OPINIóN
Profunda transformación

El primer peronismo y la Argentina del gran conductor

“A Perón tenemos que hacerlo presidente diga lo que diga… Tenemos que hacerlo presidente de ahora para siempre”, decía Eva Perón. Y las instituciones del país se prepararon para eso.

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Modelo. La nueva constitución plasmó los nuevos valores, que dejaron atrás al ciudadano liberal, para hacerlo parte de una comunidad. | cedoc

“Al peronismo no le importan las instituciones”. La misma frase es utilizada con sentidos diferentes, incluso opuestos. Algunos la usan para referirse en tono virtuoso a la relación directa entre Juan Domingo Perón y el pueblo. Otros la recuperan de forma crítica, con el objetivo de denunciar personalismos y poca sensibilidad frente al espíritu republicano.

Transformación. En El Peronismo Menos Pensado. Cómo se construyó la hegemonía peronista publicado recientemente por EUDEBA muestro cómo durante los dos primeros gobiernos de Perón se llevó a cabo una profunda transformación institucional que persiguió un objetivo claro: construir una estructura que sirviera para desplegar las visiones políticas del gobierno.

La legitimidad de Perón, que comenzó a partir del 17 de octubre de 1945 en la Plaza de Mayo, y que fue creciendo en las sucesivas movilizaciones del 1° de mayo y del Día de la Lealtad, se vio acompañada por un andamiaje legal que se fue conformando sobre la marcha y alentado por los resultados que iba obteniendo. Perón actuó como si comprendiera la fragilidad del vínculo entre el líder carismático y el movimiento y recurrió a implementar reformas instituciones que disciplinaran a la sociedad, al parlamento y a su partido. Su gran desafío y también su gran logro fue el de transformar el orden vigente -el dado por la Constitución de 1853 y la Ley Sáenz Peña- en uno de tipo unanimista y plebiscitario, que tomó los moldes liberales para reconvertirlos y, de manera magistral, usarlos a su favor.

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El libro analiza las principales ideas políticas de Perón y, para eso, en cada capítulo se centra en las reformas que llevó adelante: el otorgamiento del sufragio a las mujeres, la sanción de la primera ley de partidos políticos, la reforma de la Constitución Nacional de 1853, el reemplazo de la ley Sáenz Peña por un sistema electoral muy ajeno a la tradición política argentina y la provincialización de los territorios nacionales.

Preguntas. ¿Cómo definía Perón al ciudadano perfecto? ¿Qué características tenía el Poder Ejecutivo ideal? ¿Cuál debía ser el rol del Congreso? ¿Cómo se debía comportar la oposición? La sociedad se transformó durante los años del peronismo y también lo hizo la política. De un imaginario en el que el centro era el individuo y sus libertades se pasó a preferir otro en el que el interés de la comunidad se impuso. ¿Pero quién y cómo se definía cuál era ese interés de la comunidad? Y, una vez definido, ¿Qué sucede con aquellas personas -los sectores minoritarios- que preferían valores e intereses distinto? Perón aseguraba que el pueblo era peronista. Sin embargo, cada vez que se votaba, se hacía visible que una porción muy importante de la población prefería otra opción política. Entonces, ¿Cuál era el lugar que le correspondía a la oposición, esa que en cada elección se mostraba que representaba un tercio de la ciudadanía argentina? 

Guiado por estas preocupaciones, Perón reformuló las instituciones. Sus instrumentos fueron la Constitución, el Congreso, los partidos políticos, las leyes y las elecciones. Mantuvo la estructura de las instituciones republicanas al tiempo que cambió sus sentidos y objetivos, sustituyendo el orden liberal por su marco de creencias.

Conductor. Cada reforma analizada en el libro respondió a dotar a su liderazgo del marco institucional necesario. Se concibió un tipo diferente de Poder Ejecutivo, en el que sus capacidades y atributos se pensaron para construir la figura del conductor personificado en Perón. Cuando se reformó la Constitución no se hizo pensando en el Poder Ejecutivo en abstracto, sino que se hizo a medida de Perón.  Las características que rodeaban a la figura de “Conductor” que había surgido en la Plaza de Mayo, fueron trasladas al rol del presidente. Perón no era un presidente más, no era un ciudadano que por un tiempo ostentaba un lugar importante gracias al voto popular. Perón era un líder diferente, alguien con cualidades especiales.

En 1951, en un curso sobre conducción política, Perón habló sobre el conductor y, más específicamente, sobre las condiciones naturales para el arte y la conducción: “Las obras de arte no se hacen con la teoría ni con los instrumentos de ejecución. Eso se hace con algo que da la naturaleza a los hombres, a todo en una medida diferente. Muchos resultan Miguel Ángel porque han venido dotados de una inmensa cantidad de las facultades de creación: y otros hacen un buen cuadro, que no llega a célebre, aunque posiblemente tenga mejor técnica que la de Miguel Ángel, una ejecución más perfecta, pero le falta algo que ellos no tienen y que solamente hubiera podido dar un Murillo, un Rafael, o cualquiera de los grandes hombres. Una obra de arte no se hace ni con la teoría ni con las formas de ejecución. Esa es otra de las cosas que hay que conocer dentro de la conducción. (…) Lo que yo les puedo dar a ustedes es la técnica; lo que no les puedo dar es el arte de la conducción. De la misma manera que no enseña a tocar la guitarra y da la perfección de la técnica de la guitarra. Pero esa condición natural con que nace el artista, eso no se puede enseñar. Eso es la conducción”.

