar los mecanismos constitucionales para oponerse a los avasallamientos de los gobiernos, también otras veces ha encontrado valientes que supieron despertar a los tibios y ayudarlos a decir basta. Parece que esto pasa en Formosa actualmente.
Formosa es un caso similar al de Santiago del Estero, con un gobernador que ha permanecido durante más de 25 años en el cargo y cuyo poder parecía hasta el momento resistente a todo tipo de cambios y oposiciones. Sin embargo, los excesos cometidos frente a las restricciones por el COVID, hizo que se movilizara su población, al punto tal que hasta el presidente, que siempre elogió a Gildo Insfrán dijera "nos preocupa la violencia institucional" refiriéndose a las protestas que se registraron esa provincia, por el tema covid-19 que derivaron con manifestantes reprimidos por la policía provincial.
Esto que tanto costó en Formosa, logró intranquilizar de tal forma al gobierno que el domingo por la tarde, se llevaron detenido al abogado Daniel Suizer que fue quien se animó a hablar de los centros clandestinos de aislamiento. ¿Será este el final del despertar del pueblo formoseño o el principio de un cambio necesario?