Perón equiparaba al conductor con el genio artístico. Ambos nacían con una cualidad que los convertía en especiales, distintos al resto. No era un hombre más que se formaba y aprendía a ejercer el rol de servidor público, sino que se trataba de alguien que tenía capacidades especiales, innatas e imposibles de transferir.

Ruptura. La existencia de un liderazgo de este tipo rompió las bases que durante el siglo XIX fueron construyendo el liberalismo y el republicanismo en Argentina.

¿Qué sentido podían tener los límites temporales para ejercer el gobierno (cuando Perón asumió en 1946 no existía la reelección) o la división de poderes si había alguien -el conductor- que tenía capacidades extraordinarias que le permitían encarnar la voluntad general?

La ingeniería institucional creada durante el peronismo tuvo como objetivo la consagración de esta figura, eliminando las reglas y prácticas que pudieran limitarlo en su ejercicio. Después de todo, si la ciudadanía quiere elegir una y otra vez a la misma persona, ¿Por qué no puede hacerlo? Los frenos y contrapesos del institucionalismo republicano fueron borrados, con una idea de la democracia que entendía al imperio del número como única variable.

Esta novedosa ingeniería institucional fue parte de un proceso construido gradualmente. En los inicios, durante los primeros años del gobierno, coexistieron diferentes voces que, muchas veces, compitieron entre sí. Si bien la opinión de Perón ocupó siempre un lugar central, en esta primera época su voluntad supo ser desafiada, en algunas oportunidades, por dirigentes del partido. En cambio, a partir de 1949 se impuso un orden diferente, en la que el concierto de voces desapareció y la única expresión legítima y aceptada por todos fue la de Perón.

Con el paso de los años, la acumulación de experiencia y la definición de su propia identidad, el peronismo se convirtió en una fuerza centralizada y gobernó bajo el principio de la voluntad general encarnada en una persona. Eso posibilitó que, en los últimos años, la voluntad de Perón funcionara como razón suficiente para justificar la sanción de una ley o, incluso, la reforma de la Constitución. 

Ciudadanía. Así como cambió la forma en la que se pensaba al máximo responsable del Poder Ejecutivo, también se transformó el ideal de ciudadanía. Se abandonaron los atributos de autonomía y racionalidad que fueron entendidos como las mejores características durante gran parte del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX y se los reemplazó por los de lealtad, obediencia y la exaltación de las pasiones. Cuando se otorgó el voto a las mujeres, no se las incorporó al mundo político por creerlas igual que a los hombres. En el Congreso de la Nación se aseguró que el cerebro de la mujer era más chiquito y pesaba menos y, por lo tanto, las mujeres eran menos inteligentes. No sucedió en aquel momento una avanzada feminista, sino que lo que se hizo fue reemplazar al ciudadano viril e independiente que durante años había sido el modelo por la mujer sensible y guiada por sus ciclos femeninos.

Al mismo tiempo que se reconfiguró el ideal ciudadano, también modificó la idea de sociedad. Ya no era entendida como un conjunto de individuos sino como una unidad homogénea, en la que se debía dar representación a lo que se expresaba de forma orgánica. Partiendo de esta premisa, la dimensión de los derechos y las libertades individuales pasaron a segundo plano frente a un bien mayor y más preciado: el imperio de la voluntad general. El único que tenía la capacidad para aprehender la verdadera dimensión de esta voluntad era el conductor, quién a la vez la construía, la representaba y la encarnaba en su propia persona.

Estas formas condujeron indefectiblemente a la búsqueda de una representación unánime. ¿Qué papel podían desempeñar los partidos minoritarios en una realidad política en la que la representación se construyó siguiendo un modelo orgánico social y en el que el conductor se concibió como una figura capaz de definir la voluntad general? Sin dudas, un papel disruptivo, cuando no de abierta ruptura y confrontación con lo que era entendido voluntad general. Se buscó confundir a la mayoría con el todo y se trató a quien representaba posiciones diferentes como a enemigos que nada tenían para aportar.

Época. El primer peronismo es un producto de su época. Nació en el momento mismo en el que terminó la Segunda Guerra Mundial y la democracia se impuso frente al totalitarismo. En ese contexto, el peronismo no podía aspirar a un lugar respetable en el concierto de las naciones si obviaba las instituciones republicanas. Pero, típico fruto de su tiempo, esta primera etapa peronista tampoco convivió con los ideales pluralistas que se hicieron importantes más adelante. La idea de la representación de la diversidad no fue vista como un valor a defender, y no se creyó que debiera tener un reflejo en el sistema representativo. El período estudiado en este libro, el de los dos primeros gobiernos de Perón, fue un momento breve de la historia argentina, pero la transformó para siempre. De ahí en más el peronismo fue muchas cosas y supo tanto adaptarse como reconvertirse interpretando en numerosas ocasiones el sentir mayoritario. Sin embargo, más allá de su ductilidad y de su capacidad para metamorfosearse según los climas de época, el peronismo aportó, desde sus comienzos, elementos constantes que marcaron la cultura política argentina. Muchas de estas ideas tuvieron su traducción institucional en las transformaciones relativas al mundo electoral que realizó el gobierno de Perón. Por eso las hemos utilizado como un perfecto mirador, creyendo que entenderlas no es solamente conocer los primeros años del peronismo sino también características más profundas que, desde aquel momento, forman parte de la Argentina.

*Doctora en historia (UBA). 

Diputada Nacional por Juntos por el Cambio.